viernes, 27 de diciembre de 2013

EL TREN DE LA VIDA


La vida es como un viaje en un tren, con sus estaciones, sus cambios de vías, sus accidentes.
Al nacer nos subimos al tren y nos encontramos con nuestros padres, y creemos que siempre viajarán a nuestro lado, pero en alguna estación ellos se bajarán dejándonos en el viaje solos. De la misma forma se subirán otras personas que serán significativas: nuestros hermanos, amigos, hijos y hasta el amor de nuestra vida. Muchos bajaran y dejaran un vacío permanente. Otros pasarán tan desapercibidos que ni nos daremos cuenta que desocuparon sus asientos! Este viaje estará lleno de alegrías, tristezas, fantasías, esperas y despedidas. El éxito consiste en tener una buena relación con todos los pasajeros, en dar lo mejor de nosotros.
El gran misterio para todos, es que no sabemos en que estación nos bajaremos, por eso, debemos vivir de la mejor manera, amar, perdonar, ofrecer lo mejor de nosotros... Así, cuando llegue el momento de desembarcar y quede nuestro asiento vacío, dejemos bonitos recuerdos a los que continúan viajando en el tren de la vida!!!!
Te deseamos que el viaje en tu tren para el año que viene sea mejor cada día, cosechando éxitos y dando mucho amor. Ah! Les damos las gracias a todos por ser pasajeros de nuestro tren.
Lo conduce Dios, vamos tranquilos!

viernes, 13 de diciembre de 2013

TELOS

Transitar sin fin, recuperar el mundo


Cuando se toma una calle o un camino con la vista o con la mente puestas en el destino al que se espera llegar (el filosófico telos), entonces el tránsito, la actividad misma de desplazarse, de desenvolverse por la ciudad o el campo, es solo un medio o un “momento” -en lenguaje hegeliano-, en ese proceso que debe, necesariamente, llegar al fin propuesto. El sentido, el valor y la razón de ser del movimiento tienen su fuente en la meta a la que se quiere arribar. Si por algún motivo no se alcanza el destino planeado entonces la marcha habrá fracasado. Vacía de sentido se perderá en el recuerdo del “debió ser”.
Seamos hegelianos, marxistas, cristianos o incluso ateos, la mayor parte de nuestra vida la transitamos -consciente o inconscientemente-, precisamente, guiados por esta lógica de los fines, trascendente y vertical, obsesionados por el porvenir (un relato fundacional de esta lógica se encuentra en la Ética a Nicómaco de Aristóteles). Así, en sentido estricto, fuerte, no vivimos el presente que pasa, que fluye a través de nosotros y en el que fluimos nosotros. No experimentamos la existencia o el Ser como Tiempo, Duración o Devenir. Por ello, fenomenológicamente hablando, no nos percibimos aquí (y ahora) sino siempre allá (y después), distendidos en un tiempo entendido como Cronos y, por ello, apresados en las garras de una linealidad temporal donde el pasado ya fue, el presente nunca es y el futuro aún será. Así, nunca existimos/insistimos plenamente.
Marchar sin telos, por el contrario, supone una transformación (inversión e incluso perversión) de nuestra manera de comprender la forma en la que ocupamos y nos desplazamos por el espacio y el tiempo (¡y la existencia!). Desde esta perspectiva, lo primero es asumir nuestra condición de seres arrojados -da-sein o ser-ahí, en lenguaje heideggeriano-, es decir, de seres que han atravesado por el acontecimiento traumático de la muerte de Dios. Acontecimiento que refiere, entre otras cosas, a la desaparición de toda finalidad para la existencia: el paradójico “fin de todos los fines”. En tanto tales, entonces, no tenemos a dónde ir, al menos no de manera predeterminada e imperativa. Ante semejante situación desesperada, se nos exige crear fines propios, deseados e inmanentes, desde los que emane el sentido y el valor de la propia y singular existencia (y haciendo un esfuerzo sobre humano, ¿también de la existencia en general?). Sin embargo, ubicado en una posición extremadamente radical, quien marcha sin telos (en la vida o en la calle), es quien ha renunciado al deseo de fundar (absolutamente), quien, por lo tanto, apropiándonos del bello título de una obra cartesiana, ha decidido vivir solamente bajo la guía de una “moral provisional”. Esto es, en equilibro sobre la cuerda floja de lo transitorio, inestable e impredecible; abierto a los encuentros de la experiencia del afuera, a las aventuras del pensamiento.
¿Qué gana y qué pierde este caminante existencial? Pierde, ya Nietzsche nos lo había advertido, las certezas que le permiten tener un mundo estable, amable, cualificado como verdadero. Y esto parece ser mucho. Sin embargo, esto es experimentado como algo negativo, como una real pérdida, solo por quienes han sido habituados a vivir bajo el imperativo del orden y el control: los sobre-protegidos (¡somos la mayoría ciertamente!). En cambio, esto aparece para los exploradores de tierras desconocidas, para los fundadores de mundo, como una ganancia infinita que consiste en la recuperación o reapropiación de la densidad del presente que pasa, del mundo como realidad existente ahí afuera y de sí mismo como fragmento material de ese real. Así, quien renuncia al Fin (trascendente) abraza al medio que, inmediatamente, deja de ser tal para convertirse en fin (inmanente). Así afirma la vida, una vida. Gracias a ello se le apertura una dimensión de la existencia/experiencia que antes perdía de vista: lo inmediato o lo-dado-ahí-para-ser-tomado-en-cuenta. Esto es, como decía Stanley Cavell, la recuperación de lo cotidiano, de las pequeñas cosas, de lo ordinario, de las pequeñas percepciones. Se accede así a una presentificación del mundo (se presenta en el presente vivido), en la que se hace posible una percepción ampliada o profunda, pues ya no depende de un pensamiento y de una voluntad sometidos a un porvenir tiránico que limita, coacciona, dirige el presente y todo lo que en él debe ser visto, pensado, deseado, realizado. Se libera entonces la percepción -y la experimentación en general- para que quede abierta a lo impredecible, a lo intempestivo, a la multiplicidad heterogénea y diferencial que el vivir en medio del devenir nos ofrece.
Una vez instalados ahí, en medio del plano de inmanencia de la vida, intermezzo, empezamos a ver. Amanece en el mundo por primera vez.

jueves, 11 de julio de 2013



San Benito
Abad, patrono de Europa (c. 480-547) Nació en el año 480 en Nursia (Italia).   Formado en Roma, vivió retirado llevando vida eremítica, reunió algunos discípulos y fundó varios monasterios en Subiaco.   
 Más tarde fundó el célebre monasterio de Montecasino y allí murió en el año 547, después de escribir la Regla monástica que lleva su nombre y que ha sido la más extendida en Occidente.   El Papa Pablo VI lo proclamó patrono de Europa por el extraordinario influjo que tanto su persona como sus monjes ejercieron en el establecimiento de las raíces cristianas en este continente.   
 Medalla de San Benito  La Cruz – Medalla de San Benito data de una época muy antigua y debe su origen a la gran devoción que el Santo profesaba al signo adorable de nuestra Redención y al uso frecuente que de él hacía y que recomendaba a sus discípulos para vencer las tentaciones, ahuyentar al demonio y obrar maravillas.   
 En un principio y durante muchos años la devoción a esta Cruz – Medalla de San Benito fue meramente local y exclusiva de los monasterios Benedictinos.  
  Explicación: la medalla de San Benito representa, de un lado, la imagen de la Cruz y en el otro, la del Santo Patriarca  El lado de la Cruz suele estar encabezado, o por el monograma del Salvado: IHS, o por el lema de la orden benedictina: PAX.  
En los cuatros ángulos de la Cruz háyanse grabadas las siguientes iniciales:
C.S.P.B., que significa: Cruz Sancti Patris Benedicti, o sea: Cruz del Santo Padre Benito, las cuales son como un anuncio de la Medalla y no forma parte del exorcismo.   
En las líneas vertical y horizontal y alrededor de la Cruz se leen, en el siguiente orden, estas otras iniciales, cuyas palabras componen la oración ó exorcismo que tanto teme Satanás y que conviene repetir a menudo:    
C.S.S.M.L.  Cruz Sancta Sit Mihi Luz La Santa Cruz sea mi luz  
N.D.S.M.D.  Non Draco Sit Mihi Dux No sea el dragón mi guía  
V.R.S.  Vade Retro Satanás Retírate Satanás 
 N.S.M.V. Numquam Suadeas Mihi Vana No me aconsejes vanidades   
 S.M.Q.L.  Sunt Mala Quae Libas  Son cosas malas las que tú brindas  
I.V.B.  Ipse, Venena Bibas Bebe tú esos venenos

