domingo, 28 de abril de 2013
sábado, 27 de abril de 2013
El hijo de la cautiva
La dramática historia de Cynthia Parker está en el origen de la película 'Centauros del desierto'
Su hijo mayor se convirtió en el último caudillo guerrero de los comanches
Archivado en:

Cynthia Parker, con su hija en 1836 / Alamy
En 1836, cuando tenía nueve años, Cynthia Ann Parker
fue arrancada cruelmente por primera vez del mundo al que pertenecía.
Estaba jugando una mañana en el rancho que su familia había construido y
fortificado en una zona del oeste de Texas, en el límite de las grandes
praderas donde ningún colono blanco se había aventurado, habitadas por
indios cazadores y guerreros y por manadas oceánicas de bisontes. Una
banda de jinetes comanches se acercó a la entrada del rancho pidiendo
comida y agua. A los pocos minutos había empezado la primera de las dos
grandes matanzas a las que Cynthia Ann Parker asistió en su vida. Los
hombres de la familia cayeron traspasados por lanzas y flechas. Todavía
vivos los comanches les arrancaron las cabelleras y les cortaron los
genitales antes de matarlos. A la abuela la clavaron con lanzas al suelo
y la violaron repetidamente. A un bebé que no paraba de llorar se lo
quitaron a la madre de los brazos y lo degollaron. Cynthia Ann Parker
fue atada a la grupa de un caballo y arrastrada hasta que se hizo de
noche. Vio cómo una tía suya de 17 años, también cautiva, era torturada y
violada en medio de una gran danza de celebración en torno a una
hoguera. Los comanches mataban a los bebés, pero adoptaban a los niños
algo mayores. Al poco tiempo Cynthia Ann Parker había olvidado la lengua
inglesa y hablaba y vestía como una niña comanche.
A partir de entonces empezó una leyenda. Mercaderes que trataban con los indios decían haber visto a una comanche rubia con los ojos azules que se apartaba asustada de ellos cuando le hablaban en inglés. Uno de los supervivientes de la familia, su tío James Parker, decidió buscarla y rescatarla y pasó más de diez años recorriendo los territorios inmensos en los que las patrullas militares se extraviaban queriendo encontrar el rastro de las bandas de comanches, los guerreros fulminantes y crueles que preferían atacar en la claridad de las noches de luna y que desde hacía casi dos siglos dominaban la facultad temible de pelear a caballo, aterrorizando por igual a las otras tribus indias y a las patrullas españolas que se atrevían a subir hacia el norte desde México. Diez o quince años después del rapto, algún viajero blanco se encontró con la que ya no recordaba llamarse Cynthia Ann Parker, ahora esposa de un jefe y madre de tres hijos. Su piel era ya tan cobriza como la de las indias y tenía el pelo oscurecido con grasa de bisonte. Ahora se llamaba Nautdah: la que ha sido dada, o aceptada, o acogida.
En 1860 su mundo se vio trastornado por segunda vez. Para entonces los comanches se batían lentamente en retroceso, sus territorios invadidos por centenares de miles de colonos, las manadas de bisontes gravemente diezmadas. El cólera y la viruela eran matarifes todavía más eficaces que los nuevos fusiles de repetición contra los que ya no podían nada los arcos y las flechas. Un día, antes del amanecer, los soldados atacaron un campamento comanche. Para entonces el hábito de arrancar las cabelleras y sacar las entrañas a los vivos igual que a los muertos se había extendido a todas las partes combatientes. Cynthia Ann Parker se vio en medio de una batalla en la que murió su esposo y en la que perdió de vista a sus dos hijos mayores. A la pequeña, Flor de la Pradera, todavía le daba el pecho. Entre las humaredas, los gritos, los relinchos de los caballos, los ladridos de los perros, la carnicería general, uno de los soldados redujo con dificultad a una india que huía con un bebé en los brazos y descubrió que tenía los ojos azules.
En una fotografía que le tomaron poco después no parece una mujer blanca: tiene la cara oscura, como quemada, el pelo liso y mal cortado, una expresión de recelo o de pánico, y le da el pecho abiertamente a su hija. La historia de la cautiva rescatada al cabo de veinticuatro años se publicó en todos los periódicos. La llevaron a un cuartel y las mujeres de los oficiales se encargaron de ponerle ropas de blanca, y al principio se dejaron engañar por su apariencia de docilidad. Pero en cuanto se descuidaron Cynthia Ann Parker estaba intentando huir con su hija y se arrancaba el vestido de algodón para ponerse de nuevo su ropa de comanche. La apresaron de nuevo, pero era inútil. Permanecía inmóvil, con su hija en brazos, con la mirada perdida. La niña contrajo unas fiebres y murió al cabo de algún tiempo. Cynthia Ann Parker no volvió nunca con los comanches ni se reintegró a la comunidad de los blancos. Vivió como un fantasma, doblemente extranjera.
