Leonardo da Vinci la Última Cena
La Última Cena de Leonardo da Vinci | Arquitectura y Cristianismo

El encargo:
La pintura mural La Última Cena (1495-97), también conocida como El Cenáculo, fue un encargo del duque de Milán, mecenas de Leonardo da Vinci de la familia de los Sforza conocido como Ludovico “el moro”. Ludovico tenía previsto convertir en una capilla y mausoleo familiar el templo del monasterio de Santa María delle Grazie, perteneciente a la orden de los dominicos y situado en el corazón de la ciudad de Milán.


La técnica empleada:
La técnica tradicional para pintar al fresco es muy exigente para cualquier pintor, pues necesita haber desarrollado una gran labor previa de estudio formal de la pintura, además de una enorme rapidez de ejecución por parte del artista. Esta técnica no permite correcciones una vez se ha iniciado la obra. En el Renacimiento era habitual definir la habilidad de un pintor por su capacidad de pintar al fresco.
Aspecto temático y formal:
Como antecedentes pictóricos a La Última Cena de Leonardo da Vinci, encontramos principalmente las obras de dos autores:Andrea del Castagno (1421-1457) pintor florentino que en 1447 realiza un fresco con el tema de la Última Cena para el cenáculo de Santa Apolonia en Florencia.
Domenico Ghirlandaio (1449-1494) pintor florentino al que en 1480 le encargan la obra El Cenáculo de Ognissati para un monasterio benedictino.
Leonardo da Vinci, al contrario de las representaciones de Andrea del Castagno y de Domenico Ghirlandaio, decide situar a Judas Iscariote junto a los demás apóstoles a la mesa en vez de colocarlo en frente de ellos. Ha escogido justo el momento en el cual los apóstoles se encuentran desconcertados ante las palabras de Cristo de que uno de ellos le traicionará. En el instante que Simón Pedro le pide a Juan que le pregunte a Jesús quién de los apóstoles será el traidor. En los frescos de Castagno y Ghirlandaio se refleja el momento inmediatamente posterior al pintado por Leonardo da Vinci, pues Juan ya se encuentra recostado sobre el pecho de Jesús.

En el segundo grupo están Judas Iscariote, Simón Pedro y Juan, según el orden de cabezas.
Los apóstoles Tomás, Santiago el Mayor y Felipe conforman el tercer grupo.
El último grupo lo forman Mateo, Judas Tadeo y Simón Zelote.
Leonardo da Vinci manifiesta en su tratado de pintura: “Los movimientos de las personas son tan diferentes como los estados de ánimo que se suscitan en sus almas, y cada uno de ellos mueve en distintos grados a las personas [...] Lo feo junto a lo bello, lo grande junto a lo pequeño, el anciano junto al joven, lo fuerte junto a lo débil: hay que alternar y confrontar esos extremos tanto como sea posible.”
La obra La Última Cena es un fiel reflejo de esta tesis. En ella podemos encontrar en las diferentes fisonomías y actitudes de los apóstoles la contraposición de lo joven con lo anciano, la excitación frente a la serenidad, la bondad contra la maldad. Es un verdadero análisis del comportamiento humano el que realiza Leonardo da Vinci en esta pintura.
Leonardo da Vinci se dedicó con gran entusiasmo en la ejecución de La Última Cena. Gracias a la técnica inventada por él, pudo modificar a su antojo la obra alargándose en el tiempo para perfeccionar cada detalle. Debido a la tardanza, el abad del monasterio empezó a inquietarse y elevó una queja a Ludovico Sforza. El duque de Milán conminó a Leonardo da Vinci a que terminase a la mayor brevedad posible la pintura mural. Se cuenta como anécdota, quién sabe si real, que Leonardo da Vinci llegó a barajar la posibilidad de utilizar como modelo para Judas Iscariote la cara del propio abad, debido a las desavenencias entre ambos.