sábado, 1 de junio de 2013


Libro de Eclesiástico 51,12-20a.
Por eso, quiero darte gracias y cantarte, bendeciré el Nombre del Señor.
Desde que era joven, antes de todos mis viajes, resueltamente he pedido en mi oración la sabiduría.
Me quedaba frente al Santuario para pedirla, y hasta el final la buscaré.
En ella hallé mi alegría: venía como flor de un racimo que madura. Avancé en mi camino sin desviarme, y seguí sus huellas desde mi juventud.
Apenas empecé a ponerle atención, se me concedió, y encontré en ella toda una doctrina.
¡Cuánto no progresé gracias a ella! Quiero rendirle gloria al que me la dio.
Me había decidido a ponerla en práctica, busqué ardientemente el bien y no me he arrepentido de ello.
Me hizo soportar duros combates, pues me esforcé por cumplir toda la Ley. Levantaba mis manos hacia el cielo, deplorando mis insuficiencias al respecto.
Me volví a ella con toda mi alma, y la encontré a fuerza de purificación. Por lo demás, fue debido a ella que, desde el comienzo, fui amo de mi corazón: ahora no me abandonará jamás.

jueves, 9 de mayo de 2013


 
                    

jueves 09 Mayo 2013

Profeta Isaías





No todos los Profetas nos dejaron sus visiones en forma de escritos. De Elías y Eliseo, por ejemplo, sólo sabemos lo que nos narran los libros históricos del Antiguo Testamento, principalmente los libros de Samuel y de los Reyes.

Entre los vates cuyos escritos poseemos es, sin duda, el mayor Isaías, hijo de Amós, de la tierra de Judá, quien fue llamado al duro cargo de profeta en el año 738 a.C., y cuya muerte ocurrió probablemente bajo el rey Manasés (693-639). Según una antigua tradición judía, murió aserrado por la mitad, a manos de verdugos de este impío rey. En 442 d. C. su restos fueron transportados a Contantinopla. La Iglesia celebre su memoria el 6 de julio.

Isaías es el primero de los Profetas del Antiguo Testamento, desde luego por lo acabado de su lenguaje que representa el siglo de oro de la literatura hebrea, mas sobre todo por la importancia de los vaticinios que se refieren al pueblo de Israel, a los pueblos paganos y a los tiempos mesiánicos y escatológicos. Ningún oto profeta vio con tanta claridad al futuro Redentor, y nadie, como él, recibió tantas ilustraciones acerca de la salud mesiánica, de manera que San Jerónimo no vacila en llamarlo "el Evangelista entre los Profetas".

Distínguense en el Libro de Isaías un Prólogo (cap. 1) y dos partes principales. La primera (cap. 2 a 35) es una colección de profecías, exhortaciones y amonestaciones, que tienen como punto de partida el peligro asirio, y contiene vaticinios sobre Judá e Israel (2, 1 a 12, 6), oráculos contra las naciones paganas (13, 1 a 23, 18); profecías escatológicas (24, 1 a 27, 13); amenazas contra la falsa seguridad (28, 1 a 33, 24), y la promesa de salvación de Israel (34, 1 a 35, 10). Entre los profetas descuellan las consignadas en los capítulos 7 a 12. Fueron pronunciadas en tiempo de Acaz y tienen por tema la encarnación del Hijo de Dios, por lo cual son también llamadas El Libro de Emmanuel.

Entre la primera y segunda parte media un trozo de cuatro capítulos (36 - 39), que forma algo así como un bosquejo histórico.

El capítulo 40 da cominezo a la parte segunda del libro (cap. 40 a 66), que trae veintisiete discursos, cuyo fin inmediato es consolar con las promesas divinas a los que iban a ser desterrados a Babilonia, como expresa El Eclesiástico (48, 27 s.).

Fuera de eso, su objeto principal es anunciar el misterio de la Redención y de la salud mesiánica, a la cual precede la pasión del siervo de Dios, que se describe proféticamente con la más sorprendente claridad.

No es de extrañar que la crítica racionalista haya atacado la auntenticidad de esta segunda parte, atribuyéndola a otro autor posterior al cautiverio babilónico. Contra tal teoría, que se apoya casi exclusivamente en criterios internos y linguísticos, se levanta no sólo la tradición judía, cuyo primer testigo es Jesús, hijo de Sirac, (Ecli. 48, 25 ss.), sino también toda la tradición cristiana.

Para la interpretación del profeta Isaías y de todos los profetas hay que tener presente el decreto de la Pontificia Comisión Bíblica, del 29 de junio de  1908, que establece los siguientes principios:

1. No es lícito considerar las profecías como productos de la historiografía post eventum, es decir, compuestos después de los acontecimientos que se pretende vaticinar.

2. La opinión de que Isaías y los demás Profetas sólo anunciaron cosas fáciles de conjeturar, no se compagina con las profecías, especialmente con las mesiánicas y escatológicas; ni con la opinión general de los Santos Padres.

3. No se puede admitir que los Profetas debieran hablar siempre en forma inteligible, y que por esto la segunda parte del libro, en la cual el profeta consuela a las futuras generaciones, como si viviese en medio de ellas, no pueda tener por autor a Isaías.

4. La prueba filológica, sacada del lenguaje y estilo, para combatir la identidad del autor del libro de Isaías, no es de tal índole que obligue a reconocer la pluralidad de autores.

El creyente que lea este divino libro con espíritu de oración, no tardará en descubrir que las profecías no son simples anuncios, sino que contienen ricas enseñanzas de vida espiritual, preciosas para anunciar nuestra fe y esperanzas.

