Los cuatro evangelistas le mencionan, aunque muy brevemente, y todos coinciden en señalar su intervención en el mismo episodio, el único por el cual este notable de Jerusalén, miembro del Sanedrín, «hombre rico» según Mateo, «ilustre» según Marcos, aparece de un modo fugaz en la historia de Cristo.
José pide permiso a Pilatos para sepultar a Jesús, y una vez concedido, con la ayuda de Nicodemo desclava el cuerpo de la cruz y lo lleva a un nuevo sepulcro excavado en la roca (por eso la tradición cristiana le hace patrón de embalsamadores y sepultureros)
Es cuanto se nos dice de él. ¿Quién fue este piadoso personaje? «Persona buena y honrada», le describe san Lucas, «que aguardaba el reino de Dios», o sea «que era también discípulo de Jesús» (Mateo), «pero clandestino, por miedo a las autoridades judías» (Juan). Un discípulo vergonzante que ahora, «armándose de valor», precisa Marcos, reclama el cuerpo del Maestro.
Jesús acababa de morir ignominiosamente, Pedro ha renegado de Él por tres veces en público, los apóstoles, acobardados y vencidos por el desaliento, se esconden o se dispersan, y en la prueba el único que da la cara, el único que se arma de valor, es un discípulo secreto que hasta ahora no se atrevía a declarar su condición. José de Arimatea inspira un gran respeto, y la leyenda (que le hace recoger en el Gólgota, con el santo Grial, la sangre de Cristo) subraya esa dignidad del que sale de la sombra en el peor momento con una valentía que no tuvieron los más fieles.
Él, quizá mal visto por los apóstoles, que podían reprocharle que no se comprometiera, tiene el incontenible arrojo de los tímidos, la impensada serenidad de los nerviosos, la brusca decisión de los titubeantes, y por eso se le venera, por haber hecho valientemente misericordia con el Señor.
Recordamos un nuevo aniversario del Padre Cacho, el cura de los cantegriles, una palabra típica del Uruguay para designar los asentamientos precarios que se van amontonando en la periferia de Montevideo. Esta nota aparecida recientemente en un diario de la capital hace referencia al proceso de beatificación del Padre Cacho. Miles de firmas se han presentado al obispado pero todavía el proceso no ha sido empezado.
Cuando vi al cura Cacho por primera vez, me lo tuvieron que señalar. Iba sentado en un carrito de hurgadores (moderna denominación para la pobreza más impúdica) junto con otro hombre, que era exactamente igual a él. Los dos vestían la misma ropa, gastada y descolorida; los dos tenían esa flacura de los que pasan hambre; no de los que eventualmente tienen hambre; los dos sumaban una pequeña figura bajo un cielo excesivo. Avanzaban penosamente por la calle Porongos en una tarde helada. Un vaivén de pescante fuera de tiempo y de miradas rutinarias de una Montevideo que se ha acostumbrado a ese ir y venir, cansino, torpe, embrutecido, de tantos compatriotas con peor suerte que la nuestra. Un par de sombras en movimiento hacia el cantegril de Aparicio Saravia. Ese montón de frío, matungo, y carrito, fue el destino elegido por Ruben Isidro Alonso, el Padre Cacho. Como San Francisco de Asís, eligió vivir entre ellos, porque entre ellos, casi milagrosamente, veía a Cristo. Un Cristo crucificado, humillado y en derrota, pero también un Cristo vivo, posible y liberador. Ahora mismo, mientras escribo este artículo, me reencuentro con uno de los pocos textos que Cacho dejó. Tiene la contundencia de la convicción: "Siento la imperiosa necesidad de ir a vivir en un barrio de pobres, y hacerlo como lo hacen ellos. No como táctica de infiltración o demagogia, ni siquiera como gesto profético de nada, sino para encontrarlo de nuevo a Cristo, porque sé que vive allí, que habla su idioma, que se sienta a su mesa, que participa de sus angustias y esperanzas. Tampoco como un "Padre" despachador de Sacramentos, sino como alguien que va a hacer junto a ellos, una vivencia de fe, un camino compartido. Tal vez pueda decirles en su idioma de dolor y frustración, que allí en medio de ellos, está Él, el que puede cambiar la muerte en Vida, y la negación en Esperanza. "
Es asombroso el enfoque que hacía de su misión. Casi parece que fueran los requecheros, los bichicomes, los pobres absolutos, los que pueden hacer más fuerte, la fe en la salvación predicada. Como si entre ellos, en esa oscura caverna suburbana, Cristo tuviera una presencia más real y efectiva. Tan real y efectiva, que el cura dispensador de Sacramentos, recogía de aquella multitud sufriente, un signo vivo de Esperanza, así con mayúsculas, de que el mundo tendría un momento definitivo de justicia, una mirada de compasión para tanto abuso acumulado. Primero se mudó al barrio y vivió en un rancho de lata. Luego aprendió los códigos de convivencia del cantegril, que son lo que la imagen del espejo a la realidad, una simetría engañosa, turbia.