Su historia, convertida en leyenda, es el origen de la película más hermosa de John Ford, The Searchers (Centauros del desierto). Pero la realidad es mucho más complicada y más áspera que la ficción, aunque también más sorprendente. Lo he sabido leyendo un libro del historiador americano S. C. Gwynne, Empire of the Summer Moon, que cuenta lo que está más allá de esos finales rotundos que nos gustan tanto en el cine y en las novelas. En las historias de la realidad no hay puntos finales. Mientras Cynthia Ann Parker se confinaba a sí misma en un silencio sin fisuras, su hijo mayor, que tenía 12 años cuando ella fue rescatada, o raptada por segunda vez, crecía hasta convertirse en el último caudillo guerrero de los comanches, Quanah Parker. En el final apocalíptico de una nación que había dominado a caballo durante dos siglos los territorios centrales de un continente tan ancho como un océano, Quanah Parker fue el último héroe, el más temerario y el más cruel, el que seguía resistiendo cuando la matanza metódica de treinta millones de bisontes, llevada a cabo en muy pocos años, dejó desiertas las grandes praderas, de modo que los comanches ya no tenían ni comida ni estiércol seco para encender hogueras ni pieles para hacer tiendas o prendas de ropa, ni tendones con los que tejer cuerdas de arcos.
Una historia así exige un crescendo trágico, un acorde definitivo a la altura de su despliegue épico. Pero resulta que, en un cierto momento, cuando comprendió que todo estaba perdido, y que continuar la guerra era condenar a su pueblo al exterminio, Quanah Parker se rindió honrosamente a sus antiguos enemigos, se instaló en una reserva y empezó una vida sedentaria y razonablemente próspera de ciudadano americano. Sin perder su apostura imponente el guerrero primitivo derivó en activista cívico, dedicado a los negocios y a la defensa de los derechos de los suyos. Se acostumbró a los sombreros flexibles y a los trajes a medida, pero no renunció nunca a su larga melena lisa de guerrero, ni tampoco al hábito comanche de la poligamia. Intentó averiguar el paradero de su madre, pero solo pudo visitar tristemente su tumba. A lo que nunca se rebajó fue a participar, como otros antiguos jefes, en el circo humillante de Buffalo Bill. Fue amigo del presidente Theodore Roosevelt, y su imagen atónita en movimiento se conserva en una película de 1908.
A partir de entonces empezó una leyenda. Mercaderes que trataban con los indios decían haber visto a una comanche rubia con los ojos azules que se apartaba asustada de ellos cuando le hablaban en inglés. Uno de los supervivientes de la familia, su tío James Parker, decidió buscarla y rescatarla y pasó más de diez años recorriendo los territorios inmensos en los que las patrullas militares se extraviaban queriendo encontrar el rastro de las bandas de comanches, los guerreros fulminantes y crueles que preferían atacar en la claridad de las noches de luna y que desde hacía casi dos siglos dominaban la facultad temible de pelear a caballo, aterrorizando por igual a las otras tribus indias y a las patrullas españolas que se atrevían a subir hacia el norte desde México. Diez o quince años después del rapto, algún viajero blanco se encontró con la que ya no recordaba llamarse Cynthia Ann Parker, ahora esposa de un jefe y madre de tres hijos. Su piel era ya tan cobriza como la de las indias y tenía el pelo oscurecido con grasa de bisonte. Ahora se llamaba Nautdah: la que ha sido dada, o aceptada, o acogida.
En 1860 su mundo se vio trastornado por segunda vez. Para entonces los comanches se batían lentamente en retroceso, sus territorios invadidos por centenares de miles de colonos, las manadas de bisontes gravemente diezmadas. El cólera y la viruela eran matarifes todavía más eficaces que los nuevos fusiles de repetición contra los que ya no podían nada los arcos y las flechas. Un día, antes del amanecer, los soldados atacaron un campamento comanche. Para entonces el hábito de arrancar las cabelleras y sacar las entrañas a los vivos igual que a los muertos se había extendido a todas las partes combatientes. Cynthia Ann Parker se vio en medio de una batalla en la que murió su esposo y en la que perdió de vista a sus dos hijos mayores. A la pequeña, Flor de la Pradera, todavía le daba el pecho. Entre las humaredas, los gritos, los relinchos de los caballos, los ladridos de los perros, la carnicería general, uno de los soldados redujo con dificultad a una india que huía con un bebé en los brazos y descubrió que tenía los ojos azules.
