martes, 25 de marzo de 2014
Jesus Was An On Only Son - Bruce Springsteen
Encarnación del Señor, Anunciación a María.
domingo, 23 de marzo de 2014
Leonardo da Vinci la Última Cena
La Última Cena de Leonardo da Vinci | Arquitectura y Cristianismo

El encargo:
La pintura mural La Última Cena (1495-97), también conocida como El Cenáculo, fue un encargo del duque de Milán, mecenas de Leonardo da Vinci de la familia de los Sforza conocido como Ludovico “el moro”. Ludovico tenía previsto convertir en una capilla y mausoleo familiar el templo del monasterio de Santa María delle Grazie, perteneciente a la orden de los dominicos y situado en el corazón de la ciudad de Milán.


La técnica empleada:
La técnica tradicional para pintar al fresco es muy exigente para cualquier pintor, pues necesita haber desarrollado una gran labor previa de estudio formal de la pintura, además de una enorme rapidez de ejecución por parte del artista. Esta técnica no permite correcciones una vez se ha iniciado la obra. En el Renacimiento era habitual definir la habilidad de un pintor por su capacidad de pintar al fresco.
Aspecto temático y formal:
Como antecedentes pictóricos a La Última Cena de Leonardo da Vinci, encontramos principalmente las obras de dos autores:Andrea del Castagno (1421-1457) pintor florentino que en 1447 realiza un fresco con el tema de la Última Cena para el cenáculo de Santa Apolonia en Florencia.
Domenico Ghirlandaio (1449-1494) pintor florentino al que en 1480 le encargan la obra El Cenáculo de Ognissati para un monasterio benedictino.
Leonardo da Vinci, al contrario de las representaciones de Andrea del Castagno y de Domenico Ghirlandaio, decide situar a Judas Iscariote junto a los demás apóstoles a la mesa en vez de colocarlo en frente de ellos. Ha escogido justo el momento en el cual los apóstoles se encuentran desconcertados ante las palabras de Cristo de que uno de ellos le traicionará. En el instante que Simón Pedro le pide a Juan que le pregunte a Jesús quién de los apóstoles será el traidor. En los frescos de Castagno y Ghirlandaio se refleja el momento inmediatamente posterior al pintado por Leonardo da Vinci, pues Juan ya se encuentra recostado sobre el pecho de Jesús.

En el segundo grupo están Judas Iscariote, Simón Pedro y Juan, según el orden de cabezas.
Los apóstoles Tomás, Santiago el Mayor y Felipe conforman el tercer grupo.
El último grupo lo forman Mateo, Judas Tadeo y Simón Zelote.
Leonardo da Vinci manifiesta en su tratado de pintura: “Los movimientos de las personas son tan diferentes como los estados de ánimo que se suscitan en sus almas, y cada uno de ellos mueve en distintos grados a las personas [...] Lo feo junto a lo bello, lo grande junto a lo pequeño, el anciano junto al joven, lo fuerte junto a lo débil: hay que alternar y confrontar esos extremos tanto como sea posible.”
La obra La Última Cena es un fiel reflejo de esta tesis. En ella podemos encontrar en las diferentes fisonomías y actitudes de los apóstoles la contraposición de lo joven con lo anciano, la excitación frente a la serenidad, la bondad contra la maldad. Es un verdadero análisis del comportamiento humano el que realiza Leonardo da Vinci en esta pintura.
Leonardo da Vinci se dedicó con gran entusiasmo en la ejecución de La Última Cena. Gracias a la técnica inventada por él, pudo modificar a su antojo la obra alargándose en el tiempo para perfeccionar cada detalle. Debido a la tardanza, el abad del monasterio empezó a inquietarse y elevó una queja a Ludovico Sforza. El duque de Milán conminó a Leonardo da Vinci a que terminase a la mayor brevedad posible la pintura mural. Se cuenta como anécdota, quién sabe si real, que Leonardo da Vinci llegó a barajar la posibilidad de utilizar como modelo para Judas Iscariote la cara del propio abad, debido a las desavenencias entre ambos.

Daños y restauraciones:
Como ya hemos comentado anteriormente, el mural realizado por Leonardo comenzó rápidamente a degradarse debido a la técnica utilizada, lo cual acrecentado por unas fuertes inundaciones acaecidas en Milán, obligó a realizar una inmediata restauración.En 1652 se decide colocar una puerta en el refectorio justo debajo de la pintura mural de Leonardo da Vinci, teniendo como consecuencia de la eliminación de los pies de Jesucristo, así como los de algunos apóstoles.
En 1797, las tropas de Napoleón usan el refectorio como establo y las paredes para práctica de tiro, produciendo la consiguiente deterioro de la obra.
Durante el siglo XIX se realizan varias restauraciones de la obra, con resultados poco adecuados, que no consiguieron recobrar convenientemente la obra original.
Durante el transcurso de la Segunda Guerra Mundial los bombardeos por parte de las tropas aliadas derriban el tejado de la estancia, quedando la pintura de La Última Cena varios años a la intemperie.
A partir de 1977 se inicia una restauración de varios años que consiguió mejorar en gran medida el aspecto de la pintura mural, recuperándose así parte de su resplandor original. En la actualidad sólo pequeños grupos de afortunados pueden admirar esta obra maestra del pintor Leonardo da Vinci haciendo su reserva con bastante tiempo de antelación.

