sábado, 27 de octubre de 2012

¿Un modelo a seguir para nuestra Iglesia?



San Frumencio
Frumencio es el nombre del primer obispo misionero de Etiopía, y su historia tiene mucho de increíble. En tiempos del emperador Constantino, un anciano preceptor, llamado «filósofo» por el historiador Rufino, regresaba a Tiro de un viaje a la India, siguiendo las costas de Africa. Lo acompañaban dos jóvenes discípulos, Edesio y Frumencio. Durante una escala de la nave en el puerto de Adulis una banda de etíopes asaltó la embarcación y mató a todos los pasajeros menos a Edesio y Frumencio. Se cuenta que en el momento de la matanza los dos muchachos se encontraban debajo de un árbol, dedicados a la lectura de un libro. Llevados como esclavos a la corte de Axum, se hicieron querer del rey, que los tuvo a su servicio: a Frumencio como secretario y a Edesio como copero.
A la muerte del rey, mientras el heredero llegaba a su mayor edad, ejerció el poder la reina, que le había confiado a Frumencio la educación de su joven hijo. Fue durante este período cuando los dos, que habían establecido contactos con los comerciantes greco-romanos, obtuvieron de la reina el permiso para construir una iglesia cerca del puerto. Este fue el primer germen de cristianismo, que se desarrolló rápidamente. Edesio y Frumencio pidieron y obtuvieron el permiso para regresar a la patria. Edesio fue a Tiro, en donde encontró a Rufino, el futuro historiador, a quien le narró su historia. En cambio, Frumencio se fue para Alejandría de Egipto a encontrar al grande obispo Atanasio y proponerle que enviara a Etiopía a un obispo y a un grupo de misioneros. Atanasio escuchó con vivo interés la narración y luego resolvió consagrar obispo al mismo Frumencio y volverlo a mandar a Etiopía con algunos misioneros.
Frumencio fue recibido cordialmente por el amigo rey Ezana, que fue de los primeros en adherir al Evangelio y con él casi todos sus súbditos. Frumencio, llamado por los etíopes «abba Salama», portador de luz, es considerado uno de los más grandes misioneros cristianos y uno de los más afortunados sembradores de la buena noticia, si consideramos la extraordinaria mies que produjo a través de los siglos esa primera siembra, favorecida por el amor al estudio.

martes, 23 de octubre de 2012

El Cristo de la libertad

Dos videos que me hicieron pensar sobre la necesidad de ser mìsticos en el siglo XXI. Ambos sobre la Trinidad, uno de un jesuita, otro de un catòlico de padre hindú.



















viernes, 19 de octubre de 2012

Bienaventurados los inútiles



Luc 19:22  Le contestó el rey: “Por tus propias palabras te juzgo, servidor inútil. Si tú sabías que soy un hombre exigente, que reclamo lo que no he depositado y cosecho lo que no he sembrado,
Luc 19:23  ¿por qué no pusiste mi dinero en el banco? Así a mi regreso lo habría cobrado con los intereses.” 


¡Qué pasaje duro el que nos cuenta Lucas! Todo lo que hace el Rey es perverso e incomprensible en el proyecto de Jesús, salvo que…. No soy exégeta y espero que Dios no lo permita, pero creo que Jesús está poniendo el centro en el servidor al que el rey le llama inútil.
“Tu que eres un hombre injusto y malvado que reclamas más de la cuenta y lo que no te pertenece, y para dártelo hay que quitárselo a otros, a vos te enfrento en mi humildad, yo que no soy nadie y que deberé pagar tu ira injusta.
Pero no estoy dispuesto, aún corriendo el riesgo de la vida, de satisfacer tus injustos deseos.
Aquí pese a todo sigue habiendo dignidad y no seré como esos otros que con tal de satisfacer tu maldad consiguen expoliar a su pueblo. Es a ellos que los premiaras con mas ciudades, porque sabes que te serán fieles y tan malvados como tú, y cuantas más malvados podrán explotar a más ciudades.
Yo no me presto, te devuelvo lo que me diste, no lo usare para beneficio ni mío, ni el que a ti te importa, el tuyo.Porque de la única manera en que podrìamos obtener tanto interès es que alguien pague la usura, y eso traerà hambre y angustia a esa gente.
Esos otros si consintieron en tus exigencias y ellos recibiran tu recompensa que esta echa con la misma sustancia de las treinta monedas de Judas el de Kariot, yo aquì, junto al Enviado que supo repartir los panes y los peces sin pedir nada para sí.
Yo soy, a partir de ahora, uno más de esos enemigos que sabían lo malvado que eras y mandaste matar. Yo sigo siendo un seguidor del Camino."
                                                   G.Monzón