domingo, 28 de abril de 2013

domingo 28 Abril 2013

Beata María Luisa




Beata María Luisa de Jesús
Cofundadora de las Hijas de la Sabiduría
María Luisa Trichet (en religión María Luisa de Jesús), con San Luis María Grignion de Montfort, es la cofundadora de la Congregación de las religiosas, llamadas Hijas de la Sabiduría.
Nacida en Poitiers (Francia), el 7 de mayo de 1684, fue bautizada el mismo día. Cuarta de una familia de ocho hijos, recibió una sólida educación cristiana tanto en la familia como en la escuela. A los 17 años, encuentra por primera vez a Luis María Grignion de Montfort, quien acaba de ser nombrado capellán del hospital de Poitiers. Su fama de predicador y de confesor es ya notable entre la juventud de esta región del Poitou.
Espontáneamente, María Luisa ofrece sus servicios en el hospital: ella consagra una buena parte de su tiempo a los pobres y a los enfermos. Pero, de pronto, Luis María de Montfort le pide de "permanecer" allí. A esta llamada María Luisa responde con un sí total. En el hospital no hay puesto libre para entrar en calidad de "gobernante"... no importa, María Luisa, simplemente, consigue ser admitida como "pobre". Tiene 19 años.
"Te volverás loca como este sacerdote" le había dicho su madre. ¡Qué idea, cuando se es bella, joven y de buena familia, llevar un sayal gris (2 de febrero de 1703) y pasar su tiempo a cuidar vagabundos, enfermos y apestados! ¡Qué locura seguir a "este sacerdote loco"!
Durante diez años, María Luisa va a desempeñar lo más perfectamente posible su humilde servicio de cuidar lisiados. Luis María de Montfort ha dejado Poitiers; María Luisa está sola.
La célebre cruz que Montfort ha dibujado está colocada en el centro del hospital. María Luisa lleva una cruz sobre su sayal gris, pero sobre todo en su corazón. En efecto, ella debe realizar el servicio agotador de cada día, la ausencia de compañeras, el fallecimiento de dos de sus hermanas y de su hermano, joven sacerdote muerto a causa de la peste, víctima de su abnegación.
Es el comienzo de una aventura, que es a la vez la historia de la Congregación de las Hijas de la Sabiduría:
1714: Llegada de la primera compañera, Catalina Brunet.
1715: Fundación de la primera comunidad en La Rochelle (Charente) con dos nuevas reclutas: María Régnier y María Valleau.
1716: Muerte prematura de Luis María de Montfort a la edad de 43 años.
La joven congregación es desestabilizada por esta noticia tan dolorosa como inesperada. María Luisa experimenta la frase escrita por Luis María de Montfort: "Si no se arriesga algo por Dios, no se hace nada grande por El".
Durante 43 años, María Luisa de Jesús, sola, forma sus compañeras, conduce y desarrolla las fundaciones que se multiplican: escuelas de caridad, visitas y cuidados a los enfermos, sopa popular para los mendigos, gestión de grandes hospitales marítimos en Francia.

Los pobres del hospital de Niort (Deux-Sèvres) la llaman "la Buena Madre Jesús". ¡Es decirlo todo! Su programa de vida es muy simple: "Es necesario que yo ame a Dios oculto en mi prójimo" (Coro de un cántico compuesto por Luis María de Montfort destinado a las Hijas de la Sabiduría).
Cuando ella muere en Saint-Laurent-sur-Sèvre (Vendée) el 28 de abril de 1759, la Congregación cuenta con 174 religiosas presentes en 36 comunidades, más la Casa Madre. Luis María de Montfort y María Luisa de Jesús descansan juntos en la iglesia parroquial de San Lorenzo.
Desde esta fecha, millares y millares de Hijas de la Sabiduría (16.883) han calmado su sed de Sabiduría en la Locura del Amor de Dios y de los Pobres. Hoy, más de 2.500 continúan esta aventura en los 5 continentes.
El 16 de mayo de 1993, María Luisa de Jesús (Trichet) fue declarada "Bienaventurada" (Beata) por el Papa Juan Pablo II en Roma.
El 19 de septiembre de 1996, el Papa Juan Pablo II fue a recogerse y a orar en las tumbas de San Luis María de Montfort y de la Bienaventurada María Luisa de Jesús en Saint-Laurent-sur-Sèvre (Vendée).
Por su vida y por sus obras, María Luisa de Jesús revela un mensaje de gran actualidad: promoción integral de la persona humana y servicio a los más pobres, por amor a Jesucristo-Sabiduría.

sábado, 27 de abril de 2013

El hijo de la cautiva

La dramática historia de Cynthia Parker está en el origen de la película 'Centauros del desierto'

Su hijo mayor se convirtió en el último caudillo guerrero de los comanches

En 1836, cuando tenía nueve años, Cynthia Ann Parker fue arrancada cruelmente por primera vez del mundo al que pertenecía. Estaba jugando una mañana en el rancho que su familia había construido y fortificado en una zona del oeste de Texas, en el límite de las grandes praderas donde ningún colono blanco se había aventurado, habitadas por indios cazadores y guerreros y por manadas oceánicas de bisontes. Una banda de jinetes comanches se acercó a la entrada del rancho pidiendo comida y agua. A los pocos minutos había empezado la primera de las dos grandes matanzas a las que Cynthia Ann Parker asistió en su vida. Los hombres de la familia cayeron traspasados por lanzas y flechas. Todavía vivos los comanches les arrancaron las cabelleras y les cortaron los genitales antes de matarlos. A la abuela la clavaron con lanzas al suelo y la violaron repetidamente. A un bebé que no paraba de llorar se lo quitaron a la madre de los brazos y lo degollaron. Cynthia Ann Parker fue atada a la grupa de un caballo y arrastrada hasta que se hizo de noche. Vio cómo una tía suya de 17 años, también cautiva, era torturada y violada en medio de una gran danza de celebración en torno a una hoguera. Los comanches mataban a los bebés, pero adoptaban a los niños algo mayores. Al poco tiempo Cynthia Ann Parker había olvidado la lengua inglesa y hablaba y vestía como una niña comanche.
A partir de entonces empezó una leyenda. Mercaderes que trataban con los indios decían haber visto a una comanche rubia con los ojos azules que se apartaba asustada de ellos cuando le hablaban en inglés. Uno de los supervivientes de la familia, su tío James Parker, decidió buscarla y rescatarla y pasó más de diez años recorriendo los territorios inmensos en los que las patrullas militares se extraviaban queriendo encontrar el rastro de las bandas de comanches, los guerreros fulminantes y crueles que preferían atacar en la claridad de las noches de luna y que desde hacía casi dos siglos dominaban la facultad temible de pelear a caballo, aterrorizando por igual a las otras tribus indias y a las patrullas españolas que se atrevían a subir hacia el norte desde México. Diez o quince años después del rapto, algún viajero blanco se encontró con la que ya no recordaba llamarse Cynthia Ann Parker, ahora esposa de un jefe y madre de tres hijos. Su piel era ya tan cobriza como la de las indias y tenía el pelo oscurecido con grasa de bisonte. Ahora se llamaba Nautdah: la que ha sido dada, o aceptada, o acogida.
Mercaderes que trataban con los indios decían haber visto a una comanche rubia con los ojos azules
En 1860 su mundo se vio trastornado por segunda vez. Para entonces los comanches se batían lentamente en retroceso, sus territorios invadidos por centenares de miles de colonos, las manadas de bisontes gravemente diezmadas. El cólera y la viruela eran matarifes todavía más eficaces que los nuevos fusiles de repetición contra los que ya no podían nada los arcos y las flechas. Un día, antes del amanecer, los soldados atacaron un campamento comanche. Para entonces el hábito de arrancar las cabelleras y sacar las entrañas a los vivos igual que a los muertos se había extendido a todas las partes combatientes. Cynthia Ann Parker se vio en medio de una batalla en la que murió su esposo y en la que perdió de vista a sus dos hijos mayores. A la pequeña, Flor de la Pradera, todavía le daba el pecho. Entre las humaredas, los gritos, los relinchos de los caballos, los ladridos de los perros, la carnicería general, uno de los soldados redujo con dificultad a una india que huía con un bebé en los brazos y descubrió que tenía los ojos azules.
En una fotografía que le tomaron poco después no parece una mujer blanca: tiene la cara oscura, como quemada, el pelo liso y mal cortado, una expresión de recelo o de pánico, y le da el pecho abiertamente a su hija. La historia de la cautiva rescatada al cabo de veinticuatro años se publicó en todos los periódicos. La llevaron a un cuartel y las mujeres de los oficiales se encargaron de ponerle ropas de blanca, y al principio se dejaron engañar por su apariencia de docilidad. Pero en cuanto se descuidaron Cynthia Ann Parker estaba intentando huir con su hija y se arrancaba el vestido de algodón para ponerse de nuevo su ropa de comanche. La apresaron de nuevo, pero era inútil. Permanecía inmóvil, con su hija en brazos, con la mirada perdida. La niña contrajo unas fiebres y murió al cabo de algún tiempo. Cynthia Ann Parker no volvió nunca con los comanches ni se reintegró a la comunidad de los blancos. Vivió como un fantasma, doblemente extranjera.
La historia de la cautiva rescatada al cabo de veinticuatro años se publicó en todos los periódicos
Su historia, convertida en leyenda, es el origen de la película más hermosa de John Ford, The Searchers (Centauros del desierto). Pero la realidad es mucho más complicada y más áspera que la ficción, aunque también más sorprendente. Lo he sabido leyendo un libro del historiador americano S. C. Gwynne, Empire of the Summer Moon, que cuenta lo que está más allá de esos finales rotundos que nos gustan tanto en el cine y en las novelas. En las historias de la realidad no hay puntos finales. Mientras Cynthia Ann Parker se confinaba a sí misma en un silencio sin fisuras, su hijo mayor, que tenía 12 años cuando ella fue rescatada, o raptada por segunda vez, crecía hasta convertirse en el último caudillo guerrero de los comanches, Quanah Parker. En el final apocalíptico de una nación que había dominado a caballo durante dos siglos los territorios centrales de un continente tan ancho como un océano, Quanah Parker fue el último héroe, el más temerario y el más cruel, el que seguía resistiendo cuando la matanza metódica de treinta millones de bisontes, llevada a cabo en muy pocos años, dejó desiertas las grandes praderas, de modo que los comanches ya no tenían ni comida ni estiércol seco para encender hogueras ni pieles para hacer tiendas o prendas de ropa, ni tendones con los que tejer cuerdas de arcos.
Una historia así exige un crescendo trágico, un acorde definitivo a la altura de su despliegue épico. Pero resulta que, en un cierto momento, cuando comprendió que todo estaba perdido, y que continuar la guerra era condenar a su pueblo al exterminio, Quanah Parker se rindió honrosamente a sus antiguos enemigos, se instaló en una reserva y empezó una vida sedentaria y razonablemente próspera de ciudadano americano. Sin perder su apostura imponente el guerrero primitivo derivó en activista cívico, dedicado a los negocios y a la defensa de los derechos de los suyos. Se acostumbró a los sombreros flexibles y a los trajes a medida, pero no renunció nunca a su larga melena lisa de guerrero, ni tampoco al hábito comanche de la poligamia. Intentó averiguar el paradero de su madre, pero solo pudo visitar tristemente su tumba. A lo que nunca se rebajó fue a participar, como otros antiguos jefes, en el circo humillante de Buffalo Bill. Fue amigo del presidente Theodore Roosevelt, y su imagen atónita en movimiento se conserva en una película de 1908.
El imperio de la luna de agosto. Auge y caída de los comanches. S. C. Gwynne. Turner. Madrid, 2011.
www.antoniomuñozmolina.es