Absurdos que rodean a la obra:
La figura de Leonardo da Vinci ha ido acrecentándose con el paso de los siglos. Su saber enciclopédico es fascinante y esta fascinación es aprovechada en ocasiones para dotar a todas sus obras de un halo misterioso. No me parece mal que se fantasee con su figura para la creación de filmes o novelas siempre que quede bien claro en ellas que pertenecen al campo de la ficción y no al histórico.Hago esta aseveración a causa del fenómeno literario que fue hace unos años la novela El Código da Vinci del escritor Dan Brown. No es nada reprobable incluir detalles históricos en novelas de ficción, o detalles de ficción en novelas históricas, puesto que a todos nos gusta imaginarnos el día a día de personajes del pasado, los cuales nos es imposible conocer con detalle, o especular con “qué habría pasado si…” creando escenarios irreales con personajes conocidos y haciéndoles actuar como se esperaría de ellos por nuestro conocimiento de su biografía. Es decir, en principio es perfectamente lícito incluir datos históricos junto con otros ficticios para hacer más entretenido un relato, pero siempre que quede de manifiesto su falsedad histórica. El problema sucede cuando intencionadamente se quiere vender una historia llena de falsedades e inexactitudes como veraz y no como una mera forma de entretenimiento. Por poner unos sencillos ejemplos de lo sencillo que es detectar el “gran descubrimiento” en que se basa toda la trama del libro, vamos a ver a continuación dos sencillas explicaciones.
La crítica de arte Elizabeth Levy lo explica muy claramente: “Brown aprovecha el rostro de suaves rasgos y la figura de un Juan imberbe del cuadro de Leonardo para presentarnos su fantástica afirmación de que se trata de una mujer. Por otra parte, si realmente San Juan fuera María Magdalena, hemos de preguntarnos por el apóstol que falta en aquel crítico momento. El problema real es el resultado de nuestra falta de familiaridad con los “tipos”.
En su Tratado de la Pintura, Leonardo explica que cada personaje debe ser pintado con arreglo a su edad y condición. Un hombre sabio tiene ciertas características, una anciana otras y los niños otras. Un tipo clásico, como en muchos cuadros del Renacimiento, es el “estudiante”. El favorito, el protegido o el discípulo son siempre hombres muy jóvenes, totalmente afeitados y de cabello largo, con objeto de transmitir la idea de que aún no han madurado lo suficiente como para haber encontrado su camino.
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Otra apreciación que hace Dan Brown de la obra es referente a la mano que sostiene una daga, otro critico de arte, Bruce Boucher comentó al respecto: “No es una mano sin cuerpo. El dibujo preliminar y las copias posteriores de La Última Cena demuestran que la mano y el cuchillo pertenecen a Pedro: una referencia al pasaje del Evangelio de San Juan en el que Pedro saca la espada en defensa de Jesús”.
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miércoles, 19 de marzo de 2014
Walt Whitman

No sólo ejecuto marchas para las victorias consagradas -yo ejecuto también marchas para los vencidos y para los asesinados.
¿Habéis oído decir que está bien ganada la jornada?
Yo también digo que es bueno caer -que las batallas se pierden con el mismo espíritu con que se ganan.
Yo redoblo y repico por los muertos;
Soplo en mi clarín mis notas más vibrantes y más alegres en loor de todos ellos.
¡Viva por los que cayeron!
¡Y por aquellos cuyas naves guerreras se hundieron en el mar!
¡Y por aquellos mismos que en el mar perecieron!
¡Y por todos los generales vencidos! ¡Y por todos los héroes derrotados!
¡Y por los innúmeros héroes desconocidos, iguales a los grandes héroes conocidos!
Poema 18 del Canto de mí mismo, de Walt Whitman, nacido en Long Island (New York) el 31 de mayo de 1819.
miércoles, 12 de marzo de 2014
Compartimos el
texto de la Homilía de Mons.
Daniel Sturla, en
la toma de posesión de la Arquidiócesis.
Domingo I de
Cuaresma. 9 de marzo de 2014
Queridos amigos:
Un día como hoy uno tendría ganas de decir muchas cosas…
Inicio de la Cuaresma, palabra de Dios desafiante, nuevo arzobispo, tanta gente
buena que está aquí presente… ¡el micrófono es también una
tentación!, pero hoy es un día para vencer la tentación como el Señor en
el evangelio… Así que quiero subrayar
dos palabras que me gustaría compartir
con ustedes en esta homilía:
La primera palabra es AMISTAD…
La palabra de Dios desde el libro del Génesis que escuchamos en la primera
lectura es una constante invitación a la amistad… El Señor se
paseaba en el paraíso en diálogo con Adán y Eva. Irrumpió el pecado, que vino
de fuera del hombre, de mano del tentador astuto. Éste quiso quebrar
definitivamente esa amistad, no pudo, pero ciertamente la dañó, al punto que
una ruptura ente Dios y el hombre marcó, desde el comienzo, la marcha de la humanidad. Toda la
historia de salvación es la historia de una amistad no siempre fácil, en la que Dios toma la
iniciativa, nos “primerea” como dice el Papa, pero donde el hombre,
en su libertad, tiene la potestad increíble de poner un freno al Creador
Todopoderoso. Porque ser amigos es una elección y
una elección mutua, una elección que de nuestra parte es frágil, y
necesita siempre renovarse.