Después organizó a los vecinos y empezó a tratar que ellos mismos se sintieran seres humanos, y no bichos tirados al margen de la ciudad porque tenían mal olor. Y por supuesto, sufrió persecución, fue maltratado, ofendido, humillado. Pero siguió adelante. Los vecinos de la Parroquia de los Sagrados Corazones, escribieron un retrato conmovedor de Cacho: "Tuvimos hambre, y compartió su comida con nosotros; tuvimos sed y compartió su agua; estuvimos enfermos y nos visitó; nos pusieron presos, y se arriesgó por nosotros. Creímos que no éramos nadie, que no podíamos nada, y tuvo confianza en nosotros."
Cuando yo era niño, mi madre me regaló una medallita de plata de la Inmaculada Concepción, la Milagrosa, como la habían bautizado los soldados franceses mientras peleaban la sangrienta batalla del Marne en 1915, con la primera pensión que cobró de su padre, un abuelo al que yo nunca conocí. Cuando el Cura Cacho cayó enfermo, mi esposa se la envió al Hogar Sacerdotal, en donde intentaba reponerse. La medallita permaneció con él hasta su muerte, y ahora está otra vez en mis manos. ¿Qué hace que un objeto tan común se transforme en signo transparente en un mundo plagado de shoppings y tecnología de punta, y marketing ? No es la plata, brillante y engañosa, casi irreal. No es la materia, seguramente, la esencia de ese resplandor que hace que la vista se detenga en ella, una y otra vez. No es lo externo, lo vano, lo que hace a un hombre respetable y digno. Un hombre es tal, en la medida en que reconoce que nunca será verdaderamente feliz, mientras que otros hombres, iguales a él, vivan en las condiciones en que todos sabemos que viven. Cacho hizo lo que San Francisco, fue el último de los últimos.
La causa para su beatificación ya se inició, pero el Cura Cacho es santo, y está vivo en el insomne traqueteo de los carritos sonoros como una matraca, entre los que anduvo y anda todavía, sonriente, pequeño e inmortal.
Alvaro Ojeda
(extractado de "El Observador" 11.07.2000)
Ruben Isidro Alonso, nació en Montevideo, el 15 de mayo de 1929, en las cercanías de la Parroq ia de San Ignacio de Loyola, en el Barrio de Villa Dolores. Era el tercero de seis hermanos. Ingresa a los 12 años al Seminario del Manga (de la congregación de los Padres Salesianos) y cursa estudios superiores en la Argentina. En 1959 es ordenado sacerdote, y se desempeña en Montevideo, Paysandú y Rivera. En 1977 decide vivir en el cantegril. A fines del mismo año, es recibido por los vecinos del Barrio Plácido Ellauri y comienza su tarea social y pastoral, empeñada en obtener vida y vivienda digna, así como trabajo estable para los clasificadores de desechos. Murió el 4 de setiembre de 1992 y sus restos fueron transportados por un carrito de hurgadores hasta el Cementerio del Norte.