viernes, 19 de abril de 2013

viernes 19 Abril 2013

San León IX






Papa (1002-1054) Bruno de Egisheim-Dagsburg nació en Alsacia el año 1002 y fue hijo de los condes de aquella comarca. Al bautizarlo le impusieron el nombre de Bruno. Estaba emparentado con los emperadores alemanes.   Llamado al lado del Obispo Hermann de Toul trabajó con todas sus fuerzas por la reforma de las costumbres especialmente entre los clérigos.
Se entregó a la vez a cuidar de los más pobres y necesitados.     Muerto el obispo Hermann fue elegido por el pueblo y por el clero para sucederle como obispo de Toul. Se entregó de lleno a la misión y no se arredraba ante dificultad alguna. Fue con el ejemplo de su vida, sobre todo, el arma con que más trabajó para atajar tanto mal como se había ido introduciendo entre el clero.    Muy activo y enérgico, peregrinó por media Europa para corregir vigorosamente los peores abusos (sobre todo la simonía y el concubinato de los clérigos), defendiendo la supremacía pontificia, impulsando la reforma de Cluny, sentando las bases de lo que será el derecho canónico, oponiéndose a herejías y llamando a su lado como canciller al gran Hildebrando.

Los Papas Clemente II y Dámaso II apenas pudieron hacer nada con la reforma que quisieron introducir porque sus pontificados fueron efímeros. Los reyes en esta época tenían un influjo casi totalitario en la designación de los Papas. Así Enrique III el Negro en diciembre de 1048 convocó la Dieta de Worms y propuso a Bruno de Toul como candidato a sucesor de la silla de San Pedro y fue gustosamente aceptado por todos.     San Hugo de Cluny, el arzobispo Halinard de Lyon, San Pedro Damián y sobre todo el futuro Papa Gregorio VII, el gran Hildebrando.
León IX hizo comprender a todo el mundo que el Papa era quien gobernaba y no sólo presidía. Dictó leyes muy importantes y las hizo cumplir, especialmente a los príncipes y clérigos, sobre estos dos puntos que tanta necesidad tenían de una tajante reforma.     Una trayectoria ejemplar de padre que defiende la pureza de la fe y de las costumbres, y la independencia de la Iglesia, interviniendo en la política mundial para poner paz con un talento de bondad evangélica que desarmaba a sus mismos enemigos.     En este misterioso nudo de lo humano y lo trascendente que es siempre la Iglesia y su cabeza visible parece como si desde nuestra perspectiva los esfuerzos más admirables y los éxitos clamorosos tuviesen que estar siempre empañados por la imprudencia, el fracaso y el error, como si todo gobierno, incluso el de los sucesores de Pedro, llevara un estigma de grave imperfección.
Tan santo pontífice, con grandes dotes para serlo, vio iniciarse la polémica con el patriarca de Constantinopla que conduciría después de su muerte al cisma de Oriente, y su desafortunada guerra defensiva contra los normandos en el sur de Italia concluyó con una derrota y con el cautiverio del propio León. Murió el 1054 y fue muy llorado por los romanos.    Hay un epitafio en su sepulcro que reza así:  Roma vencedora está dolorida al quedar viuda de León IX, segura de que, entre muchos, no tendrá un padre como él.

domingo, 14 de abril de 2013


En la muerte de Margaret Thatcher: «The lady's not for turning»

La actitud de Margaret Thatcher frente al comunismo es muy significativa de toda su manera de actuar en política. Una manera de actuar basada siempre en sus principios