Luc 19:12  “Un hombre de una familia noble se fue a un país lejano para ser nombrado rey y volver después.
Luc 19:13  Llamó a diez de sus servidores, les entregó una bolsa de oro a cada uno y les dijo: “Comercien con ese dinero hasta que vuelva.”
Luc 19:14  Pero sus compatriotas lo odiaban y mandaron detrás de él una delegación para que dijera: “No queremos que éste sea nuestro rey.”
Luc 19:15  Cuando volvió, había sido nombrado rey. Mandó, pues, llamar a aquellos servidores a quienes les había entregado el dinero, para ver cuánto había ganado cada uno.
Luc 19:16  Se presentó el primero y dijo: “Señor, tu oro ha producido diez veces más.”
Luc 19:17  Le contestó: “Está bien, servidor bueno; ya que fuiste fiel en cosas muy pequeñas, ahora te confío el gobierno de diez ciudades.”
Luc 19:18  Vino el segundo y le dijo: “Señor, tu oro ha producido cinco veces más.”
Luc 19:19  El rey le contestó: “Tú también gobernarás cinco ciudades.”
Luc 19:20  Llegó el tercero y dijo: “Señor, aquí tienes tu oro. Lo he guardado envuelta en un pañuelo
Luc 19:21  porque tuve miedo de ti. Yo sabía que eres un hombre muy exigente: reclamas lo que no has depositado y cosechas lo que no has sembrado.”
Luc 19:22  Le contestó el rey: “Por tus propias palabras te juzgo, servidor inútil. Si tú sabías que soy un hombre exigente, que reclamo lo que no he depositado y cosecho lo que no he sembrado,
Luc 19:23  ¿por qué no pusiste mi dinero en el banco? Así a mi regreso lo habría cobrado con los intereses.”
Luc 19:24  Y dijo el rey a los presentes: “Quítenle la bolsa de oro y dénsela al que tiene diez.”
Luc 19:25  “Pero, señor, le contestaron, ya tiene diez bolsas.”
Luc 19:26  Yo les digo que a todo el que produce se le dará más, pero al que no tiene, se le quitará aun lo que tiene.
Luc 19:27  En cuanto a esos enemigos míos que no me quisieron por rey, tráiganlos aquí y mátenlos en mi presencia.”
Luc 19:28  Dicho esto, Jesús pasó adelante y emprendió la subida hacia Jerusalén.