Daños y restauraciones:
Como ya hemos comentado anteriormente, el mural realizado por Leonardo comenzó rápidamente a degradarse debido a la técnica utilizada, lo cual acrecentado por unas fuertes inundaciones acaecidas en Milán, obligó a realizar una inmediata restauración.En 1652 se decide colocar una puerta en el refectorio justo debajo de la pintura mural de Leonardo da Vinci, teniendo como consecuencia de la eliminación de los pies de Jesucristo, así como los de algunos apóstoles.
En 1797, las tropas de Napoleón usan el refectorio como establo y las paredes para práctica de tiro, produciendo la consiguiente deterioro de la obra.
Durante el siglo XIX se realizan varias restauraciones de la obra, con resultados poco adecuados, que no consiguieron recobrar convenientemente la obra original.
Durante el transcurso de la Segunda Guerra Mundial los bombardeos por parte de las tropas aliadas derriban el tejado de la estancia, quedando la pintura de La Última Cena varios años a la intemperie.
A partir de 1977 se inicia una restauración de varios años que consiguió mejorar en gran medida el aspecto de la pintura mural, recuperándose así parte de su resplandor original. En la actualidad sólo pequeños grupos de afortunados pueden admirar esta obra maestra del pintor Leonardo da Vinci haciendo su reserva con bastante tiempo de antelación.

Absurdos que rodean a la obra:
La figura de Leonardo da Vinci ha ido acrecentándose con el paso de los siglos. Su saber enciclopédico es fascinante y esta fascinación es aprovechada en ocasiones para dotar a todas sus obras de un halo misterioso. No me parece mal que se fantasee con su figura para la creación de filmes o novelas siempre que quede bien claro en ellas que pertenecen al campo de la ficción y no al histórico.Hago esta aseveración a causa del fenómeno literario que fue hace unos años la novela El Código da Vinci del escritor Dan Brown. No es nada reprobable incluir detalles históricos en novelas de ficción, o detalles de ficción en novelas históricas, puesto que a todos nos gusta imaginarnos el día a día de personajes del pasado, los cuales nos es imposible conocer con detalle, o especular con “qué habría pasado si…” creando escenarios irreales con personajes conocidos y haciéndoles actuar como se esperaría de ellos por nuestro conocimiento de su biografía. Es decir, en principio es perfectamente lícito incluir datos históricos junto con otros ficticios para hacer más entretenido un relato, pero siempre que quede de manifiesto su falsedad histórica. El problema sucede cuando intencionadamente se quiere vender una historia llena de falsedades e inexactitudes como veraz y no como una mera forma de entretenimiento. Por poner unos sencillos ejemplos de lo sencillo que es detectar el “gran descubrimiento” en que se basa toda la trama del libro, vamos a ver a continuación dos sencillas explicaciones.
La crítica de arte Elizabeth Levy lo explica muy claramente: “Brown aprovecha el rostro de suaves rasgos y la figura de un Juan imberbe del cuadro de Leonardo para presentarnos su fantástica afirmación de que se trata de una mujer. Por otra parte, si realmente San Juan fuera María Magdalena, hemos de preguntarnos por el apóstol que falta en aquel crítico momento. El problema real es el resultado de nuestra falta de familiaridad con los “tipos”.
En su Tratado de la Pintura, Leonardo explica que cada personaje debe ser pintado con arreglo a su edad y condición. Un hombre sabio tiene ciertas características, una anciana otras y los niños otras. Un tipo clásico, como en muchos cuadros del Renacimiento, es el “estudiante”. El favorito, el protegido o el discípulo son siempre hombres muy jóvenes, totalmente afeitados y de cabello largo, con objeto de transmitir la idea de que aún no han madurado lo suficiente como para haber encontrado su camino.
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Otra apreciación que hace Dan Brown de la obra es referente a la mano que sostiene una daga, otro critico de arte, Bruce Boucher comentó al respecto: “No es una mano sin cuerpo. El dibujo preliminar y las copias posteriores de La Última Cena demuestran que la mano y el cuchillo pertenecen a Pedro: una referencia al pasaje del Evangelio de San Juan en el que Pedro saca la espada en defensa de Jesús”.
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