Al conocer la noticia de la muerte de Margaret Thatcher, no por esperada menos triste, lo primero que he pensado es que ella ha sido, junto a Winston Churchill, la política europea del último siglo que más ha hecho por el triunfo de la libertad.
Churchill tuvo que hacer frente al monstruo del nazismo y fue el máximo artífice de la victoria aliada. Su actuación en la Guerra Mundial tuvo mucho de épica.
El enemigo totalitario al que tuvo que enfrentarse Margaret Thatcher era el comunismo, que todavía mantenía sojuzgada a más de media Europa y aún era capaz de engatusar a amplias capas de intelectuales -esos intelectuales que actúan como los depositarios de la corrección política- en los países libres de Occidente.
Thatcher no se arredró y, como la primera mujer primera ministra de la historia de Gran Bretaña, hizo suya la causa de la libertad y no dudó en plantar cara, junto al presidente Ronald Reagan y al Papa Juan Pablo II, a ese comunismo con el que los líderes democráticos de Occidente se habían acostumbrado a contemporizar.
Poco le importaron las críticas que recibía de esos intelectuales, que desde los países libres de Occidente se mostraban proclives a excusar los crímenes y los excesos del comunismo. Ella tenía claro que el comunismo era letal para la humanidad y que la causa de la libertad saldría ganando si el comunismo era derrotado. Por eso, en ningún momento tuvo la tentación de llegar a componendas con aquellos líderes de la última Unión Soviética, y se mantuvo siempre firme en su anticomunismo. Y por eso, cuando vio que Gorbachov empezaba a transitar por el camino correcto, le apoyó y le ayudó a terminar con el siniestro régimen soviético.
La actitud de Margaret Thatcher frente al comunismo es muy significativa de toda su manera de actuar en política. Una manera de actuar basada siempre en sus principios. Porque aquí tengo que proclamar que Margaret Thatcher ha sido, en todo momento, la personalidad política más fiel a sus valores que he conocido.
Margaret Thatcher no tuvo nunca nada fácil. Hay que pensar en el enorme mérito que encontramos en todos los episodios de su biografía. Cómo de hija de un tendero de clase media llegó a estudiar en Oxford. Cómo, a pesar de ser mujer, consiguió hacerse valorar por el establishment del Partido Conservador. Y cómo, sin complejos ni apaños, logró que ese Partido, que estaba sumido en una profunda crisis de identidad después de los años de Edward Heath y de dominio de los «wets», la eligiera como líder en 1975 y, de su mano, volviera a defender los valores de la libertad, de la economía de mercado y del predominio de los ciudadanos sobre el Estado.
Si tuviera que elegir un momento que representa perfectamente la manera de hacer política de la líder desaparecida me quedaría con el impresionante discurso que pronunció ante la Conferencia del Partido Conservador, en Brighton, el 10 de octubre de 1980, que se conoce por la frase que allí pronunció: «The lady's not for turning» (la señora no está por cambiar el rumbo).
Y es que Margaret Thatcher compareció ese día en Brighton, 17 meses después de haber llegado a Downing Street, con la agenda llena de problemas. Había más de dos millones de parados y seguían aumentando, Inglaterra estaba ante una profunda recesión, la inflación estaba aún más alta que cuando había empezado a gobernar, y en su gobierno habían aparecido las primeras fisuras en forma de filtraciones a la prensa.
En esas condiciones, Margaret Thatcher pronunció un discurso que dejó meridianamente claro a los miembros de su partido y también a todos sus amigos en el mundo entero, y a los que no lo eran, cuáles eran sus principios y cuáles eran los objetivos de su gobierno. Dejó claro que ella no iba a renunciar ni a esos principios ni a esos objetivos.
Hay que recordar que ella había sido elegida primera ministra el 4 de mayo de 1979 porque había ilusionado a los británicos con un proyecto para frenar la evidente decadencia económica del Reino Unido, devolver la política británica al lugar que siempre había tenido en el ámbito internacional y recuperar la autoestima que los ciudadanos de Gran Bretaña llevaban años perdiendo. Y en Brighton, 17 meses después, tenía la sensación de que podía fracasar rotundamente.
Por eso, en aquel discurso fue a la raíz del problema y recordó que el objetivo de su gobierno era el reto más ambicioso que había afrontado ningún gobierno británico desde la II Guerra Mundial: cambiar la forma de pensar de los británicos para que Gran Bretaña recuperara la confianza en sí misma. Ella se había propuesto demostrar en la práctica que había una alternativa al modelo socialdemócrata que parecía ser el único posible.
Ella quería que Gran Bretaña fuera una sociedad de propietarios, que los británicos fueran propietarios de sus casas y fueran accionistas de sus empresas. Quería que los sindicatos redujeran su campo de influencia al lógico y que acabaran sus abusos. Quería devolver la iniciativa de la actividad económica, social y cultural a la capacidad emprendedora de los ciudadanos. Quería que el mundo entero supiera que en la Guerra Fría Gran Bretaña iba a estar siempre al lado de los defensores de la libertad y en contra de toda tiranía, y, desde luego, contra el comunismo. Ella quería, en definitiva, concitar el coraje, el talento y la energía de los británicos para salir de la depresión general en que se encontraban. Porque, como dijo ese día, «el deber más ineludible de un gobierno es evitar que se desperdicie el mayor activo de un país, que es el talento y la energía de su gente». Y pronunció esa frase que ya ha quedado para la historia: «The lady's not for turning».
Hoy sabemos que el proyecto de Thatcher se saldó con un rotundo éxito, y que su ejemplo tiene un lugar destacado en la historia política de las democracias. Por eso hoy la lloraremos todos los que amamos la libertad y todos los que intentamos que nuestra actuación política esté siempre marcada por la fidelidad a unos valores y a unos principios y nunca por el oportunismo.

sábado, 13 de abril de 2013


 
                    