jueves, 18 de octubre de 2012

San Lucas Evangelista



San Lucas
Nadie ha merecido como San Lucas el título de Evangelista, de mensajero de la Buena Nueva; no ya porque el historiador de Cristo, en el tercer Evangelio, se convierte enseguida en los Hechos de los Apóstoles, en el historiador de la Iglesia naciente, de la difusión del mensaje cristiano al mundo, sino, ante todo, porque en su estilo de griego y de literato, el mensaje de salvación canta un auténtico himno de acción de gracias, de alegría y de optimismo.  
Lucas no minimiza nunca la Cruz - a él se debe la descripción más detallada de la agonía de Jesús - pero en el predomina el gozo: desde el nacimiento de Juan, con el cual - "muchos se alegrarán" a la evocación de los discípulos, que tras la Ascensión "volvieron a Jerusalén con gran alegría", pasando por el relato de la pecadora perdonada y del Hijo Pródigo, todo en él es un triunfo de la vida y del amor.   Los Hechos están bañados por la misma luz: "...los creyentes celebraban la fracción del pan en las casas y comían juntos alabando a Dios con alegría y de todo corazón..." (Hc. 2, 46). "...En el grupo de creyentes todos pensaban y sentían lo mismo...." (Hc. 4, 32).
Lucas que se unió fielmente al alma de San Pablo y permaneció junto a él aun en sus cadenas, el cantor de la mansedumbre de Cristo - como le llama el Dante -, captó desde el principio el universalismo del mensaje de amor que Jesús había confiado a los suyos.  
El Salvador que nos presenta este hombre llegado del paganismo es claramente "luz para alumbrar a las naciones". (Lc. 2,32)   El único de los evangelistas que no era judío, sino gentil, quizá natural de Antioquía y que parece que fue médico de profesión. Discípulo de san Pablo (quien le alude en la carta a los colosenses como «...Lucas, el médico amado....»), le acompañó en sus viajes y tal vez se encontraba con él en Roma cuando sufrió martirio; poco más se sabe, aparte de que escribió el tercer evangelio y los Hechos de los apóstoles.  
Según remotas tradiciones, después de la muerte de Pablo predicó la buena nueva en Egipto y en Grecia, y debió de morir en este último país, quién sabe si crucificado en Patras, como algunos suponen. Su símbolo es el buey, porque su evangelio empieza con el sacrificio de Zacarías en el Templo, y desde tiempo inmemorial es patrón de médicos y cirujanos.  
Como evangelista tiene un rasgo muy peculiar sin duda debido a su condición de gentil que escribía para cristianos de cultura griega, hace muy pocas referencias a la ley mosaica y es el que más insiste en el alcance universal de la salvación, mostrándose también en eso fiel discípulo de san Pablo. 
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   El Evangelio según San Lucas  
El autor del tercer Evangelio, San Lucas, el médico, era un sirio nacido en Antioquía, de una familia pagana. Tuvo la suerte de convertirse à la fe de Jesucristo y encontrarse con San Pablo, cuyo fiel compañero y discípulo fue por muchos años, compartiendo con él hasta la prisión en Roma.  
Según su propio testimonio ( 1, 3), Lucas se informó «...de todo exactamente desde su primer origen ...«. No cabe duda de que una de sus principales fuentes de información fue el mismo Pablo y es muy probable que recibiera informes también de la Santísima Madre de Jesús, especialmente sobre la infancia del Señor, que Lucas es el único en referirnos detalladamente.  
El es, pues, precisamente por sus noticias sobre el Niño y su Madre, el Evangelista por excelencia de la Virgen.   Pero Lucas posee además una característica muy llamativa que ha dado origen a una curiosa leyenda: es el que más habla de la Virgen, quizá porque la trató personalmente (por ejemplo, es el único que cuenta la Anunciación), y de ahí que atribuyéndosela habilidades de pintor se supusiese que pintó un retrato de Nuestra Señora.  
Aunque los supuestos retratos sean muy tardíos (el más famoso, que se conserva en la Capilla Paulina de Santa María la Mayor de Roma, es un icono del siglo XII), los pintores le tienen también por patrón celestial y se encomiendan a él como al artista que tuvo el máximo modelo de hermosura humana.  
Lucas es llamado también el Evangelista de la misericordia, por ser el único que nos trae las parábolas del hijo pródigo, de la dracma perdida, del buen samaritano, etc.   Éste tercer Evangelio fue escrito en Roma à fines de la primera cautividad de San Pablo, o sea entre los años 62 y 63. Sus destinatarios son los cristianos de las Iglesias fundadas por el Apóstol de los gentiles, así como Mateo se dedicó más especialmente à mostrar à los judíos el cumplimiento de las profecías, realizadas por Cristo.  
Por eso, El Evangelio de San Lucas contiene un relato de la vida de Jesús que podemos considerar el más completo de todos y hecho à propósito para nosotros los cristianos de la gentilidad.  
Se afirma que Lucas evangelizó Acaya y Bitinia, donde habría sellado con su sangre la verdad del Evangelio.

viernes, 12 de octubre de 2012

Los 21 cambios



Me encantó el video y me puse a rumiar la siguiente reflexiòn: si no estamos pendientes de Dios dificilmernte veremos como esta actuando en el día a día .
Pero lo que podemos estar seguros es que Dios esta provocando cambios tan dramáticos como los del video y esos cambios , si los sabemos apreciar, nos dan muestra de un proceder maravilloso. Esta en nosotros sentir el neuma del resucitado en medio de su pueblo.

Dios en primavera

Para reconfortar el alma. Es Federico Gulda, tocando y dirigiendo con las cejas, con los hombros, con el rabillo del ojo y hasta con la lengua, el segundo movimiento-Romanza del Concierto nº20 para piano y orquesta de Mozart.

jueves, 11 de octubre de 2012

Bienaventurados

La resurrección es el hecho mayor del cristianismo sin el cual no se sostiene. Sin ese acontecimiento bienaventurado, Jesús sería como tantos profetas sacrificados por los sistemas de opresión. La resurrección significa la gran liberación y también una insurrección contra este tipo de mundo. Quien resucita no es un Cesar o un Sumo Sacerdote, sino un crucificado. La resurrección da razón a los crucificados de la historia de la justicia y del amor. Ella nos asegura que el verdugo no triunfa sobre la víctima. Significa la realización de las potencialidades escondidas en cada uno de nosotros: la irrupción del hombre nuevo.                                                                                                                       
                                                    Leonardo Boff

                                   




BEATO  JUAN XXIII (1881-1963)

Nació en el seno de una familia numerosa campesina, de  profunda raigambre cristiana. Pronto ingresó en el Seminario, donde  profesó la Regla de la Orden franciscana seglar. Ordenado sacerdote,  trabajó en su diócesis hasta que, en 1921, se puso al servicio de  la Santa Sede.

