Las Primeras Actas de los Mártires
Entre las fuentes más preciosas de información con que contamos para la historia de las persecuciones están los relatos de los sufrimientos de los mártires. Se solían leer a las comunidades cristianas en los actos litúrgicos que conmemoraban el aniversario del martirio. Desde el punto de vista histórico pueden dividirse en tres grupos:
I. El primer grupo comprende los procesos verbales oficiales del tribunal.
No contienen más que las preguntas dirigidas a los mártires por las
autoridades, sus respuestas tal como las anotaban los notarios públicos o
los escribientes del tribunal, y las sentencias dictadas. Estos
documentos se depositaban en los archivos públicos, y algunas veces los
cristianos lograban obtener copias. La apelación Actas de los mártires (acta o gesta martyrum)
tendría que reservarse para este grupo, pues solamente aquí tenemos
fuentes históricas inmediatas y absolutamente dignas de crédito, que se
limitan a consignar los hechos.
II. El segundo grupo comprende los relatos de testigos oculares o contemporáneos. A éstos se les llama passiones o martyria.
III. El tercer grupo abarca las leyendas de mártires compuestas con fines de edificación mucho después del martirio.
A veces es una mezcla fantástica de verdad e imaginación. En otros
casos se trata de simples novelas, sin ningún fundamento histórico.
I. Al primer grupo pertenecen:
1. Las Actas de San Justino y compañeros.
Estas actas no tienen precio por contener el proceso oficial del
tribunal que condenó al más importante de los apologistas griegos, el
célebre filósofo Justino. Fue encarcelado junto con otros seis
cristianos por orden del perfecto de Roma, Q. Junio Rústico, durante el
reinado del emperador Marco Aurelio Antonino, el filósofo estoico. Las
actas consisten en una breve introducción, el interrogatorio, la
sentencia y una corta conclusión. La sentencia que pronuncia el prefecto
es la siguiente: "Los que no han querido sacrificar a los dioses ni
someterse al mandato del emperador, sean azotados y llevados a ser
decapitados conforme a la ley." El martirio tuvo lugar en Roma,
probablemente el año 165.
2. Las Actas de los mártires escilitanos
en África son el documento histórico más antiguo de la Iglesia africana
y, al mismo tiempo, el primer documento fechado en lengua latina que
poseemos del África del Norte. Contienen las actas oficiales del juicio
de seis cristianos de Numidia, que fueron sentenciados a muerte por el
procónsul Saturnino y decapitados el 17 de julio del año 180. A más del
original latino, se conserva una traducción griega de estas actas.
3. Las Actas proconsulares de San Cipriano, obispo de Cartago,
que fue ejecutado el 14 de septiembre del 258, se basan en relaciones
oficiales unidas entre sí por unas pocas frases del editor. Consisten en
tres documentos separados que contienen: 1) el primer juicio, que
condena a Cipriano al destierro de Curubis; 2) detención y segundo
juicio, y 3) ejecución. Sufrió martirio bajo los emperadores Valeriano y
Galieno.
II. A la segunda categoría pertenecen:
1. El Martyrium Policarpi, del año 156 (cf. supra p.83-5).
2. La Carta de las Iglesias de Viena y Lión a las Iglesias de Asia y Frigia es uno de los más interesantes documentos sobre las persecuciones que nos ha conservado Eusebio (Hist. eccl.
5,l,l-2,8). Ofrece un relato emocionante de los sufrimientos de los
mártires que murieron en la terrible persecución de la Iglesia de Lión
en 177 ó 178. No disimula la apostasía de algunos miembros de la
comunidad. Entre los valerosos mártires vemos al obispo Fotino, que
"sobrepasaba los noventa años de edad, y muy enfermo, a quien apenas
dejaba respirar la enfermedad corporal que le aquejaba, pero
reconfortado por el soplo del Espíritu por su ardiente deseo de
martirio"; a la admirable Blandina, una esclava frágil y delicada, que
sostuvo el valor de sus compañeros con su ejemplo y sus palabras; a
Maturo, un neófito de admirable fortaleza; a Santo, el diácono de Viena;
a Alejandro, el médico, y a Póntico, muchacho de quince años. A
propósito de Blandina, las actas narran lo siguiente: "La bienaventurada
Blandina, la última de todos, cual generosa madre que ha animado a sus
hijos y los ha enviado por delante victoriosamente al rey, recorrió por
sí misma todos los combates de sus hijos y se apresuraba a seguirlos,
jubilosa y exultante ante su próxima partida, como si estuviera
convidada a un banquete de bodas y no condenada a las fieras. Después de
los azotes, tras las dentelladas de las fieras, tras el fuego, fue,
finalmente, encerrada en una red y arrojada ante un toro bravo, que la
lanzó varias veces a lo alto. Mas ella no se daba ya cuenta de nada de
lo que le ocurría, por su esperanza y aun anticipo de los bienes de la
fe, absorta en íntima conversación con Cristo. También ésta fue al fin
degollada. Los mismos paganos reconocían que jamás habían conocido una
mujer que hubiera soportado tantos y tan grandes suplicios."