sábado 13 Abril 2013

San Carpo Actas






Las Primeras Actas de los Mártires
Entre las fuentes más preciosas de información con que contamos para la historia de las persecuciones están los relatos de los sufrimientos de los mártires. Se solían leer a las comunidades cristianas en los actos litúrgicos que conmemoraban el aniversario del martirio. Desde el punto de vista histórico pueden dividirse en tres grupos:
I. El primer grupo comprende los procesos verbales oficiales del tribunal. No contienen más que las preguntas dirigidas a los mártires por las autoridades, sus respuestas tal como las anotaban los notarios públicos o los escribientes del tribunal, y las sentencias dictadas. Estos documentos se depositaban en los archivos públicos, y algunas veces los cristianos lograban obtener copias. La apelación Actas de los mártires (acta o gesta martyrum) tendría que reservarse para este grupo, pues solamente aquí tenemos fuentes históricas inmediatas y absolutamente dignas de crédito, que se limitan a consignar los hechos.
II. El segundo grupo comprende los relatos de testigos oculares o contemporáneos. A éstos se les llama passiones o martyria.
III. El tercer grupo abarca las leyendas de mártires compuestas con fines de edificación mucho después del martirio. A veces es una mezcla fantástica de verdad e imaginación. En otros casos se trata de simples novelas, sin ningún fundamento histórico.
I. Al primer grupo pertenecen:
1. Las Actas de San Justino y compañeros. Estas actas no tienen precio por contener el proceso oficial del tribunal que condenó al más importante de los apologistas griegos, el célebre filósofo Justino. Fue encarcelado junto con otros seis cristianos por orden del perfecto de Roma, Q. Junio Rústico, durante el reinado del emperador Marco Aurelio Antonino, el filósofo estoico. Las actas consisten en una breve introducción, el interrogatorio, la sentencia y una corta conclusión. La sentencia que pronuncia el prefecto es la siguiente: "Los que no han querido sacrificar a los dioses ni someterse al mandato del emperador, sean azotados y llevados a ser decapitados conforme a la ley." El martirio tuvo lugar en Roma, probablemente el año 165.
2. Las Actas de los mártires escilitanos en África son el documento histórico más antiguo de la Iglesia africana y, al mismo tiempo, el primer documento fechado en lengua latina que poseemos del África del Norte. Contienen las actas oficiales del juicio de seis cristianos de Numidia, que fueron sentenciados a muerte por el procónsul Saturnino y decapitados el 17 de julio del año 180. A más del original latino, se conserva una traducción griega de estas actas.
3. Las Actas proconsulares de San Cipriano, obispo de Cartago, que fue ejecutado el 14 de septiembre del 258, se basan en relaciones oficiales unidas entre sí por unas pocas frases del editor. Consisten en tres documentos separados que contienen: 1) el primer juicio, que condena a Cipriano al destierro de Curubis; 2) detención y segundo juicio, y 3) ejecución. Sufrió martirio bajo los emperadores Valeriano y Galieno.
II. A la segunda categoría pertenecen:
1. El Martyrium Policarpi, del año 156 (cf. supra p.83-5).
2. La Carta de las Iglesias de Viena y Lión a las Iglesias de Asia y Frigia es uno de los más interesantes documentos sobre las persecuciones que nos ha conservado Eusebio (Hist. eccl. 5,l,l-2,8). Ofrece un relato emocionante de los sufrimientos de los mártires que murieron en la terrible persecución de la Iglesia de Lión en 177 ó 178. No disimula la apostasía de algunos miembros de la comunidad. Entre los valerosos mártires vemos al obispo Fotino, que "sobrepasaba los noventa años de edad, y muy enfermo, a quien apenas dejaba respirar la enfermedad corporal que le aquejaba, pero reconfortado por el soplo del Espíritu por su ardiente deseo de martirio"; a la admirable Blandina, una esclava frágil y delicada, que sostuvo el valor de sus compañeros con su ejemplo y sus palabras; a Maturo, un neófito de admirable fortaleza; a Santo, el diácono de Viena; a Alejandro, el médico, y a Póntico, muchacho de quince años. A propósito de Blandina, las actas narran lo siguiente: "La bienaventurada Blandina, la última de todos, cual generosa madre que ha animado a sus hijos y los ha enviado por delante victoriosamente al rey, recorrió por sí misma todos los combates de sus hijos y se apresuraba a seguirlos, jubilosa y exultante ante su próxima partida, como si estuviera convidada a un banquete de bodas y no condenada a las fieras. Después de los azotes, tras las dentelladas de las fieras, tras el fuego, fue, finalmente, encerrada en una red y arrojada ante un toro bravo, que la lanzó varias veces a lo alto. Mas ella no se daba ya cuenta de nada de lo que le ocurría, por su esperanza y aun anticipo de los bienes de la fe, absorta en íntima conversación con Cristo. También ésta fue al fin degollada. Los mismos paganos reconocían que jamás habían conocido una mujer que hubiera soportado tantos y tan grandes suplicios."
3. La Pasión de Perpetua y Felicidad narra el martirio de tres catecúmenos, Sáturo, Saturnino y Revocato, y de dos mujeres jóvenes, Vibia Perpetua, de veintidós años de edad, "de noble nacimiento, instruida en las artes liberales, honrosamente casada, que tenía padre, madre y dos hermanos, uno de éstos catecúmeno como ella, y un hijo, que criaba a sus pechos," y su esclava Felicidad, que estaba encinta cuando la arrestaron y dio a luz una niña poco antes de morir en la arena. Sufrieron martirio el 7 de marzo del 202, en Cartago. Este relato es uno de los documentos más hermosos de la literatura cristiana antigua. Es único por los autores que tomaron parte en su redacción. En su mayor parte (c.3-10) es el diario de Perpetua: "a partir de aquí, ella misma narra punto por punto la historia de su martirio, como la dejó escrita de su mano, según sus propias impresiones" (c.2). Los capítulos 11 al 14 fueron escritos por Sáturo. Hay motivos para creer que el autor de los demás capítulos y editor de la Pasión entera es Tertuliano, contemporáneo de Perpetua y el más grande escritor de la Iglesia africana de aquel tiempo. La analogía de estilo, de sintaxis, de vocabulario y de ideas entre las obras de Tertuliano Ad Martyres y De patientia y la Pasión de Perpetua y Felicidad es sorprendente. En tiempo de San Agustín gozaban todavía estas actas de tal estimación, que hubo de advertir a sus oyentes que no debían ponerlas al mismo nivel que las Escrituras canónicas (De anima et eius origine 1,10,12).
Las actas existen en latín y en griego. Parece que el texto latino es el original, porque el griego ha modificado algunos pasajes y echa a perder la conclusión. C. van Beek cree que el mismo autor editó la Passio en griego y en latín; pero algunos pasajes, como los capítulos 21,2 y 16,3, prueban que el texto latino es el original y que el texto griego no es más que una traducción posterior, porque los juegos de palabras que ocurren en los citados lugares sólo pueden entenderse en latín.
El contenido de estas actas es de considerable importancia para la historia del pensamiento cristiano. Especialmente las visiones que tuvo Perpetua en su prisión, y que luego puso por escrito, son de inestimable valor para conocer las ideas escatológicas de los primitivos cristianos. La visión de Dinócrates y la de la escalera y el dragón son ejemplos notables. Al martirio se le llama por dos veces un segundo bautismo (18,3 y 21,2). En la visión del Buen Pastor se refleja el rito de la comunión.
No cabe duda que la Passio de Perpetua y Felicidad es el documento más conmovedor que nos ha llegado del tiempo de las persecuciones.
Perpetua nos ha dejado un relato emocionante de las tentativas de su padre por librarla de la muerte:
De allí a unos días se corrió el rumor de que íbamos a ser interrogados. Vino también de la ciudad mi padre, consumido de pena, y se acercó a mí con intención de derribarme, y me dijo: "Compadécete, hija mía, de mis canas; compadécete de tu padre, si es que merezco ser llamado por ti con el nombre de padre. Si con estas manos te he llevado hasta esa flor de tu edad, si te he preferido a todos tus hermanos, no me entregues al oprobio de los hombres. Mira a tus hermanos; mira a tu madre y a tu tía materna; mira a tu hijito, que no ha de poder sobrevivirte. Depón tus ánimos, no nos aniquiles a todos, pues ninguno de nosotros podrá hablar libremente si a ti te pasa algo." Así hablaba como padre, llevado de su piedad, a par que me besaba las manos y se arrojaba a mis pies y me llamaba, entre lágrimas, no ya su hija, sino su señora. Y yo estaba transida de dolor por el caso de mi padre, pues era el único en toda mi familia que no había de alegrarse de mi martirio. Y traté de animarle diciéndole: "Allá en el estrado sucederá lo que Dios quisiere; pues has de saber que no estamos puestos en nuestro poder, sino en el de Dios." Y se retiró de mi lado sumido de tristeza. Otro día, mientras estábamos comiendo, se nos arrebató súbitamente para ser interrogados, y llegamos al foro o plaza pública. Inmediatamente se corrió la voz por los alrededores de la plaza, y se congregó una muchedumbre inmensa. Subimos al estrado. Interrogados todos los demás, confesaron su fe. Por fin me llegó a mí también el turno. Y de pronto apareció mi padre con mi hijito en los brazos y me arrancó del estrado, suplicándome: "Compadécete del niño chiquito." Y el procurador Hilariano, que había recibido a la sazón el ius gladii, o poder de vida y muerte, en lugar del difunto procónsul Minucio Timiniano: "Ten consideración - dijo - a la vejez de tu padre; ten consideración a la tierna edad del niño. Sacrifica por la salud de los emperadores." Y yo respondí: "No sacrifico." Hilariano: "¿Luego eres cristiana?," dijo. Y yo respondí: "Sí, soy cristiana." Y como mi padre se mantenía firme en su intento de derribarme, Hilariano dio orden de que se le echara de allí, y aun le dieron de palos. Yo sentí los golpes de mi padre como si a mí misma me hubieran apaleado. Así me dolí también por su infortunada vejez. Entonces Hilariano pronuncia sentencia contra todos nosotros, condenándonos a las fieras. Y bajamos jubilosos a la cárcel (BAC 75,424-426).
4. Las Actas de los santos Carpo, Papilo y Agatónica son la relación autentica de un testigo ocular del martirio de Carpo y Papilo, que murieron en la hoguera en el anfiteatro de Pérgamo, y de Agatónica, una mujer cristiana que se arrojó a las llamas. Las actas, en su forma actual, parecen incompletas. Agatónica había sido condenada como los otros dos; pero, como esta parte falta en el texto, da la impresión de que se suicidó. Los martirios ocurrieron en tiempo de Marco Aurelio y Lucio Vero (161-169). Estas actas circulaban aún en tiempo de Eusebio (Hist. eccl. 4,15,48).
5. Las Actas de Apolonio. En su Hist. eccl. 5,21,2-5, Eusebio da un resumen de estas actas. El las había incluido va en su colección de martirios antiguos. Apolonio era un sabio filósofo. Juzgado por Perennis, prefecto del Pretorio de Roma, fue decapitado durante el reinado del emperador Cómodo (180-185). Los discursos con que Apolonio defiende su fe ante Perennis se asemejan, en su argumentación, a los escritos de los apologistas. Probablemente se basan en las respuestas del mismo filósofo, consignadas en las Acta praefectoria oficiales. A. Harnack las ha llamado "la más noble apología del cristianismo que nos ha legado la antigüedad." Se han publicado dos traducciones de estas actas, una en armenio por Conybeare, en 1893, y otra en griego por los Bolandistas, en 1895.
III. Al tercer grupo pertenecen las actas de los mártires romanos Santa Inés, Santa Cecilia, Santa Felicidad y sus siete hijos, San Hipólito, San Lorenzo, San Sixto, San Sebastián Santos Juan y Pablo, Cosme y Damián; también el Martyrium S. Clementis (cf. supra p.52) y el Martyrium S. Ignatii. El que estas actas no sean auténticas no prueba en modo alguno que estos mártires no hayan existido, como han concluido algunos sabios. La autenticidad o falsedad de estas actas no demuestra ni la existencia ni la no existencia de los mártires; indica solamente que estos documentos no se pueden usar como fuentes históricas.
Colecciones. Eusebio reunió una colección de actas de mártires en su obra Sobre los mártires antiguos. Desgraciadamente, esta fuente de tanto valor se ha perdido. Sin embarco, en su Historia eclesiástica da un resumen de la mayoría de esta actas. Tenemos, no obstante, su tratado sobre los mártires de Palestina, que es un relato de las víctimas de las persecuciones que se sucedieron del año 303 al 311, y que él presenció siendo obispo de Cesarea. Un autor anónimo recogió las actas de los mártires persas que murieron bajo Sapor II (339-379). Existen en siríaco, que es la lengua en que fueron compuestas. Los procesos y los interrogatorios, por su forma, recuerdan las relaciones de las auténticas actas de los primeros mártires. Las actas siríacas de los mártires de Edesa son pura leyenda.



