1 Cuaresma (A) Mateo 4, 1-11
NUESTRA GRAN TENTACIÓN
JOSÉ ANTONIO PAGOLA, lagogalilea@hotmail.com
SAN SEBASTIÁN (GUIPUZCOA).
ECLESALIA,
05/03/14.- La escena de “las tentaciones de Jesús” es un relato que no
hemos de interpretar ligeramente. Las tentaciones que se nos describen
no son propiamente de orden moral. El relato nos está advirtiendo de que
podemos arruinar nuestra vida, si nos desviamos del camino que sigue
Jesús.
La primera tentación es de importancia decisiva, pues puede pervertir
y corromper nuestra vida de raíz. Aparentemente, a Jesús se le ofrece
algo bien inocente y bueno: poner a Dios al servicio de su hambre. “Si eres Hijo de Dios, manda que estas piedras se conviertan en panes”.
Sin embargo, Jesús reacciona de manera rápida y sorprendente: “No solo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de boca de Dios”.
No hará de su propio pan un absoluto. No pondrá a Dios al servicio de
su propio interés, olvidando el proyecto del Padre. Siempre buscará
primero el reino de Dios y su justicia. En todo momento escuchará su
Palabra.
Nuestra necesidades no quedan satisfechas solo con tener asegurado
nuestro pan. El ser humano necesita y anhela mucho más. Incluso, para
rescatar del hambre y la miseria a quienes no tienen pan, hemos de
escuchar a Dios, nuestro Padre, y despertar en nuestra conciencia el
hambre de justicia, la compasión y la solidaridad.
Nuestra gran tentación es hoy convertirlo todo en pan. Reducir cada
vez más el horizonte de nuestra vida a la mera satisfacción de nuestros
deseos; hacer de la obsesión por un bienestar siempre mayor o del
consumismo indiscriminado y sin límites el ideal casi único de nuestras
vidas.
Nos engañamos si pensamos que ese es el camino a seguir hacia el
progreso y la liberación. ¿No estamos viendo que una sociedad que
arrastra a las personas hacia el consumismo sin límites y hacia la
autosatisfacción, no hace sino generar vacío y sinsentido en las
personas, y egoísmo, insolidaridad e irresponsabilidad en la
convivencia?
¿Por qué nos estremecemos de que vaya aumentando de manera trágica el
número de personas que se suicidan cada día? ¿Por qué seguimos
encerrados en nuestro falso bienestar, levantando barreras cada vez más
inhumanas para que los hambrientos no entren en nuestros países, no
lleguen hasta nuestras residencias ni llamen a nuestra puerta?
La llamada de Jesús nos puede ayudar a tomar más conciencia de que no
sólo de bienestar vive el hombre. El ser humano necesita también
cultivar el espíritu, conocer el amor y la amistad, desarrollar la
solidaridad con los que sufren, escuchar su conciencia con
responsabilidad, abrirse al Misterio último de la vida con esperanza.
(Eclesalia Informativo autoriza y recomienda la difusión de sus
artículos, indicando su procedencia).
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