En una fotografía que le tomaron poco después no parece una mujer blanca: tiene la cara oscura, como quemada, el pelo liso y mal cortado, una expresión de recelo o de pánico, y le da el pecho abiertamente a su hija. La historia de la cautiva rescatada al cabo de veinticuatro años se publicó en todos los periódicos. La llevaron a un cuartel y las mujeres de los oficiales se encargaron de ponerle ropas de blanca, y al principio se dejaron engañar por su apariencia de docilidad. Pero en cuanto se descuidaron Cynthia Ann Parker estaba intentando huir con su hija y se arrancaba el vestido de algodón para ponerse de nuevo su ropa de comanche. La apresaron de nuevo, pero era inútil. Permanecía inmóvil, con su hija en brazos, con la mirada perdida. La niña contrajo unas fiebres y murió al cabo de algún tiempo. Cynthia Ann Parker no volvió nunca con los comanches ni se reintegró a la comunidad de los blancos. Vivió como un fantasma, doblemente extranjera.
Su historia, convertida en leyenda, es el origen de la película más hermosa de John Ford, The Searchers (Centauros del desierto). Pero la realidad es mucho más complicada y más áspera que la ficción, aunque también más sorprendente. Lo he sabido leyendo un libro del historiador americano S. C. Gwynne, Empire of the Summer Moon, que cuenta lo que está más allá de esos finales rotundos que nos gustan tanto en el cine y en las novelas. En las historias de la realidad no hay puntos finales. Mientras Cynthia Ann Parker se confinaba a sí misma en un silencio sin fisuras, su hijo mayor, que tenía 12 años cuando ella fue rescatada, o raptada por segunda vez, crecía hasta convertirse en el último caudillo guerrero de los comanches, Quanah Parker. En el final apocalíptico de una nación que había dominado a caballo durante dos siglos los territorios centrales de un continente tan ancho como un océano, Quanah Parker fue el último héroe, el más temerario y el más cruel, el que seguía resistiendo cuando la matanza metódica de treinta millones de bisontes, llevada a cabo en muy pocos años, dejó desiertas las grandes praderas, de modo que los comanches ya no tenían ni comida ni estiércol seco para encender hogueras ni pieles para hacer tiendas o prendas de ropa, ni tendones con los que tejer cuerdas de arcos.
Una historia así exige un crescendo trágico, un acorde definitivo a la altura de su despliegue épico. Pero resulta que, en un cierto momento, cuando comprendió que todo estaba perdido, y que continuar la guerra era condenar a su pueblo al exterminio, Quanah Parker se rindió honrosamente a sus antiguos enemigos, se instaló en una reserva y empezó una vida sedentaria y razonablemente próspera de ciudadano americano. Sin perder su apostura imponente el guerrero primitivo derivó en activista cívico, dedicado a los negocios y a la defensa de los derechos de los suyos. Se acostumbró a los sombreros flexibles y a los trajes a medida, pero no renunció nunca a su larga melena lisa de guerrero, ni tampoco al hábito comanche de la poligamia. Intentó averiguar el paradero de su madre, pero solo pudo visitar tristemente su tumba. A lo que nunca se rebajó fue a participar, como otros antiguos jefes, en el circo humillante de Buffalo Bill. Fue amigo del presidente Theodore Roosevelt, y su imagen atónita en movimiento se conserva en una película de 1908.
El imperio de la luna de agosto. Auge y caída de los comanches. S. C. Gwynne. Turner. Madrid, 2011.
www.antoniomuñozmolina.esviernes, 19 de abril de 2013
domingo, 14 de abril de 2013
En la muerte de Margaret Thatcher: «The lady's not for turning»
La actitud de Margaret Thatcher frente al comunismo es muy significativa de toda su manera de actuar en política. Una manera de actuar basada siempre en sus principios
Al conocer la noticia de la muerte de Margaret Thatcher, no por esperada menos triste, lo primero que he pensado es que ella ha sido, junto a Winston Churchill, la política europea del último siglo que más ha hecho por el triunfo de la libertad.