3. La Pasión de Perpetua y Felicidad
narra el martirio de tres catecúmenos, Sáturo, Saturnino y Revocato, y
de dos mujeres jóvenes, Vibia Perpetua, de veintidós años de edad, "de
noble nacimiento, instruida en las artes liberales, honrosamente casada,
que tenía padre, madre y dos hermanos, uno de éstos catecúmeno como
ella, y un hijo, que criaba a sus pechos," y su esclava Felicidad, que
estaba encinta cuando la arrestaron y dio a luz una niña poco antes de
morir en la arena. Sufrieron martirio el 7 de marzo del 202, en Cartago.
Este relato es uno de los documentos más hermosos de la literatura
cristiana antigua. Es único por los autores que tomaron parte en su
redacción. En su mayor parte (c.3-10) es el diario de Perpetua: "a
partir de aquí, ella misma narra punto por punto la historia de su
martirio, como la dejó escrita de su mano, según sus propias
impresiones" (c.2). Los capítulos 11 al 14 fueron escritos por Sáturo.
Hay motivos para creer que el autor de los demás capítulos y editor de
la Pasión entera es Tertuliano, contemporáneo de Perpetua y el más
grande escritor de la Iglesia africana de aquel tiempo. La analogía de
estilo, de sintaxis, de vocabulario y de ideas entre las obras de
Tertuliano Ad Martyres y De patientia y la Pasión de Perpetua y Felicidad es sorprendente. En tiempo de San Agustín gozaban todavía estas actas de tal estimación, que hubo de advertir a sus oyentes que no debían ponerlas al mismo nivel que las Escrituras canónicas (De anima et eius origine 1,10,12).
Las
actas existen en latín y en griego. Parece que el texto latino es el
original, porque el griego ha modificado algunos pasajes y echa a perder
la conclusión. C. van Beek cree que el mismo autor editó la Passio
en griego y en latín; pero algunos pasajes, como los capítulos 21,2 y
16,3, prueban que el texto latino es el original y que el texto griego
no es más que una traducción posterior, porque los juegos de palabras
que ocurren en los citados lugares sólo pueden entenderse en latín.
El contenido de estas actas es de considerable importancia
para la historia del pensamiento cristiano. Especialmente las visiones
que tuvo Perpetua en su prisión, y que luego puso por escrito, son de
inestimable valor para conocer las ideas escatológicas de los primitivos
cristianos. La visión de Dinócrates y la de la escalera y el dragón son
ejemplos notables. Al martirio se le llama por dos veces un segundo
bautismo (18,3 y 21,2). En la visión del Buen Pastor se refleja el rito
de la comunión.
No cabe duda que la Passio de Perpetua y Felicidad es el documento más conmovedor que nos ha llegado del tiempo de las persecuciones.
Perpetua nos ha dejado un relato emocionante de las tentativas de su padre por librarla de la muerte:
De
allí a unos días se corrió el rumor de que íbamos a ser interrogados.
Vino también de la ciudad mi padre, consumido de pena, y se acercó a mí
con intención de derribarme, y me dijo: "Compadécete, hija mía, de mis
canas; compadécete de tu padre, si es que merezco ser llamado por ti con
el nombre de padre. Si con estas manos te he llevado hasta esa flor de
tu edad, si te he preferido a todos tus hermanos, no me entregues al
oprobio de los hombres. Mira a tus hermanos; mira a tu madre y a tu tía
materna; mira a tu hijito, que no ha de poder sobrevivirte. Depón tus
ánimos, no nos aniquiles a todos, pues ninguno de nosotros podrá hablar
libremente si a ti te pasa algo." Así hablaba como padre, llevado de su
piedad, a par que me besaba las manos y se arrojaba a mis pies y me
llamaba, entre lágrimas, no ya su hija, sino su señora. Y yo estaba
transida de dolor por el caso de mi padre, pues era el único en toda mi
familia que no había de alegrarse de mi martirio. Y traté de animarle
diciéndole: "Allá en el estrado sucederá lo que Dios quisiere; pues has
de saber que no estamos puestos en nuestro poder, sino en el de Dios."