Mártires de Laos



  Diecisiete  mártires en Laos podrían ser declarados beatos próximamente después de  concluir la fase diocesana de quince de ellos en Francia y seguir su  curso la de los otros dos, ya en la fase romana, informó la agencia Fides.


Se trata  de dieciséis misioneros religiosos y laicos -cinco religiosas francesas  y un misionero italiano de los Misioneros Oblatos de María Inmaculada  (OMI), cinco miembros de la Sociedad para las Misiones Extranjeras de  París (MEP) y cinco laosianos (un sacerdote y cuatro laicos)- y un  catequista de etnia hmong.

La Conferencia Episcopal de Laos ha  pedido que se forme un proceso unificado, de los diecisiete mártires  fallecidos entre 1954 y 1970 por odio a la fe, para proclamarles beatos.

El pasado 27 de febrero, el obispo de la diócesis francesa de  Nantes, monseñor Jean-Paul James, decretó la clausura del proceso  diocesano de las cinco religiosas francesas OMI, los cinco miembros de  Sociedad para las MEP y los cinco laosianos.

Entre ellos, se  encuentra el padre Jean Baptiste Malo, misionero francés que murió de  fatiga y debilidad mientras era conducido, a marchas forzadas, a un  “campo de reeducación” marxista en el cercano Vietnam.

“La  guerrilla quería eliminar todo lo que era extranjero y cristiano”,  explica el canciller de la diócesis de Nantes, el padre Serge Leray,  pero los misioneros escogieron “permanecer en el país” a pesar de las  “terribles amenazas”.

El padre José Tiên y sus compañeros son  los primeros cristianos autóctonos de Laos que tienen abierta una causa  de beatificación.

El proceso ha sido una oportunidad para  revivir la época heroica misionera realizada por los misioneros en el  Sudeste de Asia.

Así lo señaló el obispo de Nantes en la solemne  concelebración Eucarística para agradecer el éxito del proceso  diocesano.

En la homilía, monseñor James afirmó que “este  proceso canónico nos ha permitido a muchos de nosotros aprender más  sobre la historia de la Iglesia en Laos y seguir rezando por nuestros  hermanos en la fe que viven en ese país”.

Los sacerdotes de las  Misiones Extranjeras de París llegaron por primera vez al pequeño Estado  de Laos para anunciar el Evangelio a finales del siglo XIX. En los años  30 del siglo XX llegaron los Oblatos de María Inmaculada.

La  misión de Laos fue perseguida con fuerza en el tiempo de las luchas  internas por la conquista del poder y al surgir la dictadura comunista.

De hecho, con el ascenso al poder de los comunistas del Pathet Lao  en 1975, aumentó todavía más la persecución a misioneros y catequistas;  ese año, el nuevo régimen comunista expulsó de Laos a todos los  misioneros extranjeros.

Desde ese año, no le es posible entrar  ni desarrollar su labor en el país a ningún instituto religioso  internacional con miembros extranjeros.

Existen casas de  formación de las religiosas Amantes de la Cruz (vietnamitas) y de las  Hermanas de la Caridad de St. Jean Antida (francesas), pero todas  jóvenes laosianas.

Para todo el territorio nacional, existe un  seminario mayor en Paksé -aprobado, pero controlado por el Gobierno-,  con educadores y docentes laosianos.


Un religioso, como  turista, se acerca a Laos una vez al año durante ocho días e imparte un  intensísimo curso de Teología.

En 2007, la cifra de católicos en  Laos rondaba los 42.000, de una población total de 5,4 millones de  habitantes, en su mayoría budistas.


Ese mismo año, la comunidad  católica del país celebró con gran alegría la primera ordenación  sacerdotal de los últimos cincuenta años, de un laosiano, en el  vicariato apostólico de Paksé.

Las  investigaciones para dar fe de las virtudes heroicas de los 15 mártires  de el proceso en la diócesis de Nantes se llevaron a cabo en Francia y  en Laos, con encuestas y entrevistas a los testigos locales de la época.

Todo ello se realizó con mucha discreción, dado que  actualmente los cristianos en Laos viven en libertad vigilada.

El  postulador de la causa, el padre Roland Jacques -sacerdote OMI y  vicerector de la Universidad de San Pablo de Ottawa- recogió abundante  documentación e interrogó a al menos 85 testigos, información que ahora  pasa a la Congregación para las Causas de los Santos.

La otra  causa -que los obispos de Laos han pedido unir a la clausurada en  Nantes- lleva dos años en la fase romana y se refiere al misionero italiano Mario Borzaga, OMI, y al catequista de Laos Pablo Thoj Xyooj.

Mario Borzaga nació en Trento en 1932 y fue asesinado en 1960 en un  bosque, cuando regresaba por un sendero de montaña de una gira  apostólica con el catequista Xyooj, por un grupo de guerrilleros  comunistas.

miércoles, 10 de abril de 2013

Margaret Thatcher, paladín de la libertad en 15 frases

El mundo le debe mucho a Mrs. Thatcher y a su liderazgo, le debe mucho a su coraje y su valentía en los difíciles momentos de la Guerra Fría

15 frases memorables de Margaret Thatcher

Un amigo me alcanzó estas 15 frases memorables de la ex Premier británica fallecida el pasado lunes 8 y me parece oportuno compartirlas con los lectores. Son frases de una mujer que hizo de la causa de la libertad, política y económica, el eje de su carrera política y de su gobierno. Una mujer que sin duda cambió el mundo. Una mujer que, como expresó el Papa Francisco, "recuerda los valores cristianos que estaban en la base de su compromiso con el servicio público y en la promoción de la libertad entre la familia de las naciones". Una mujer nacida en un hogar de clase media, que logró completar su carrera universitaria en Oxford, y que logró alcanzar el liderazgo del partido Conservador cuando predominaba el machismo y las mujeres eran  relegadas a las tareas del hogar. El mundo le debe mucho a Mrs. Thatcher y a su liderazgo, le debe mucho a su coraje y su valentía en los difíciles momentos de la Guerra Fría y eso lo reconoció con claridad el presidente Obama cuando señaló que con “la partida de la baronesa Thatcher el mundo ha perdido a uno de los grandes defensores de la libertad. Muchos de nosotros nunca la olvidaremos hombro con hombro con el presidente (Ronald) Reagan, recordando al mundo que no somos arrastrados por las corrientes de la historia, sino que podemos darles forma con convicción moral, inquebrantable coraje y voluntad de hierro".
Y cabría añadir, a la luz de la actual crisis financiera de la Unión Europea, que Thatcher fue clarividente cuando en 1990 se opuso a una moneda única europea, a un banco central europeo y a la entrega de la soberanía nacional a órganos no electivos que dirigían todo desde Bruselas sin tener la representación popular de ningún país.
He aquí las frases.