Churchill tuvo que hacer frente al monstruo del nazismo y fue el máximo artífice de la victoria aliada. Su actuación en la Guerra Mundial tuvo mucho de épica.
El enemigo totalitario al que tuvo que enfrentarse Margaret Thatcher era el comunismo, que todavía mantenía sojuzgada a más de media Europa y aún era capaz de engatusar a amplias capas de intelectuales -esos intelectuales que actúan como los depositarios de la corrección política- en los países libres de Occidente.
Thatcher no se arredró y, como la primera mujer primera ministra de la historia de Gran Bretaña, hizo suya la causa de la libertad y no dudó en plantar cara, junto al presidente Ronald Reagan y al Papa Juan Pablo II, a ese comunismo con el que los líderes democráticos de Occidente se habían acostumbrado a contemporizar.
Tenía claro que el comunismo era letal para la humanidad
La actitud de Margaret Thatcher frente al comunismo es muy significativa de toda su manera de actuar en política. Una manera de actuar basada siempre en sus principios. Porque aquí tengo que proclamar que Margaret Thatcher ha sido, en todo momento, la personalidad política más fiel a sus valores que he conocido.
Margaret Thatcher no tuvo nunca nada fácil. Hay que pensar en el enorme mérito que encontramos en todos los episodios de su biografía. Cómo de hija de un tendero de clase media llegó a estudiar en Oxford. Cómo, a pesar de ser mujer, consiguió hacerse valorar por el establishment del Partido Conservador. Y cómo, sin complejos ni apaños, logró que ese Partido, que estaba sumido en una profunda crisis de identidad después de los años de Edward Heath y de dominio de los «wets», la eligiera como líder en 1975 y, de su mano, volviera a defender los valores de la libertad, de la economía de mercado y del predominio de los ciudadanos sobre el Estado.
Si tuviera que elegir un momento que representa perfectamente la manera de hacer política de la líder desaparecida me quedaría con el impresionante discurso que pronunció ante la Conferencia del Partido Conservador, en Brighton, el 10 de octubre de 1980, que se conoce por la frase que allí pronunció: «The lady's not for turning» (la señora no está por cambiar el rumbo).
Y es que Margaret Thatcher compareció ese día en Brighton, 17 meses después de haber llegado a Downing Street, con la agenda llena de problemas. Había más de dos millones de parados y seguían aumentando, Inglaterra estaba ante una profunda recesión, la inflación estaba aún más alta que cuando había empezado a gobernar, y en su gobierno habían aparecido las primeras fisuras en forma de filtraciones a la prensa.
En esas condiciones, Margaret Thatcher pronunció un discurso que dejó meridianamente claro a los miembros de su partido y también a todos sus amigos en el mundo entero, y a los que no lo eran, cuáles eran sus principios y cuáles eran los objetivos de su gobierno. Dejó claro que ella no iba a renunciar ni a esos principios ni a esos objetivos.
Hay que recordar que ella había sido elegida primera ministra el 4 de mayo de 1979 porque había ilusionado a los británicos con un proyecto para frenar la evidente decadencia económica del Reino Unido, devolver la política británica al lugar que siempre había tenido en el ámbito internacional y recuperar la autoestima que los ciudadanos de Gran Bretaña llevaban años perdiendo. Y en Brighton, 17 meses después, tenía la sensación de que podía fracasar rotundamente.
Quería que el mundo supiera que Gran Bretaña iba a estar siempre al lado de los defensores de la libertad
Por eso, en aquel discurso fue a la raíz del problema y recordó que el objetivo de su gobierno era el reto más ambicioso que había afrontado ningún gobierno británico desde la II Guerra Mundial: cambiar la forma de pensar de los británicos para que Gran Bretaña recuperara la confianza en sí misma. Ella se había propuesto demostrar en la práctica que había una alternativa al modelo socialdemócrata que parecía ser el único posible.
Ella quería que Gran Bretaña fuera una sociedad de propietarios, que los británicos fueran propietarios de sus casas y fueran accionistas de sus empresas. Quería que los sindicatos redujeran su campo de influencia al lógico y que acabaran sus abusos. Quería devolver la iniciativa de la actividad económica, social y cultural a la capacidad emprendedora de los ciudadanos. Quería que el mundo entero supiera que en la Guerra Fría Gran Bretaña iba a estar siempre al lado de los defensores de la libertad y en contra de toda tiranía, y, desde luego, contra el comunismo. Ella quería, en definitiva, concitar el coraje, el talento y la energía de los británicos para salir de la depresión general en que se encontraban. Porque, como dijo ese día, «el deber más ineludible de un gobierno es evitar que se desperdicie el mayor activo de un país, que es el talento y la energía de su gente». Y pronunció esa frase que ya ha quedado para la historia: «The lady's not for turning».