Desde Abraham y los Patriarcas, hasta la cumbre de Moisés, aquel
que habló “cara a cara con el Señor como un
amigo habla con su amigo”, como dice con asombro
el libro del Éxodo (Ex 33,11), las páginas de la Biblia no dejan de narrarnos
esta historia de amistad. Pero llegó el día en que la “Palabra se hizo carne y habitó entre nosotros” (Jn
1,14) y aquel que era la Palabra y que habitaba en el seno mismo del
Padre, Jesús de Nazaret, dijo en su despedida: “a Ustedes los llamo amigos” (Jn 15,15). El discípulo amado, que
en la última cena puso su cabeza sobre el pecho de Jesús, es todo discípulo que
en intimidad con el maestro puede conocer, por el don del Espíritu, el misterio
de Dios, amigo de los hombres…
El relato de las tentaciones de
Jesús en el desierto, que escuchamos hoy,
primer domingo de cuaresma, narra el intento desesperado de un vencido
que gasta sus últimos cartuchos tratando de impedir que la amistad entre Dios y
los hombres vuelva a florecer… El demonio es un vencido, no lo olvidemos.
La amistad con Dios es una fuente de la que surge el agua fresca de la
amistad humana. Amistad que es expresión de la vocación más íntima de todo
hombre y que da sentido a su misteriosa aventura.
Nuestra vida es
amistad…encuentro,
mesa compartida, esposos que se eligen, familia reunida, también es compañía en
el dolor, mano tendida al que cae, comprensión y perdón. Lo sabemos, los amigos
lo son “en las buenas y en las malas”, son los que están en las fiestas
y en los velorios, los que “no nos dejan en la estacada”. Los
amigos “se hacen el aguante”, como dicen los jóvenes.
La iglesia
existe para ello. Para
ser principio y germen de esa mano tendida de Dios al hombre, lugar de
encuentro de amigos. Presencia en las buenas y en las malas. Vaya si la Iglesia
“nos hace el aguante” tantas veces en la vida. La iglesia es
la mesa donde los amigos se encuentran: Dios y el hombre, los hombres entre sí.
La Iglesia es la rueda del mate compartido con el mejor Cebador. Lo decimos con
una expresión cargada de significado teológico: “Iglesia: sacramento de
comunión”. Por supuesto que en esta familia hay normas que cumplir, como
hasta en la mateada tenemos ritos y reglas, pero ante todo hay una alegría que compartir.
La mesa está servida, el Señor aguarda, pero parecería que, como
en la parábola del evangelio, faltan
comensales…. quizás cómo en los bares que
tienen en la puerta personas que invitan a entrar, tenemos que salir a invitar.
Sí, tenemos que hacerlo porque muchos hermanos nuestros necesitan de esa mesa,
están hambrientos del pan sabroso que allí se comparte, pero no dan con la puerta. Otros buscan
saciarse en la comida chatarra de la
sociedad consumista y no encuentran lo que en
el fondo todo hombre busca: el pan de la amistad y la alegría. La iglesia
es casa de puertas abiertas, mate pronto, mesa tendida. No tengamos miedo de
ser misioneros y de salir a invitar, vayamos especialmente a los jóvenes y a
los pobres. Los vamos a encontrar en tantas esquinas de nuestros barrios donde
no siempre lo que reúne, construye. Nosotros les compartiremos nuestra alegría,
o mejor aún, queremos ayudarles
a que aflore su propia alegría.
En el relato
evangélico, haciendo el
contrapunto al libro del Génesis, el Señor venció la tentación. Son tres
tentaciones, pero en el fondo es sólo una: la de siempre. Es la tentación
constante, desde la rebelión de los ángeles: volverse sobre sí mismo y
creérsela, olvidándose del don, de la gracia, de ser un enviado…y
allí entra la derrota, la tristeza, el pesimismo. ¡Líbranos del mal,
Señor! ¡No nos dejes caer en la tentación!
De ahí que
la segunda palabra que quería compartir con Ustedes es GRACIAS.
Hoy en esta Iglesia Catedral hay creyentes de otras religiones,
hay hermanos cristianos, pero también no creyentes que han venido a acompañar.
A Ustedes, junto con el gracias más profundo por compartir esta
celebración con nosotros, la seguridad de nuestra amistad… La Iglesia no
es para sí misma. La Iglesia, fiel a Jesús, es experta y servidora de
humanidad.
Agradezco la presencia de las delegaciones de la colectividad
judía, ¡nuestros hermanos mayores!, y de las diferentes denominaciones
cristianas, así como de otros grupos religiosos, también para ellos nuestro
aplauso agradecido.
Agradezco con profunda emoción la presencia de las autoridades
civiles, -hasta hace un rato nos acompañaba el Señor Presidente- del Señor
Vicepresidente, la
Sra. Intendenta Ana Olivera, el Ex presidente Dr. Luis
Alberto Lacalle, Sres. Legisladores, y de muchos representantes de los diversos
partidos y corrientes de opinión, así como de los señores embajadores
presentes. Un profundo gracias.
Esta catedral testigo de tantos acontecimientos históricos de
nuestra patria hoy es lugar de encuentro, y de un encuentro histórico, en el
marco plural de nuestra sociedad. La presencia del Presidente y del
Vicepresidente son una señal de una laicidad positiva, donde el hecho religioso
ocupa un lugar también en nuestra sociedad.