Si tienes que lidiar con el estrés diario y sientes que las preocupaciones te impiden disfrutar de tu vida lee estos 21 prácticos consejos que te ayudarán a sentirte mejor, consejos que combinan sabiduría moderna y milenaria. Aquí los tienes: 1. Acepta la realidad. No te estreses, ni te desgastes queriendo que las cosas sean diferentes de lo que ya son. Ningún pensamiento puede cambiar lo que ya ha sucedido. 2. Enfócate en tus asuntos. Según Byron Katie, hay 3 tipos de asuntos. Los míos, los tuyos y los de Dios y nos dice “Ocuparme mentalmente de tus asuntos me impide estar presente en los míos. Me separo de mí misma y me pregunto por qué razón mi vida no funciona” Cuando sientas estrés o soledad, pregúntate ¿en los asuntos de quién estás? Y vuelve a los tuyos. 3. Reinterpreta lo que vives. “Si te afliges por alguna causa externa, no es ella lo que te importuna, sino el juicio que tú haces de ella. Y borrar este juicio, de ti depende” Marco Aurelio. Por ello busca lo bueno en todo lo que vives. Si tienes que escoger entre una interpretación negativa o una positiva, ¿por qué escoger la negativa?. 4. Suelta las expectativas. Haz lo mejor que puedes y suelta los resultados ya que no están bajo tu control. Cuando no tienes apego al resultado de las situaciones que vives o de las acciones que realizas entonces eres libre. 5. Vive el presente. “Soy yo, no los acontecimientos, los que tienen el poder de hacerme feliz o infeliz hoy. Puedo elegir cuál será. El ayer está muerto, el mañana no ha llegado aún. Tengo solo un día, hoy, y seré feliz en él” (Groucho Marx). 6. Si crees que tienes muchas cosas por hacer. Recuerda que en realidad solo puedes hacer una a la vez, así que concéntrate en la tarea que tienes delante y olvídate de la lista. Repetirte mentalmente todo lo que tienes que hacer no te ayudará a avanzar más y te hará sentir agobiado. 7. Disfruta de tu propia compañía. Porque es la única compañía con la que siempre contarás. 8. Deja de buscar la aprobación de los demás. Ya que eso te lleva a vivir en función a las expectativas ajenas, transformándote como un camaleón y aceptando cosas que no deseas, y esto no se siente bien. 9. Deja de querer controlar la vida y el futuro porque no están bajo tu control. Como bien decía John Lennon “La vida es lo que sucede mientras estamos demasiado ocupados haciendo planes”. 10. Confía en la vida y en que lo que sucede siempre es lo mejor para ti. “Todo ocurre para mí en lugar de ocurrirme a mí” Byron Katie. 11. Acepta tus emociones, piérdeles el miedo, siéntelas. Es simplemente energía que recorre tu cuerpo. Cuando sientas una emoción, obsérvala ¿donde la sientes? ¿en el estómago, en la garganta, en el pecho? ¿es fría, caliente? ¿es como un nudo, como una contracción? Cuando le prestas atención y dejas de luchar en contra de ellas verás como esa sensación corporal se disipa y te sientes mejor. 12. Haz hoy algo amable por otra persona sin que nadie lo note. Pruébalo y verás que te hace sentir bien. 13. Deja de juzgar y criticar a otros. “Si juzgas a la gente, no tienes tiempo para amarla” Madre Teresa de Calcuta. Y amarla te hará sentir mejor… 14. Perdona, hazlo por ti… “Perdonar es liberar a un prisionero y descubrir que el prisionero eras tú” Lewis B. Smedes. 15. Acepta la muerte como parte de la vida. La muerte es uno de nuestros grandes temores y vivimos con miedo, queriendo controlarla y evitarla a toda costa y esta preocupación nos impide disfrutar la vida que tenemos ahora. “Recibid la muerte con alegría, como una de las cosas que quiere la naturaleza” Marco Aurelio. 16. Se tú mismo. No te compares con los demás. Ni para sobreestimarte porque te separa de la gente ni para subestimarte porque te harás sentir mal. Ninguna persona tiene más valor que otra. 17. Date las cosas y atenciones que esperas que las otras personas te den a ti. Así, ¡te asegurarás de recibirlas!. 18. Deja de buscar seguridad en lo externo ya que es una fuente segura de estrés. Lo externo cambia constantemente y escapa de nuestro control. Busca tu paz dentro de ti ya que no puedes controlar lo que pasa a tu alrededor pero sí como te sientes al respecto. “La verdadera felicidad es siempre independiente de las condiciones externas” Epícteto. 19. Suelta los resentimientos. Creemos que los demás se merecen nuestro malestar y enojo pero, ¿cómo te hace sentir a ti estar molesto o resentido? ¿a quién castigas realmente con esto? ¡A ti! Como dice Larry Crane “Es como tomarse un veneno y esperar que la otra persona muera”. 20. Ama sin condiciones, aunque no seas retribuido. Porque el único amor que puedes sentir es el que está dentro de ti no el que sienten los demás… Así que deja de enfocarte en ser querido y enfócate en simplemente querer. 21. Aprecia y agradece lo que tienes ahora en lugar de fijarte en lo que “crees” que te falta. “Un hombre sabio es aquel que no se lamenta por las cosas que no tiene, sino que se regocija por las que sí” Epícteto.