Hoy sabemos que el proyecto de Thatcher se saldó con un rotundo éxito, y que su ejemplo tiene un lugar destacado en la historia política de las democracias. Por eso hoy la lloraremos todos los que amamos la libertad y todos los que intentamos que nuestra actuación política esté siempre marcada por la fidelidad a unos valores y a unos principios y nunca por el oportunismo.
sábado, 13 de abril de 2013
Mártires de Laos |
|
![]() Diecisiete mártires en Laos podrían ser declarados beatos próximamente después de concluir la fase diocesana de quince de ellos en Francia y seguir su curso la de los otros dos, ya en la fase romana, informó la agencia Fides.Se trata de dieciséis misioneros religiosos y laicos -cinco religiosas francesas y un misionero italiano de los Misioneros Oblatos de María Inmaculada (OMI), cinco miembros de la Sociedad para las Misiones Extranjeras de París (MEP) y cinco laosianos (un sacerdote y cuatro laicos)- y un catequista de etnia hmong. La Conferencia Episcopal de Laos ha pedido que se forme un proceso unificado, de los diecisiete mártires fallecidos entre 1954 y 1970 por odio a la fe, para proclamarles beatos. El pasado 27 de febrero, el obispo de la diócesis francesa de Nantes, monseñor Jean-Paul James, decretó la clausura del proceso diocesano de las cinco religiosas francesas OMI, los cinco miembros de Sociedad para las MEP y los cinco laosianos. Entre ellos, se encuentra el padre Jean Baptiste Malo, misionero francés que murió de fatiga y debilidad mientras era conducido, a marchas forzadas, a un “campo de reeducación” marxista en el cercano Vietnam. “La guerrilla quería eliminar todo lo que era extranjero y cristiano”, explica el canciller de la diócesis de Nantes, el padre Serge Leray, pero los misioneros escogieron “permanecer en el país” a pesar de las “terribles amenazas”. El padre José Tiên y sus compañeros son los primeros cristianos autóctonos de Laos que tienen abierta una causa de beatificación. El proceso ha sido una oportunidad para revivir la época heroica misionera realizada por los misioneros en el Sudeste de Asia. Así lo señaló el obispo de Nantes en la solemne concelebración Eucarística para agradecer el éxito del proceso diocesano. En la homilía, monseñor James afirmó que “este proceso canónico nos ha permitido a muchos de nosotros aprender más sobre la historia de la Iglesia en Laos y seguir rezando por nuestros hermanos en la fe que viven en ese país”. Los sacerdotes de las Misiones Extranjeras de París llegaron por primera vez al pequeño Estado de Laos para anunciar el Evangelio a finales del siglo XIX. En los años 30 del siglo XX llegaron los Oblatos de María Inmaculada. La misión de Laos fue perseguida con fuerza en el tiempo de las luchas internas por la conquista del poder y al surgir la dictadura comunista. De hecho, con el ascenso al poder de los comunistas del Pathet Lao en 1975, aumentó todavía más la persecución a misioneros y catequistas; ese año, el nuevo régimen comunista expulsó de Laos a todos los misioneros extranjeros. Desde ese año, no le es posible entrar ni desarrollar su labor en el país a ningún instituto religioso internacional con miembros extranjeros. Existen casas de formación de las religiosas Amantes de la Cruz (vietnamitas) y de las Hermanas de la Caridad de St. Jean Antida (francesas), pero todas jóvenes laosianas. Para todo el territorio nacional, existe un seminario mayor en Paksé -aprobado, pero controlado por el Gobierno-, con educadores y docentes laosianos. Un religioso, como turista, se acerca a Laos una vez al año durante ocho días e imparte un intensísimo curso de Teología. En 2007, la cifra de católicos en Laos rondaba los 42.000, de una población total de 5,4 millones de habitantes, en su mayoría budistas. Ese mismo año, la comunidad católica del país celebró con gran alegría la primera ordenación sacerdotal de los últimos cincuenta años, de un laosiano, en el vicariato apostólico de Paksé. Las investigaciones para dar fe de las virtudes heroicas de los 15 mártires de el proceso en la diócesis de Nantes se llevaron a cabo en Francia y en Laos, con encuestas y entrevistas a los testigos locales de la época. Todo ello se realizó con mucha discreción, dado que actualmente los cristianos en Laos viven en libertad