Guarda la catedral tumbas de varios de nuestros héroes. Se
encuentra la pila bautismal en la que fue bautizado Artigas. El próximo 20 de
junio serán los 250 años de ese acontecimiento. En la lápida de Larrañaga,
escrita por Pivel Devoto, se dice de un modo hermoso: “el culto a su
memoria armoniza los sentimientos colectivos”. Mons. Jacinto Vera,
nuestro primer obispo, camino a los altares, murió rodeado del afecto de todo
el pueblo y respetado por sus mismos adversarios. Fueron signos de una Iglesia
servidora de su pueblo, consustanciada con la Patria. ¡Qué bueno es estar hoy
aquí envueltos en la historia y queriendo construir el presente! Nos mira
desde el lugar más alto de la catedral la imagen que se titula “el Ángel
Custodio de la República”. ¡Estamos ciertamente bien cuidados!
Este agradecimiento viene de lo profundo. La vida cristiana es amistad y gratitud, comunión y eucaristía.
Este gracias arranca de mi corazón por el Buen Dios que en su providencia me
pone hoy al frente de la Iglesia de Montevideo; en un gracias al Papa
Francisco, al querido y admirado Papa Francisco, que me eligió para este
servicio. Un gracias que recorre mis raíces, mis entrañables raíces familiares,
las de mi colegio, las de Horneros y Castores, mis queridas raíces salesianas.
Un gracias a tantos hermanos sacerdotes y diáconos, laicos y laicas,
consagrados y consagradas, un gracias a los jóvenes que fueron por tantos años
el centro de mi atención pastoral. Un gracias especial a mis hermanos obispos y
a los que han rezado y rezan por mí… Especialmente a las monjas
contemplativas y a los enfermos que ofrecen sus dolores por mi ministerio.
Este gracias quiere ser también un reconocimiento de todos
nosotros a los quince años de trabajo pastoral al frente de la Arquidiócesis deMons Nicolás. Gracias por su servicio
generoso, su entrega a la misión, gracias por sus iniciativas misioneras, por
el sínodo arquidiocesano, por las obras que quedan como herencia para el
futuro, la Radio
Oriental, la
Casa Vianney y sobre todo el Liceo Jubilar, que ha sido
modelo de trabajo educativo para el Uruguay entero.
Gracias a Mons.
Milton, a partir de ahora mi obispo auxiliar;
pero ya de antes hermano y amigo, cuya presencia y consejo siempre es fuente de
inspiración, que da serenidad y paz. ¡Qué alegría Milton saber que cuento
contigo!
Gracias Sr.
Nuncio Apostólico,
Mons. Anselmo Guido Pecorari, por su cercanía en este tiempo, por transmitirme
los deseos del Santo Padre. Gracias queridos hermanos todos aquí
presentes… pero quiero agradecer de modo especial a los sacerdotes de la
Arquidiócesis que en estos dos años de ministerio como auxiliar me han recibido
como hermano entre hermanos y en estas semanas como su pastor. Gracias.
Mi vida es la
amistad que el Señor me regaló desde el seno de mi hogar...
La más hermosa aventura de la vida humana es ser su amigo. Y esta aventura
crece al ser elegido como testigo de la Resurrección de Cristo, para hacer eco
de las palabras de los apóstoles de quien soy sucesor, y poder decir con su
misma convicción y alegría: Verdaderamente
ha resucitado el Señor. Sí ha resucitado y está vivo en
su Iglesia. Es el anuncio gozoso de los amigos de Jesús. Es el anuncio que
estamos llamados a proclamar, en esta Iglesia de Montevideo y en el Uruguay
entero, con renovada esperanza: “Alegría
mía, Cristo ha resucitado”. El mal y la muerte han
sido vencidos. Su cruz y su tumba vacía han dado paso a la luz. Esta luz disipa
toda oscuridad, alivia todo dolor, sana nuestras heridas.
“No hay
proporción entre el don y la falta” decía San Pablo en la segunda lectura. En la vida
cristiana siempre es mayor el don de Dios. Cuando lo descubrimos nuestra
vida se hace acción de gracias. Así, sólo desde la gratitud y la amistad, se
entiende la vida cristiana, esta vida en la que aún el dolor está llamado a ser
eucaristía, ofrenda, acción de gracias. Es fácil decirlo hoy, no lo será tanto
cuando se sienta el peso de la cruz. (En mi
casa había un cuadro que decía: “este hogar no desconoce el peso de la
cruz que por nosotros debiste soportar”). Sé
que en el camino vendrá la fatiga, que sabremos compartir. Por eso sigamos la
recomendación de San Agustín: “Cantar
es propio del que ama … Por tanto, hermanos míos, cantemos ahora, no para
deleite de nuestro reposo, sino para alivio de nuestro trabajo. Hagamos como
suelen cantar los caminantes; canta, pero camina;… consuela con el canto la fatiga, canta y camina.”
Ninguna criatura en su peregrinar sobre esta tierra cantó tan
alto su alegría como aquella jovencita de Nazaret que un día escuchó las
primicias del evangelio: “Alégrate, llena de
gracia”. Era la fuerza de una amistad que irrumpía
definitivamente en la historia humana, haciendo diminuta, en el seno purísimo
de una mujer, la misma
GRANDEZA. Ella, la pequeña y dulce muchacha
galilea tiene bajo sus pies, casi sin darle importancia, a la serpiente
venenosa. Quisiera hoy con ustedes cantar su canto de amistad y gratitud, para
recorrer juntos este camino y prepararnos a “consolar la fatiga”:
Mi alma glorifica al Señor, mi Dios
Gózase mi espíritu en mi Salvador,
Él es mi alegría, es mi plenitud,
Él es todo para mi.
martes, 11 de marzo de 2014
Un hermoso cuento para cuaresma.
El niño se puso su ropa para el frío y le dijo a su padre,: OK, papá, estoy listo'.
