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jueves 09 Mayo 2013
Profeta Isaías
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No
todos los Profetas nos dejaron sus visiones en forma de escritos. De
Elías y Eliseo, por ejemplo, sólo sabemos lo que nos narran los libros
históricos del Antiguo Testamento, principalmente los libros de Samuel y
de los Reyes.
Entre los vates cuyos escritos poseemos es, sin
duda, el mayor Isaías, hijo de Amós, de la tierra de Judá, quien fue
llamado al duro cargo de profeta en el año 738 a.C., y cuya muerte
ocurrió probablemente bajo el rey Manasés (693-639). Según una antigua
tradición judía, murió aserrado por la mitad, a manos de verdugos de
este impío rey. En 442 d. C. su restos fueron transportados a
Contantinopla. La Iglesia celebre su memoria el 6 de julio.
Isaías
es el primero de los Profetas del Antiguo Testamento, desde luego por
lo acabado de su lenguaje que representa el siglo de oro de la
literatura hebrea, mas sobre todo por la importancia de los vaticinios
que se refieren al pueblo de Israel, a los pueblos paganos y a los
tiempos mesiánicos y escatológicos. Ningún oto profeta vio con tanta
claridad al futuro Redentor, y nadie, como él, recibió tantas
ilustraciones acerca de la salud mesiánica, de manera que San Jerónimo
no vacila en llamarlo "el Evangelista entre los Profetas".
Distínguense
en el Libro de Isaías un Prólogo (cap. 1) y dos partes principales. La
primera (cap. 2 a 35) es una colección de profecías, exhortaciones y
amonestaciones, que tienen como punto de partida el peligro asirio, y
contiene vaticinios sobre Judá e Israel (2, 1 a 12, 6), oráculos contra
las naciones paganas (13, 1 a 23, 18); profecías escatológicas (24, 1 a
27, 13); amenazas contra la falsa seguridad (28, 1 a 33, 24), y la
promesa de salvación de Israel (34, 1 a 35, 10). Entre los profetas
descuellan las consignadas en los capítulos 7 a 12. Fueron pronunciadas
en tiempo de Acaz y tienen por tema la encarnación del Hijo de Dios, por
lo cual son también llamadas El Libro de Emmanuel.
Entre la primera y segunda parte media un trozo de cuatro capítulos (36 - 39), que forma algo así como un bosquejo histórico.
El
capítulo 40 da cominezo a la parte segunda del libro (cap. 40 a 66),
que trae veintisiete discursos, cuyo fin inmediato es consolar con las
promesas divinas a los que iban a ser desterrados a Babilonia, como
expresa El Eclesiástico (48, 27 s.).
Fuera de eso, su objeto
principal es anunciar el misterio de la Redención y de la salud
mesiánica, a la cual precede la pasión del siervo de Dios, que se
describe proféticamente con la más sorprendente claridad.
No es
de extrañar que la crítica racionalista haya atacado la auntenticidad de
esta segunda parte, atribuyéndola a otro autor posterior al cautiverio
babilónico. Contra tal teoría, que se apoya casi exclusivamente en
criterios internos y linguísticos, se levanta no sólo la tradición
judía, cuyo primer testigo es Jesús, hijo de Sirac, (Ecli. 48, 25 ss.),
sino también toda la tradición cristiana.
Para la interpretación
del profeta Isaías y de todos los profetas hay que tener presente el
decreto de la Pontificia Comisión Bíblica, del 29 de junio de 1908, que
establece los siguientes principios:
1. No es lícito considerar
las profecías como productos de la historiografía post eventum, es
decir, compuestos después de los acontecimientos que se pretende
vaticinar.
2. La opinión de que Isaías y los demás Profetas sólo
anunciaron cosas fáciles de conjeturar, no se compagina con las
profecías, especialmente con las mesiánicas y escatológicas; ni con la
opinión general de los Santos Padres.
3. No se puede admitir que
los Profetas debieran hablar siempre en forma inteligible, y que por
esto la segunda parte del libro, en la cual el profeta consuela a las
futuras generaciones, como si viviese en medio de ellas, no pueda tener
por autor a Isaías.
4. La prueba filológica, sacada del lenguaje y
estilo, para combatir la identidad del autor del libro de Isaías, no es
de tal índole que obligue a reconocer la pluralidad de autores.
El
creyente que lea este divino libro con espíritu de oración, no tardará
en descubrir que las profecías no son simples anuncios, sino que
contienen ricas enseñanzas de vida espiritual, preciosas para anunciar
nuestra fe y esperanzas.
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