vigilada. El postulador de la causa, el padre Roland Jacques -sacerdote OMI y vicerector de la Universidad de San Pablo de Ottawa- recogió abundante documentación e interrogó a al menos 85 testigos, información que ahora pasa a la Congregación para las Causas de los Santos. La otra causa -que los obispos de Laos han pedido unir a la clausurada en Nantes- lleva dos años en la fase romana y se refiere al misionero italiano Mario Borzaga, OMI, y al catequista de Laos Pablo Thoj Xyooj. Mario Borzaga nació en Trento en 1932 y fue asesinado en 1960 en un bosque, cuando regresaba por un sendero de montaña de una gira apostólica con el catequista Xyooj, por un grupo de guerrilleros comunistas. |
miércoles, 10 de abril de 2013
Margaret Thatcher, paladín de la libertad en 15 frases
El mundo le debe mucho a Mrs. Thatcher y a su liderazgo, le debe mucho a su coraje y su valentía en los difíciles momentos de la Guerra Fría

15 frases memorables de Margaret Thatcher
Un amigo me alcanzó estas 15 frases memorables de la ex Premier británica fallecida el pasado lunes 8 y me parece oportuno compartirlas con los lectores. Son frases de una mujer que hizo de la causa de la libertad, política y económica, el eje de su carrera política y de su gobierno. Una mujer que sin duda cambió el mundo. Una mujer que, como expresó el Papa Francisco, "recuerda los valores cristianos que estaban en la base de su compromiso con el servicio público y en la promoción de la libertad entre la familia de las naciones". Una mujer nacida en un hogar de clase media, que logró completar su carrera universitaria en Oxford, y que logró alcanzar el liderazgo del partido Conservador cuando predominaba el machismo y las mujeres eran relegadas a las tareas del hogar. El mundo le debe mucho a Mrs. Thatcher y a su liderazgo, le debe mucho a su coraje y su valentía en los difíciles momentos de la Guerra Fría y eso lo reconoció con claridad el presidente Obama cuando señaló que con “la partida de la baronesa Thatcher el mundo ha perdido a uno de los grandes defensores de la libertad. Muchos de nosotros nunca la olvidaremos hombro con hombro con el presidente (Ronald) Reagan, recordando al mundo que no somos arrastrados por las corrientes de la historia, sino que podemos darles forma con convicción moral, inquebrantable coraje y voluntad de hierro".
Y cabría añadir, a la luz de la actual crisis financiera de la Unión Europea, que Thatcher fue clarividente cuando en 1990 se opuso a una moneda única europea, a un banco central europeo y a la entrega de la soberanía nacional a órganos no electivos que dirigían todo desde Bruselas sin tener la representación popular de ningún país.
He aquí las frases.
- "No tuve suerte, lo merecía" (al recibir su primer premio escolar, a los 9 años).
- "Ser poderoso es como ser una dama. Si tienes que andar diciéndolo, es que no lo eres".
- "Soy extraordinariamente paciente, siempre que, al final, me salga con la mía".
- "No hay alternativa" (There Is No Alternative), repetía hasta la saciedad al hablar sobre su programa económico, lo que le valió el apodo de "Tina", acrónimo de esta frase.
- "No creo que haya una mujer primer ministro mientras yo viva" (1973).
- "¿La Dama de Hierro del mundo occidental? ¿Una combatiente de la Guerra Fría? De acuerdo, si es así como interpretan mi defensa de los valores y libertades fundamentales" (1976).
- "Cualquier mujer que entienda los problemas de llevar una casa estará más cerca de entender los problemas de llevar un país" (1979).
- "La señora no da marcha atrás" (defendiendo su política económica frente a sus críticos en la conferencia del Partido Conservador en 1980).
- "Sabíamos lo que teníamos que hacer, fuimos y lo hicimos. Gran Bretaña es grande otra vez" (al final de la guerra en las Malvinas en 1982).
- "En política, si quieres que se diga algo, pídeselo a un hombre. Si quieres que se haga algo, pídeselo a una mujer" (1982).
- "Me gusta estar en el centro de las cosas" (1984).
- "Creo que, históricamente, el término 'thatcherismo' será visto como un cumplido" (1985).
- "En Marks and Spencer, por supuesto. ¿No lo hace todo el mundo?" (cuando le preguntaron dónde se compraba la ropa interior en 1986).
- "El socialismo fracasa cuando se les acaba el dinero... de los demás".