Su papá, le dijo, 'Listo paraqué?'
'Papá, es hora de ir afuera y repartir los volantes que el Sacerdote nos dío..'
El papá respondió, 'Hijo, esta muy frío afuera y está lloviznando.'
El niño miró sorprendido a su padre y le dijo, 'Pero Papá, la gente necesitan saber de Dios aún en los días lluviosos.'
El Papá contestó , 'Hijo yo no voy a ir afuera con este tiempo.'
Con desespero, el niño dijo, 'Papá, puedo ir yo solo? Por favor?
Su padre titubeó por un momento y luego dijo, 'Hijo, tú puedes ir. Aquí tienes los volantes, ten cuidado.'
'Gracias papá!' Y con esto, el hijo se fue debajo de la lluvia. El niño de 11 años caminó todas las calles del pueblo, repartiendo los volantes a las personas que veía.
Después de 2 horas caminando bajo la lluvia, con frío y su último volante, se detuvo en una esquina y miró a ver si veía a alguien a quien darle el volante, pero las calles estaban totalmente desiertas. Entonces él se viró hacia la primera casa que vio, caminó hasta la puerta del frente, tocó el timbre varias veces y esperó, pero nadie salió.
Finalmente el niño se volteó para irse, pero algo lo detuvo. El niño se volteó nuevamente hacia la puerta y comenzó a tocar el timbre y a golpear la puerta fuertemente con los nudillos. Él seguía esperando, algo lo aguantaba ahí frente a la puerta. Tocó nuevamente el timbre y esta vez la puerta se abrió suavemente. Salió una señora con una mirada muy triste y suavemente le preguntó: ¿Qué puedo hacer por ti, hijo?.
Con unos ojos radiantes y una sonrisa que le cortaba las palabras, el niño dijo,:
'Señora, lo siento si la molesté, pero sólo quiero decirle que .....*DIOS REALMENTE LA AMA * y vine para darle mi último volante, que habla sobre DIOS y SU GRAN AMOR.
El niño le dio el volante y se fue.
Ella solo dijo:
'GRACIAS, HIJO, y que DIOS te bendiga.' Bien, el siguiente domingo por la mañana el sacerdote preguntó:
¿Alguien tiene un testimonio ó algo que quiera compartir?.
Suavemente, en la fila de atrás de la iglesia, una señora mayor se puso de pie. Cuando empezó a hablar, una mirada radiante y gloriosa brotaba de sus ojos:
'Nadie en esta iglesia me conoce. Nunca había estado aquí, incluso todavía el domingo pasado no era Catolica. Mi esposo murió hace un tiempo atrás dejándome totalmente sola en este mundo. El domingo pasado fue un dia particularmente frío y lluvioso, y también lo fue en mi corazón; ese día llegué al final del camino, ya que no tenía esperanza alguna ni ganas de vivir. Entonces tomé una silla y una soga y subí hasta el ático de mi casa. Amarré y aseguré bien un extremo de la soga a las vigas del techo; entonces me subí a la silla y puse el otro extremo de la soga alrededor de mi cuello. Parada en la silla, tan sola y con el corazón destrozado, estaba a punto de tirarme cuando de repente escuché el sonido fuerte del timbre de la puerta. Entonces pensé, 'Esperaré un minuto y quien quiera que sea se irá'.
Yo esperé y esperé, pero el timbre de la puerta cada vez era más insistente, y luego la persona comenzó a golpear la puerta con fuerza. Entonces me pregunté, QUIEN PODRÁ SER? Jamás nadie toca mi puerta ni vienen a verme! Solté la soga de mi cuello y fui hasta la puerta, mientras el timbre seguía sonando cada vez con mayor insistencia.
Cuando abrí la puerta no podía creer lo que veían mis ojos, frente a mi puerta estaba el más radiante y angelical niño que jamás había visto. Su sonrisa, ohhh, nunca podré describirla! Las palabras que salieron de su boca hicieron que mi corazón, muerto hace tanto tiempo, volviera a la vida, cuando dijo con voz de querubín: 'SEÑORA , sólo quiero decirle que DIOS realmente la ama.'
'Cuando el pequeño ángel desapareció entre el frío y la lluvia , cerré mi puerta y leí cada palabra del volante. Entonces fui al ático para quitar la silla y la soga. Ya no las necesitaría más. Como ven . . .ahora soy una hija feliz del Dios. Yo vine personalmente decirle GRACIAS a ese pequeño ÁNGEL DE DIOS que llegó justo a tiempo y, de hecho, a rescatar mi vida de una eternidad en el infierno.' Todos lloraban en la iglesia. El Papá del pequeño ángel; tomó a su hijo en sus brazos y lloró incontrolablemente.
Su papá, le dijo, 'Listo paraqué?'
'Papá, es hora de ir afuera y repartir los volantes que el Sacerdote nos dío..'
El papá respondió, 'Hijo, esta muy frío afuera y está lloviznando.'
El niño miró sorprendido a su padre y le dijo, 'Pero Papá, la gente necesitan saber de Dios aún en los días lluviosos.'
El Papá contestó , 'Hijo yo no voy a ir afuera con este tiempo.'
Con desespero, el niño dijo, 'Papá, puedo ir yo solo? Por favor?
Su padre titubeó por un momento y luego dijo, 'Hijo, tú puedes ir. Aquí tienes los volantes, ten cuidado.'
'Gracias papá!' Y con esto, el hijo se fue debajo de la lluvia. El niño de 11 años caminó todas las calles del pueblo, repartiendo los volantes a las personas que veía.