- "No tuve suerte, lo merecía" (al recibir su primer premio escolar, a los 9 años).
- "Ser poderoso es como ser una dama. Si tienes que andar diciéndolo, es que no lo eres". 
- "Soy extraordinariamente paciente, siempre que, al final, me salga con la mía".
- "No hay alternativa" (There Is No Alternative), repetía hasta la saciedad al hablar sobre su programa económico, lo que le valió el apodo de "Tina", acrónimo de esta frase.
- "No creo que haya una mujer primer ministro mientras yo viva" (1973).
- "¿La Dama de Hierro del mundo occidental? ¿Una combatiente de la Guerra Fría? De acuerdo, si es así como interpretan mi defensa de los valores y libertades fundamentales" (1976).
- "Cualquier mujer que entienda los problemas de llevar una casa estará más cerca de entender los problemas de llevar un país" (1979).
- "La señora no da marcha atrás" (defendiendo su política económica frente a sus críticos en la conferencia del Partido Conservador en 1980).
- "Sabíamos lo que teníamos que hacer, fuimos y lo hicimos. Gran Bretaña es grande otra vez" (al final de la guerra en las Malvinas en 1982).
- "En política, si quieres que se diga algo, pídeselo a un hombre. Si quieres que se haga algo, pídeselo a una mujer" (1982).
- "Me gusta estar en el centro de las cosas" (1984).
- "Creo que, históricamente, el término 'thatcherismo' será visto como un cumplido" (1985).
- "En Marks and Spencer, por supuesto. ¿No lo hace todo el mundo?" (cuando le preguntaron dónde se compraba la ropa interior en 1986).
- "El socialismo fracasa cuando se les acaba el dinero... de los demás".
- "Nos vamos de Downing Street por última vez después de 11 años y medio fantásticos y estamos contentos de dejar el Reino Unido en un estado mucho, mucho, mucho mejor que cuando llegamos" (tras su dimisión en noviembre de 1990).

San Ezequiel






Profeta (s. VII a. C)  Ezequiel, hijo de Buzi, linaje sacerdotal, fue llevado cautivo a Babilonia junto con el rey Jeconías de Judá (597 a.C) e internado en Tel Abib, a orillas del río Cobar. Cinco años después, a los treinta de su edad (cfr.1,1), Dios lo llamó al cargo de Profeta, que ejerció entre los desterrados durante 22 años, es decir, hasta el año 520 a.C.   A pesar de las calamidades del destierro, los cautivos no dejaban de abrigar falsas esperanzas, creyendo que el cautiverio terminaría pronto y que Dios no permitiría la destrucción de su templo y la Ciudad Santa (véase Jer. 7,4).
Había, además, falsos profetas que engañaban al pueblo prometiéndole en un futuro cercano el retorno al país de sus padres. Tanto mayor fue el desengaño de los infelices cuándo llegó la noticia de la caídad de Jerusalén. No pocos perdieron la fe y se entregaron a la desesperación.   La misión del profeta Ezequiel consistió principalmente en combatir la idolatría, la corrupción de las malas costumbres, y las ideas erróneas acerca del pronto regreso a Jesuralén. Para consolarlos pinta el profeta, con los mas vivos y bellos colores, las esperanzas de la salud mesiánica.
Dividese el libro en un prólogo, que relata el llamamiento del Profeta (cap. 1 a 3), y tres partes principales. La primera (cap. 4 a 24) comprende las profecías a cerca de la ruina de Jerusalén; la segunda (cap.25 a 32), el castigo de los pueblos enemigos  de Judá; la tercera (cap. 33 a 48), la restauración. " es notable la última sección del profeta (40 a 48), en que nos describe en forma verdaderamente geométrica la restauración de Israel después del cautiverio: el Templo, la ciudad, sus arrabales y la tierra toda de Palestina repartida por igual entre las doce tribus " (Nácar-Colunga).
Las profecias de Ezequiel descuellan por las riquezas de alegorias, imágenes, y acciones simbólicas, de tal manera, que San Jerónimo las llama " mar de la palabra divina" y " laberinto de los secretos de Dios".    Fue una época dificultosa para el pueblo de Israel. En Jerusalén reina Joaquín, hijo del piadoso rey Josías que murió en la batalla de Megiddo (609 a. C.). En un primer momento, Joaquín intenta halagar al coloso babilónico, pero termina uniéndose en coalición con pequeñas potencias contra Nabucodonosor.   Jeremías ya dio la voz de alerta, sugiriendo la sumisión, pero el orgullo de los elegidos la hizo imposible.
En 598 los babilonios ponen cerco a Jerusalén y capitula Judá. Su precio es la deportación de gran parte de la población, entre ellos el rey Jeconías, hijo de Joaquín que murió durante el asedio. Con los deportados va también el joven Ezequiel que será el profeta del exilio.   Dos etapas enmarcan su acción profética. La primera es antes de la destrucción de Jerusalén por los caldeos (598 a. C.) Aquí el hombre de Dios se encuentra con un pueblo ranciamente orgulloso y lleno de falso optimismo, fruto de la presunción. Es verdad que siglo y medio antes había permitido Dios la desaparición de Samaría, el Reino del Norte; pero Jerusalén es otra cosa; Yahwéh habita en ella.
Pensaban que pasaría como en tiempos de Senaquerib, un siglo antes, cuando tuvo que abandonar el asedio por una intervención milagrosa; ahora Dios repetiría el prodigio. Ezequiel no piensa como ellos. Afirma y predica que Jerusalén será destruida con el Templo.     Dice a todos que ha llegado la hora del castigo divino para el pueblo israelita pecador; sólo queda aceptar con compunción y humildad los designios punitivos de Yahwéh. A esta altura el profeta tiene una misión ingrata porque es un agorero de males futuros y próximos.     La  segunda  se desarrolla una vez consumada la catástrofe. Ahora ha de levantar los ánimos oprimidos; debe dar esperanzas luminosas sobre un porvenir mejor. Creían sus compatriotas deportados que Dios se había excedido en el castigo, o que les había hecho cargar con los pecados de los antepasados.
Ezequiel se preocupará de hacerles ver que Dios ha sido justo y que el castigo no tiene otra finalidad que la de purificarlos antes de pasar a una nueva etapa gloriosa nacional.   Ezequiel empleando un estilo que no tiene nada que ver con el de los profetas preexilios Amós, Oseas, Isaías y Jeremías; no goza de su sencillez y frescor. Ezequiel pertenece a la clase sacerdotal, está cabalgando entre dos épocas y se aproxima a la literatura apocalíptica del judaísmo tardío.
Fue la vida profética de Ezequiel un período de veinte años (593-573) de amplia actividad para salvar las esperanzas mesiánicas de sus compañeros de infortunio, al derrumbarse la monarquía israelita. Bien puede estar el secreto en copiar la fidelidad de Ezequiel. El Profeta Ezequiel, según tradición judía, murió mártir. La Iglesia celebra su conmemoración el 10 de abril.