- "Nos vamos de Downing Street por última vez después de 11 años y medio fantásticos y estamos contentos de dejar el Reino Unido en un estado mucho, mucho, mucho mejor que cuando llegamos" (tras su dimisión en noviembre de 1990).
Un amigo me alcanzó estas 15 frases memorables de la ex Premier británica fallecida el pasado lunes 8 y me parece oportuno compartirlas con los lectores. Son frases de una mujer que hizo de la causa de la libertad, política y económica, el eje de su carrera política y de su gobierno. Una mujer que sin duda cambió el mundo. Una mujer que, como expresó el Papa Francisco, "recuerda los valores cristianos que estaban en la base de su compromiso con el servicio público y en la promoción de la libertad entre la familia de las naciones". Una mujer nacida en un hogar de clase media, que logró completar su carrera universitaria en Oxford, y que logró alcanzar el liderazgo del partido Conservador cuando predominaba el machismo y las mujeres eran relegadas a las tareas del hogar. El mundo le debe mucho a Mrs. Thatcher y a su liderazgo, le debe mucho a su coraje y su valentía en los difíciles momentos de la Guerra Fría y eso lo reconoció con claridad el presidente Obama cuando señaló que con “la partida de la baronesa Thatcher el mundo ha perdido a uno de los grandes defensores de la libertad. Muchos de nosotros nunca la olvidaremos hombro con hombro con el presidente (Ronald) Reagan, recordando al mundo que no somos arrastrados por las corrientes de la historia, sino que podemos darles forma con convicción moral, inquebrantable coraje y voluntad de hierro".
Y cabría añadir, a la luz de la actual crisis financiera de la Unión Europea, que Thatcher fue clarividente cuando en 1990 se opuso a una moneda única europea, a un banco central europeo y a la entrega de la soberanía nacional a órganos no electivos que dirigían todo desde Bruselas sin tener la representación popular de ningún país.
He aquí las frases.
- "No tuve suerte, lo merecía" (al recibir su primer premio escolar, a los 9 años).
- "Ser poderoso es como ser una dama. Si tienes que andar diciéndolo, es que no lo eres".
- "Soy extraordinariamente paciente, siempre que, al final, me salga con la mía".
- "No hay alternativa" (There Is No Alternative), repetía hasta la saciedad al hablar sobre su programa económico, lo que le valió el apodo de "Tina", acrónimo de esta frase.
- "No creo que haya una mujer primer ministro mientras yo viva" (1973).
- "¿La Dama de Hierro del mundo occidental? ¿Una combatiente de la Guerra Fría? De acuerdo, si es así como interpretan mi defensa de los valores y libertades fundamentales" (1976).
- "Cualquier mujer que entienda los problemas de llevar una casa estará más cerca de entender los problemas de llevar un país" (1979).
- "La señora no da marcha atrás" (defendiendo su política económica frente a sus críticos en la conferencia del Partido Conservador en 1980).
- "Sabíamos lo que teníamos que hacer, fuimos y lo hicimos. Gran Bretaña es grande otra vez" (al final de la guerra en las Malvinas en 1982).
- "En política, si quieres que se diga algo, pídeselo a un hombre. Si quieres que se haga algo, pídeselo a una mujer" (1982).
- "Me gusta estar en el centro de las cosas" (1984).
- "Creo que, históricamente, el término 'thatcherismo' será visto como un cumplido" (1985).
- "En Marks and Spencer, por supuesto. ¿No lo hace todo el mundo?" (cuando le preguntaron dónde se compraba la ropa interior en 1986).
- "El socialismo fracasa cuando se les acaba el dinero... de los demás".
- "Nos vamos de Downing Street por última vez después de 11 años y medio fantásticos y estamos contentos de dejar el Reino Unido en un estado mucho, mucho, mucho mejor que cuando llegamos" (tras su dimisión en noviembre de 1990).