Después de 2 horas caminando bajo la lluvia, con frío y su último volante, se detuvo en una esquina y miró a ver si veía a alguien a quien darle el volante, pero las calles estaban totalmente desiertas. Entonces él se viró hacia la primera casa que vio, caminó hasta la puerta del frente, tocó el timbre varias veces y esperó, pero nadie salió.
Finalmente el niño se volteó para irse, pero algo lo detuvo. El niño se volteó nuevamente hacia la puerta y comenzó a tocar el timbre y a golpear la puerta fuertemente con los nudillos. Él seguía esperando, algo lo aguantaba ahí frente a la puerta. Tocó nuevamente el timbre y esta vez la puerta se abrió suavemente. Salió una señora con una mirada muy triste y suavemente le preguntó: ¿Qué puedo hacer por ti, hijo?.
Con unos ojos radiantes y una sonrisa que le cortaba las palabras, el niño dijo,:
'Señora, lo siento si la molesté, pero sólo quiero decirle que .....*DIOS REALMENTE LA AMA * y vine para darle mi último volante, que habla sobre DIOS y SU GRAN AMOR.
El niño le dio el volante y se fue.
Ella solo dijo:
'GRACIAS, HIJO, y que DIOS te bendiga.' Bien, el siguiente domingo por la mañana el sacerdote preguntó:
¿Alguien tiene un testimonio ó algo que quiera compartir?.
Suavemente, en la fila de atrás de la iglesia, una señora mayor se puso de pie. Cuando empezó a hablar, una mirada radiante y gloriosa brotaba de sus ojos:
'Nadie en esta iglesia me conoce. Nunca había estado aquí, incluso todavía el domingo pasado no era Catolica. Mi esposo murió hace un tiempo atrás dejándome totalmente sola en este mundo. El domingo pasado fue un dia particularmente frío y lluvioso, y también lo fue en mi corazón; ese día llegué al final del camino, ya que no tenía esperanza alguna ni ganas de vivir. Entonces tomé una silla y una soga y subí hasta el ático de mi casa. Amarré y aseguré bien un extremo de la soga a las vigas del techo; entonces me subí a la silla y puse el otro extremo de la soga alrededor de mi cuello. Parada en la silla, tan sola y con el corazón destrozado, estaba a punto de tirarme cuando de repente escuché el sonido fuerte del timbre de la puerta. Entonces pensé, 'Esperaré un minuto y quien quiera que sea se irá'.
Yo esperé y esperé, pero el timbre de la puerta cada vez era más insistente, y luego la persona comenzó a golpear la puerta con fuerza. Entonces me pregunté, QUIEN PODRÁ SER? Jamás nadie toca mi puerta ni vienen a verme! Solté la soga de mi cuello y fui hasta la puerta, mientras el timbre seguía sonando cada vez con mayor insistencia.
Cuando abrí la puerta no podía creer lo que veían mis ojos, frente a mi puerta estaba el más radiante y angelical niño que jamás había visto. Su sonrisa, ohhh, nunca podré describirla! Las palabras que salieron de su boca hicieron que mi corazón, muerto hace tanto tiempo, volviera a la vida, cuando dijo con voz de querubín: 'SEÑORA , sólo quiero decirle que DIOS realmente la ama.'
'Cuando el pequeño ángel desapareció entre el frío y la lluvia , cerré mi puerta y leí cada palabra del volante. Entonces fui al ático para quitar la silla y la soga. Ya no las necesitaría más. Como ven . . .ahora soy una hija feliz del Dios. Yo vine personalmente decirle GRACIAS a ese pequeño ÁNGEL DE DIOS que llegó justo a tiempo y, de hecho, a rescatar mi vida de una eternidad en el infierno.' Todos lloraban en la iglesia. El Papá del pequeño ángel; tomó a su hijo en sus brazos y lloró incontrolablemente.
Lucas 18,27:
"el les dijo: lo que es imposible para los hombres, es posible para Dios".
1 Cuaresma (A) Mateo 4, 1-11
NUESTRA GRAN TENTACIÓN
JOSÉ ANTONIO PAGOLA, lagogalilea@hotmail.com
SAN SEBASTIÁN (GUIPUZCOA).
ECLESALIA, 05/03/14.- La escena de “las tentaciones de Jesús” es un relato que no hemos de interpretar ligeramente. Las tentaciones que se nos describen no son propiamente de orden moral. El relato nos está advirtiendo de que podemos arruinar nuestra vida, si nos desviamos del camino que sigue Jesús.
La primera tentación es de importancia decisiva, pues puede pervertir y corromper nuestra vida de raíz. Aparentemente, a Jesús se le ofrece algo bien inocente y bueno: poner a Dios al servicio de su hambre. “Si eres Hijo de Dios, manda que estas piedras se conviertan en panes”.
Sin embargo, Jesús reacciona de manera rápida y sorprendente: “No solo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de boca de Dios”. No hará de su propio pan un absoluto. No pondrá a Dios al servicio de su propio interés, olvidando el proyecto del Padre. Siempre buscará primero el reino de Dios y su justicia. En todo momento escuchará su Palabra.
Nuestra necesidades no quedan satisfechas solo con tener asegurado nuestro pan. El ser humano necesita y anhela mucho más. Incluso, para rescatar del hambre y la miseria a quienes no tienen pan, hemos de escuchar a Dios, nuestro Padre, y despertar en nuestra conciencia el hambre de justicia, la compasión y la solidaridad.