En 1958 fue elegido Papa, y sus cualidades humanas y cristianas  le valieron el nombre de "papa bueno". Juan Pablo II lo  beatificó el año 2000 y estableció que su fiesta se  celebre el 11 de octubre.

Nació el día  25 de noviembre de 1881 en Sotto il Monte, diócesis y provincia de  Bérgamo (Italia). Ese mismo día fue bautizado, con el nombre de  Ángelo Giuseppe. Fue el cuarto de trece hermanos. Su familia  vivía del trabajo del campo. La vida de la familia Roncalli era de tipo  patriarcal. A su tío Zaverio, padrino de bautismo, atribuirá  él mismo su primera y fundamental formación religiosa. El clima  religioso de la familia y la fervorosa vida parroquial, fueron la primera y  fundamental escuela de vida cristiana, que marcó la fisonomía  espiritual de Ángelo Roncalli.

Recibió la confirmación y la  primera comunión en 1889 y, en 1892, ingresó en el seminario de  Bérgamo, donde estudió hasta el segundo año de  teología. Allí empezó a redactar sus apuntes espirituales,  que escribiría hasta el fin de sus días y que han sido recogidos  en el «Diario del alma». El 1 de marzo de 1896 el director espiritual  del seminario de Bérgamo lo admitió en la Orden  franciscana seglar, cuya Regla profesó el 23 de mayo de  1897.

De 1901 a 1905 fue alumno del Pontificio  seminario romano, gracias a una beca de la diócesis de Bérgamo.  En este tiempo hizo, además, un año de servicio militar. Fue  ordenado sacerdote el 10 de agosto de 1904, en Roma. En 1905 fue nombrado  secretario del nuevo obispo de Bérgamo, Mons. Giácomo  María Radini Tedeschi. Desempeñó este cargo hasta 1914,  acompañando al obispo en las visitas pastorales y colaborando en  múltiples iniciativas apostólicas: sínodo,  redacción del boletín diocesano, peregrinaciones, obras sociales.  A la vez era profesor de historia, patrología y apologética en el  seminario, asistente de la Acción católica femenina, colaborador  en el diario católico de Bérgamo y predicador muy solicitado por  su elocuencia elegante, profunda y eficaz.

En aquellos años, además,  ahondó en el estudio de tres grandes pastores: san Carlos Borromeo (de  quien publicó las Actas de la visita apostólica realizada a la  diócesis de Bérgamo en 1575), san Francisco de Sales y el  entonces beato Gregorio Barbarigo. Tras la muerte de Mons. Radini Tedeschi, en  1914, don Ángelo prosiguió su ministerio sacerdotal dedicado a la  docencia en el seminario y al apostolado, sobre todo entre los miembros de las  asociaciones católicas.

En 1915, cuando Italia entró en  guerra, fue llamado como sargento sanitario y nombrado capellán militar  de los soldados heridos que regresaban del frente. Al final de la guerra  abrió la «Casa del estudiante» y trabajó en la pastoral  de estudiantes. En 1919 fue nombrado director espiritual del seminario.

En 1921 empezó la segunda parte de  la vida de don Ángelo Roncalli, dedicada al servicio de la Santa Sede.  Llamado a Roma por Benedicto XV como presidente para Italia del Consejo central  de las Obras pontificias para la Propagación de la fe, recorrió  muchas diócesis de Italia organizando círculos de misiones. En  1925 Pío XI lo nombró visitador apostólico para Bulgaria y  lo elevó al episcopado asignándole la sede titular de  Areópoli. Su lema episcopal, programa que lo acompañó  durante toda la vida, era: «Obediencia y paz».

Tras su consagración episcopal, que  tuvo lugar el 19 de marzo de 1925 en Roma, inició su ministerio en  Bulgaria, donde permaneció hasta 1935. Visitó las comunidades  católicas y cultivó relaciones respetuosas con las demás  comunidades cristianas. Actuó con gran solicitud y caridad, aliviando  los sufrimientos causados por el terremoto de 1928. Sobrellevó en  silencio las incomprensiones y dificultades de un ministerio marcado por la  táctica pastoral de pequeños pasos. Afianzó su confianza  en Jesús crucificado y su entrega a él.