San Ezequiel |
|
![]() Profeta (s. VII a. C) Ezequiel, hijo de Buzi, linaje sacerdotal, fue llevado cautivo a Babilonia junto con el rey Jeconías de Judá (597 a.C) e internado en Tel Abib, a orillas del río Cobar. Cinco años después, a los treinta de su edad (cfr.1,1), Dios lo llamó al cargo de Profeta, que ejerció entre los desterrados durante 22 años, es decir, hasta el año 520 a.C. A pesar de las calamidades del destierro, los cautivos no dejaban de abrigar falsas esperanzas, creyendo que el cautiverio terminaría pronto y que Dios no permitiría la destrucción de su templo y la Ciudad Santa (véase Jer. 7,4). Había, además, falsos profetas que engañaban al pueblo prometiéndole en un futuro cercano el retorno al país de sus padres. Tanto mayor fue el desengaño de los infelices cuándo llegó la noticia de la caídad de Jerusalén. No pocos perdieron la fe y se entregaron a la desesperación. La misión del profeta Ezequiel consistió principalmente en combatir la idolatría, la corrupción de las malas costumbres, y las ideas erróneas acerca del pronto regreso a Jesuralén. Para consolarlos pinta el profeta, con los mas vivos y bellos colores, las esperanzas de la salud mesiánica. Dividese el libro en un prólogo, que relata el llamamiento del Profeta (cap. 1 a 3), y tres partes principales. La primera (cap. 4 a 24) comprende las profecías a cerca de la ruina de Jerusalén; la segunda (cap.25 a 32), el castigo de los pueblos enemigos de Judá; la tercera (cap. 33 a 48), la restauración. " es notable la última sección del profeta (40 a 48), en que nos describe en forma verdaderamente geométrica la restauración de Israel después del cautiverio: el Templo, la ciudad, sus arrabales y la tierra toda de Palestina repartida por igual entre las doce tribus " (Nácar-Colunga). Las profecias de Ezequiel descuellan por las riquezas de alegorias, imágenes, y acciones simbólicas, de tal manera, que San Jerónimo las llama " mar de la palabra divina" y " laberinto de los secretos de Dios". Fue una época dificultosa para el pueblo de Israel. En Jerusalén reina Joaquín, hijo del piadoso rey Josías que murió en la batalla de Megiddo (609 a. C.). En un primer momento, Joaquín intenta halagar al coloso babilónico, pero termina uniéndose en coalición con pequeñas potencias contra Nabucodonosor. Jeremías ya dio la voz de alerta, sugiriendo la sumisión, pero el orgullo de los elegidos la hizo imposible. En 598 los babilonios ponen cerco a Jerusalén y capitula Judá. Su precio es la deportación de gran parte de la población, entre ellos el rey Jeconías, hijo de Joaquín que murió durante el asedio. Con los deportados va también el joven Ezequiel que será el profeta del exilio. Dos etapas enmarcan su acción profética. La primera es antes de la destrucción de Jerusalén por los caldeos (598 a. C.) Aquí el hombre de Dios se encuentra con un pueblo ranciamente orgulloso y lleno de falso optimismo, fruto de la presunción. Es verdad que siglo y medio antes había permitido Dios la desaparición de Samaría, el Reino del Norte; pero Jerusalén es otra cosa; Yahwéh habita en ella. Pensaban que pasaría como en tiempos de Senaquerib, un siglo antes, cuando tuvo que abandonar el asedio por una intervención milagrosa; ahora Dios repetiría el prodigio. Ezequiel no piensa como ellos. Afirma y predica que Jerusalén será destruida con el Templo. Dice a todos que ha llegado la hora del castigo divino para el pueblo israelita pecador; sólo queda aceptar con compunción y humildad los designios punitivos de Yahwéh. A esta altura el profeta tiene una misión ingrata porque es un agorero de males futuros y próximos. La segunda se desarrolla una vez consumada la catástrofe. Ahora ha de levantar los ánimos oprimidos; debe dar esperanzas luminosas sobre un porvenir mejor. Creían sus compatriotas deportados que Dios se había excedido en el castigo, o que les había hecho cargar con los pecados de los antepasados. Ezequiel se preocupará de hacerles ver que Dios ha sido justo y que el castigo no tiene otra finalidad que la de purificarlos antes de pasar a una nueva etapa gloriosa nacional. Ezequiel empleando un estilo que no tiene nada que ver con el de los profetas preexilios Amós, Oseas, Isaías y Jeremías; no goza de su sencillez y frescor. Ezequiel pertenece a la clase sacerdotal, está cabalgando entre dos épocas y se aproxima a la literatura apocalíptica del judaísmo tardío. Fue la vida profética de Ezequiel un período de veinte años (593-573) de amplia actividad para salvar las esperanzas mesiánicas de sus compañeros de infortunio, al derrumbarse la monarquía israelita. Bien puede estar el secreto en copiar la fidelidad de Ezequiel. El Profeta Ezequiel, según tradición judía, murió mártir. La Iglesia celebra su conmemoración el 10 de abril. |
Suscribirse a:
Entradas (Atom)