Nuestra gran tentación es hoy convertirlo todo en pan. Reducir cada vez más el horizonte de nuestra vida a la mera satisfacción de nuestros deseos; hacer de la obsesión por un bienestar siempre mayor o del consumismo indiscriminado y sin límites el ideal casi único de nuestras vidas.
Nos engañamos si pensamos que ese es el camino a seguir hacia el progreso y la liberación. ¿No estamos viendo que una sociedad que arrastra a las personas hacia el consumismo sin límites y hacia la autosatisfacción, no hace sino generar vacío y sinsentido en las personas, y egoísmo, insolidaridad e irresponsabilidad en la convivencia?
¿Por qué nos estremecemos de que vaya aumentando de manera trágica el número de personas que se suicidan cada día? ¿Por qué seguimos encerrados en nuestro falso bienestar, levantando barreras cada vez más inhumanas para que los hambrientos no entren en nuestros países, no lleguen hasta nuestras residencias ni llamen a nuestra puerta?
La llamada de Jesús nos puede ayudar a tomar más conciencia de que no sólo de bienestar vive el hombre. El ser humano necesita también cultivar el espíritu, conocer el amor y la amistad, desarrollar la solidaridad con los que sufren, escuchar su conciencia con responsabilidad, abrirse al Misterio último de la vida con esperanza. (Eclesalia Informativo autoriza y recomienda la difusión de sus artículos, indicando su procedencia).
JOSÉ ANTONIO PAGOLA, lagogalilea@hotmail.com
SAN SEBASTIÁN (GUIPUZCOA).
ECLESALIA, 05/03/14.- La escena de “las tentaciones de Jesús” es un relato que no hemos de interpretar ligeramente. Las tentaciones que se nos describen no son propiamente de orden moral. El relato nos está advirtiendo de que podemos arruinar nuestra vida, si nos desviamos del camino que sigue Jesús.
La primera tentación es de importancia decisiva, pues puede pervertir y corromper nuestra vida de raíz. Aparentemente, a Jesús se le ofrece algo bien inocente y bueno: poner a Dios al servicio de su hambre. “Si eres Hijo de Dios, manda que estas piedras se conviertan en panes”.
Sin embargo, Jesús reacciona de manera rápida y sorprendente: “No solo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de boca de Dios”. No hará de su propio pan un absoluto. No pondrá a Dios al servicio de su propio interés, olvidando el proyecto del Padre. Siempre buscará primero el reino de Dios y su justicia. En todo momento escuchará su Palabra.
Nuestra necesidades no quedan satisfechas solo con tener asegurado nuestro pan. El ser humano necesita y anhela mucho más. Incluso, para rescatar del hambre y la miseria a quienes no tienen pan, hemos de escuchar a Dios, nuestro Padre, y despertar en nuestra conciencia el hambre de justicia, la compasión y la solidaridad.
Nuestra gran tentación es hoy convertirlo todo en pan. Reducir cada vez más el horizonte de nuestra vida a la mera satisfacción de nuestros deseos; hacer de la obsesión por un bienestar siempre mayor o del consumismo indiscriminado y sin límites el ideal casi único de nuestras vidas.
Nos engañamos si pensamos que ese es el camino a seguir hacia el progreso y la liberación. ¿No estamos viendo que una sociedad que arrastra a las personas hacia el consumismo sin límites y hacia la autosatisfacción, no hace sino generar vacío y sinsentido en las personas, y egoísmo, insolidaridad e irresponsabilidad en la convivencia?
¿Por qué nos estremecemos de que vaya aumentando de manera trágica el número de personas que se suicidan cada día? ¿Por qué seguimos encerrados en nuestro falso bienestar, levantando barreras cada vez más inhumanas para que los hambrientos no entren en nuestros países, no lleguen hasta nuestras residencias ni llamen a nuestra puerta?
La llamada de Jesús nos puede ayudar a tomar más conciencia de que no sólo de bienestar vive el hombre. El ser humano necesita también cultivar el espíritu, conocer el amor y la amistad, desarrollar la solidaridad con los que sufren, escuchar su conciencia con responsabilidad, abrirse al Misterio último de la vida con esperanza. (Eclesalia Informativo autoriza y recomienda la difusión de sus artículos, indicando su procedencia).
sábado, 1 de marzo de 2014
La libertad se llama dignidad
EN el principio fue el miedo. En el principio fue el temor a que las propias convicciones no dispusieran de la popularidad que señalan los sondeos. En el principio fue el pánico a ir contra la corriente, el horror al deterioro de la propia imagen, el espanto de quien se queda a solas con sus ideas. Porque el liderazgo político de nuestros días no se basa en la ejemplaridad de la conducta, sino en la adaptación a las circunstancias. Lo más desdichado de este tiempo no es solo que nuestra sociedad haya perdido aquellos valores esenciales que explican el sistema nervioso de una cultura y el andamiaje ético de una civilización. Es más lamentable, en fin, haber bajado a un nivel en que el espesor del compromiso con la verdad se considere menos apreciable que la delgadez del relativismo. Es desolador que, tras haber destruido uno a uno los edificios en los que se inspiraba nuestra arquitectura cultural, haya quien quiera convertir lo que no es más que intemperie ética en el refugio ilusorio de una irresponsable libertad.