En 1935 fue nombrado delegado  apostólico en Turquía y Grecia. Era un vasto campo de trabajo. La  Iglesia católica tenía una presencia activa en muchos  ámbitos de la joven república, que se estaba renovando y  organizando. Mons. Roncalli trabajó con intensidad al servicio de los  católicos y destacó por su diálogo y talante respetuoso  con los ortodoxos y con los musulmanes. Cuando estalló la segunda guerra  mundial se hallaba en Grecia, que quedó devastada por los combates.  Procuró dar noticias sobre los prisioneros de guerra y salvó a  muchos judíos con el «visado de tránsito» de la  delegación apostólica. En diciembre de 1944 Pío XII lo  nombró nuncio apostólico en París.

Durante los últimos meses del  conflicto mundial, y una vez restablecida la paz, ayudó a los  prisioneros de guerra y trabajó en la normalización de la vida  eclesiástica en Francia. Visitó los grandes santuarios franceses  y participó en las fiestas populares y en las manifestaciones religiosas  más significativas. Fue un observador atento, prudente y lleno de  confianza en las nuevas iniciativas pastorales del episcopado y del clero de  Francia. Se distinguió siempre por su búsqueda de la sencillez  evangélica, incluso en los asuntos diplomáticos más  intrincados. Procuró actuar como sacerdote en todas las situaciones.  Animado por una piedad sincera, dedicaba todos los días largo tiempo a  la oración y la meditación.

En 1953 fue creado cardenal y enviado a  Venecia como patriarca. Fue un pastor sabio y resuelto, a ejemplo de los santos  a quienes siempre había venerado, como san Lorenzo Giustiniani, primer  patriarca de Venecia.

Tras la muerte de Pío XII, fue  elegido Papa el 28 de octubre de 1958, y tomó el nombre de Juan XXIII.  Su pontificado, que duró menos de cinco años, lo presentó  al mundo como una auténtica imagen del buen Pastor. Manso y atento,  emprendedor y valiente, sencillo y cordial, practicó cristianamente las  obras de misericordia corporales y espirituales, visitando a los encarcelados y  a los enfermos, recibiendo a hombres de todas las naciones y creencias, y  cultivando un exquisito sentimiento de paternidad hacia todos. Su magisterio,  sobre todo sus encíclicas «Pacem in terris» y «Mater et  magistra», fue muy apreciado.

Convocó el Sínodo romano,  instituyó una Comisión para la revisión del Código  de derecho canónico y convocó el Concilio ecuménico  Vaticano II. Visitó muchas parroquias de su diócesis de Roma,  sobre todo las de los barrios nuevos. La gente vio en él un reflejo de  la bondad de Dios y lo llamó «el Papa de la bondad». Lo  sostenía un profundo espíritu de oración. Su persona,  iniciadora de una gran renovación en la Iglesia, irradiaba la paz propia  de quien confía siempre en el Señor. Falleció la tarde del  3 de junio de 1963.

Juan Pablo II lo beatificó el 3 de  septiembre del año 2000, y estableció que su fiesta se celebre el  11 de octubre, recordando así que Juan XXIII inauguró  solemnemente el Concilio Vaticano II el 11 de octubre de 1962.



Textos de L'Osservatore Romano





De la homilía de Juan Pablo II
en la misa de beatificación
(3-IX-2000)



Contemplamos hoy en la gloria del  Señor a Juan XXIII, el Papa que conmovió al mundo por la  afabilidad de su trato, que reflejaba la singular bondad de su  corazón...

Ha quedado en el recuerdo de todos la  imagen del rostro sonriente del Papa Juan y de sus brazos abiertos para abrazar  al mundo entero. ¡Cuántas personas han sido conquistadas por la  sencillez de su corazón, unida a una amplia experiencia de hombres y  cosas! Ciertamente la ráfaga de novedad que aportó no se  refería a la doctrina, sino más bien al modo de exponerla; era  nuevo su modo de hablar y actuar, y era nueva la simpatía con que se  acercaba a las personas comunes y a los poderosos de la tierra. Con ese  espíritu convocó el Concilio ecuménico Vaticano II, con el  que inició una nueva página en la historia de la Iglesia: los  cristianos se sintieron llamados a anunciar el Evangelio con renovada  valentía y con mayor atención a los "signos" de los  tiempos. Realmente, el Concilio fue una intuición profética de  este anciano Pontífice, que inauguró, entre muchas dificultades,  un tiempo de esperanza para los cristianos y para la humanidad.

En los últimos momentos de su  existencia terrena, confió a la Iglesia su testamento: «Lo que  más vale en la vida es Jesucristo bendito, su santa Iglesia, su  Evangelio, la verdad y la bondad». También nosotros queremos  recoger hoy este testamento, a la vez que damos gracias a Dios por  habérnoslo dado como Pastor.