Y se retiró de mi lado sumido de tristeza. Otro día, mientras estábamos
comiendo, se nos arrebató súbitamente para ser interrogados, y llegamos
al foro o plaza pública. Inmediatamente se corrió la voz por los
alrededores de la plaza, y se congregó una muchedumbre inmensa. Subimos
al estrado. Interrogados todos los demás, confesaron su fe.
Por fin me llegó a mí también el turno. Y de pronto apareció mi padre
con mi hijito en los brazos y me arrancó del estrado, suplicándome:
"Compadécete del niño chiquito." Y el procurador Hilariano, que había
recibido a la sazón el ius gladii, o poder de vida y muerte, en
lugar del difunto procónsul Minucio Timiniano: "Ten consideración -
dijo - a la vejez de tu padre; ten consideración a la tierna edad del
niño. Sacrifica por la salud de los emperadores." Y yo respondí: "No
sacrifico." Hilariano: "¿Luego eres cristiana?," dijo. Y yo respondí:
"Sí, soy cristiana." Y como mi padre se mantenía firme en su intento de
derribarme, Hilariano dio orden de que se le echara de allí, y aun le
dieron de palos. Yo sentí los golpes de mi padre como si a mí misma me
hubieran apaleado. Así me dolí también por su infortunada vejez.
Entonces Hilariano pronuncia sentencia contra todos nosotros,
condenándonos a las fieras. Y bajamos jubilosos a la cárcel (BAC
75,424-426).
4. Las Actas de los santos Carpo, Papilo y Agatónica
son la relación autentica de un testigo ocular del martirio de Carpo y
Papilo, que murieron en la hoguera en el anfiteatro de Pérgamo, y de
Agatónica, una mujer cristiana que se arrojó a las llamas. Las actas, en
su forma actual, parecen incompletas. Agatónica había sido condenada
como los otros dos; pero, como esta parte falta en el texto, da la
impresión de que se suicidó. Los martirios ocurrieron en tiempo de Marco
Aurelio y Lucio Vero (161-169). Estas actas circulaban aún en tiempo de
Eusebio (Hist. eccl. 4,15,48).
5. Las Actas de Apolonio. En su Hist. eccl.
5,21,2-5, Eusebio da un resumen de estas actas. El las había incluido
va en su colección de martirios antiguos. Apolonio era un sabio
filósofo. Juzgado por Perennis, prefecto del Pretorio de Roma, fue
decapitado durante el reinado del emperador Cómodo (180-185). Los
discursos con que Apolonio defiende su fe ante Perennis se asemejan, en
su argumentación, a los escritos de los apologistas. Probablemente se
basan en las respuestas del mismo filósofo, consignadas en las Acta praefectoria
oficiales. A. Harnack las ha llamado "la más noble apología del
cristianismo que nos ha legado la antigüedad." Se han publicado dos
traducciones de estas actas, una en armenio por Conybeare, en 1893, y
otra en griego por los Bolandistas, en 1895.
III.
Al tercer grupo pertenecen las actas de los mártires romanos Santa
Inés, Santa Cecilia, Santa Felicidad y sus siete hijos, San Hipólito,
San Lorenzo, San Sixto, San Sebastián Santos Juan y Pablo, Cosme y
Damián; también el Martyrium S. Clementis (cf. supra p.52) y el Martyrium S. Ignatii.
El que estas actas no sean auténticas no prueba en modo alguno que
estos mártires no hayan existido, como han concluido algunos sabios. La
autenticidad o falsedad de estas actas no demuestra ni la existencia ni
la no existencia de los mártires; indica solamente que estos documentos
no se pueden usar como fuentes históricas.
Colecciones. Eusebio reunió una colección de actas de mártires en su obra Sobre los mártires antiguos. Desgraciadamente, esta fuente de tanto valor se ha perdido. Sin embarco, en su Historia eclesiástica
da un resumen de la mayoría de esta actas. Tenemos, no obstante, su
tratado sobre los mártires de Palestina, que es un relato de las
víctimas de las persecuciones que se sucedieron del año 303 al 311, y
que él presenció siendo obispo de Cesarea. Un autor anónimo recogió las
actas de los mártires persas que murieron bajo Sapor II (339-379).
Existen en siríaco, que es la lengua en que fueron compuestas. Los
procesos y los interrogatorios, por su forma, recuerdan las relaciones
de las auténticas actas de los primeros mártires. Las actas siríacas de
los mártires de Edesa son pura leyenda.
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