Los historiadores hemos percibido siempre la crisis de una civilización en la pérdida de una conciencia, en la erosión de una serie de certezas fundacionales en las que cobra significado el sentirse parte de una inmensa tradición y de un gran proyecto de vida en común. La ausencia de esa perspectiva, mucho más que las penalidades materiales, es lo que ha conducido a la destrucción de sociedades que dejaron de creer en ellas mismas porque empezaron por perder su fe en los principios sobre los que se habían constituido. La quiebra de los valores en los que se funda una comunidad afecta a la imprescindible integridad de una cultura, a la validez de una manera de entender el mundo, a la firmeza de un modo de ordenar una existencia colectiva.
Si una nación es la causa que defiende, si una sociedad es el espíritu que la inspira, si una civilización es la conciencia de su continuidad histórica, la gravedad de la crisis de España no se encuentra en los curables desequilibrios de nuestra economía, sino en el atroz vaciado de los principios que nos hicieron parte de un gran espacio al que llamamos Occidente. No podrá consolarnos de esta pérdida que también se sufra en otros países europeos, aunque en el nuestro la cosa empeore por la falta de resistencia ideológica, por el complejo de inferioridad, por la inaudita carencia de coraje cívico con el que se acepta la derrota sin haber dado la batalla. Y mucho más porque España es el único país occidental en el que se admiten reproches políticos y desplantes doctrinales de quienes, en los últimos cien años, han hecho pasar a Europa por las etapas más vergonzosas de las que guarda memoria la modernidad.
La norma que debe regular la interrupción del embarazo vuelve a presentarse como ese territorio de abundantes vicios privados y escasas virtudes públicas donde toma forma nuestra vida social. Los conflictos desatados por el proyecto son el escenario en el que se representa la triste envergadura de nuestras convicciones. En estas últimas jornadas, el llamado «tren de la libertad» ha realizado un corto viaje sentimental, un vociferante transporte de mercancías ideológicas, cuyo evidente estado de caducidad no les impide presentarse como alimento del progreso y tonificante de la democracia. De nuevo, las exhortaciones de este sector guardan los atributos esenciales de un acto de propaganda y descartan cualquier indicio de los recursos de una argumentación. Lo que cuenta es, como siempre en el mundo estético de nuestra izquierda, la puesta en escena: exhibir dos caminos que conducen al mismo corazón de las tinieblas.
El primero, que la defensa de la vida es una patética exageración del lenguaje, una inexactitud grandilocuente de reaccionarios, que confunden una simple acumulación de materia orgánica con un ser humano. El segundo, que sea cual sea la condición de lo que una mujer embarazada lleva en su seno, a ella solamente corresponde tomar la decisión de permitir que la gestación continúe o se interrumpa. Siempre fiel a ese melodramático estupor laicista que paraliza los órganos sensoriales de nuestra izquierda, quienes se manifiestan indican que la Iglesia trata una vez más de inculcar sus dogmas a los no creyentes, como si el aborto fuera un asunto que nace y muere en el cauce moral del catolicismo. Como si la defensa de ese proyecto existencial que es una vida ya concebida no tuviera más motivación que las convicciones religiosas.
No creo que haya espectáculo más doloroso que el de una sociedad que se plantea la cancelación de una vida como un acto de libertad. Dejemos ahora la ya penosa argumentación acerca de la calidad humana de lo que una madre lleva en su vientre. Consideremos que el único motivo que conduce a proponerse el aborto es, precisamente, que lo que nacerá será una persona, cuya existencia generadora de conflictos o incomodidades, cuya existencia inoportuna, cuya existencia sin valor quiere destruirse. Porque, de no estar prevista la llegada al mundo de una persona, ¿en qué consistiría la preocupación de esa madre que define como derecho la propiedad absoluta sobre su cuerpo y una aberrante soberanía sobre una vida que aún ha de existir? Si nacer es algo más que cumplir un trámite hospitalario, si vivir conscientemente es algo más que un hecho biológico, no podemos pensar que la concepción es un simple asunto de eficiencia reproductiva, sino el preámbulo fascinante y abrumador de la capacidad de crear una existencia humana.
La libertad es aquello que nos realiza, es aquello que nos da nuestra condición única entre todas las especies que viven en la Tierra. Proclamar que la interrupción de una vida no es un mero acto de voluntad, sino el acontecimiento en el que la libertad cobra toda su plenitud, solo puede emanar de ese trayecto ferroviario, de ese viaje al fondo de la noche que se ha emprendido en nombre de una falsa emancipación. Porque aquí no se trata ya de que una mujer exprese las condiciones dramáticas en que tantas veces puede darse un embarazo no deseado. Estamos ante la aniquilación moral de una sociedad, que considera que las cuestiones llamadas «de conciencia» y que se refieren a valores fundamentales pueden privatizarse hasta el punto de excluir cualquier atención del poder público, cualquier vigilancia sujeta al bien común, cualquier defensa de los derechos de todos. ¿Quedará la política para cuestiones menores, para asuntos administrativos, para temas de tertulia, mientras los aspectos esenciales que han definido la calidad superior de nuestra cultura son abandonados en el reducto autista de la conciencia individual?
Por
creer lo contrario, quienes pensamos que en nuestra conducta deben ser
preservados los derechos y no los privilegios, que nuestra legalidad
no puede dar por bueno lo que repugna a nuestra moral, hemos sido agasajados
con la munición habitual de nuestra izquierda. Por si nos sirve de consuelo
en este trance difícil, en el que debemos oponer la envergadura de
las convicciones a los índices de popularidad, no estará de más recordar
lo que un siempre lúcido
y ya viejo Chesterton dijo a quienes le trataban de reaccionario:
«Aprendí lo que era la libertad cuando pude darle el nombre de dignidad».
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