NO PRETENDAMOS QUE LAS COSAS CAMBIEN, SI SIEMPRE HACEMOS LO MISMO. LA CRISIS ES LA MEJOR BENDICION QUE PUEDE SUCEDERLE A PERSONAS Y PAISES, PORQUE LA CRISIS TRAE PROGRESOS. LA CREATIVIDAD NACE DE LA ANGUSTIA, COMO EL DIA NACE DE LA NOCHEOSCURA. ES EN LA CRISIS QUE NACE LA INVENTIVA, LOS DESCUBRIMIENTOS Y LAS GRNADES ESTRATEGIAS. QUIEN SUPERA LA CRISIS, SE SUPERA A SI MISMO SIN QUEDAR SUPERADO.
QUIEN ATRIBUYE A LA CRISIS SUS FRACASOS Y PENURIAS, VIOLENTA SU PROPIO TALENTO Y RESPETA MAS A LOS PROBLEMAS QUE A LAS SOLUCIONES. LA VERDADERA CRISIS, ES LA CRISIS DE LA INCOMPETENCIA. EL INCONVENIENTE DE LAS PERSONAS Y LOS PAISIS ES LA PEREZA PARA ENCONTRAR LAS SALIDAS Y SOLUCIONES. SIN CRISIS NO HAY DESAFIOS, SIN DESAFIOS LA VIDA ES UNA RUTINA, UNA LENTA AGONIA. SIN CRISIS NO HAY MERITOS. ES EN LA CRISIS DONDE AFLORA LO MEJOR DE CADA UNO, PORQUE SIN CRISIS TODO VIENTO ES CARICIA. HABLAR DE CRISIS ES PROMOVERLA, Y CALLAR EN LA CRISIS ES EXALTAR EL CONFORMISMO. EN VEZ DE ESTO, TRABAJEMOS DURO. ACABEMOS DE UNA VEZ CON LA UNICA CRISIS AMENAZADORA, QUE ES LA TRAGEDIA DE NO QUERER LUCHAR POR SUPERARLA
"La oración nos da el coraje para ir adelante y portar la antorcha que precede el nuevo amanecer de la Tierra. Nos hace ver que aproximarnos al cielo es, sobre todo, acercar ese amanecer a nuestros semejantes."
SOY un especialista en buenos propósitos. Por tanto, el Miércoles de Ceniza es uno de los días estrella de mi calendario. Lo veo venir de lejos -lo anuncian los pitos del Carnaval-, y doy un hondo suspiro de alivio. Lleva uno meses y meses cuesta abajo, vertiginosamente, y más abajo, abandonándose, hasta que llega la Cuaresma para que, por fin, uno toque fondo y muerda bien el polvo (eres) y dé, de golpe, con su cabeza en la ceniza. Menos mal.
Inauguramos un período de penitencias y mortificaciones que falta nos hace, o me hace, no quisiera generalizar. Los cuarenta días de ayuno me los pide el cuerpo -no hay más que verlo- a gritos. Ojalá el tiempo litúrgico me metiese en cintura. Además de los grandes beneficios morales del ayuno, contrastados por milenios de experiencia vetero y neotestamentaria, están los dietéticos. Y, de postre, los gastronómicos: la mejor salsa del mundo, um, es el hambre. En mi biblioteca y en mi agenda un poco de esforzado orden tampoco me vendría mal: a ver si me disciplino. Dejaré también de mirar incesantemente el contador de visitas de mi blog. Ganaré bastante tiempo y algo de humildad y, de paso, mi vanidad no sufrirá como hasta ahora, que nunca me visitan, nunca, lo que yo deseo. Volveré a escuchar, he decidido en un rapto de heroísmo, las declaraciones del Gobierno. Últimamente sólo escribo artículos literarios y costumbristas, aburrido como me tienen nuestros líderes. Aprovecharemos la Cuaresma, ustedes y yo, para echarles un poco de cuenta y ganar en reciedumbre y santa paciencia. También haré algo de deporte (esto es un propósito, eh, no una promesa). Sonreiré más al prójimo. Seré más puntual, si llego. Más servicial. Más de todo. Etcétera.
Si alguno de esos atentos ateos o agnósticos seguros de sí mismos o laicos del montón que -misterios de la Providencia- me leen ha llegado hasta este párrafo (Dios se lo pague), me dará un buen golpe de pecho, exclamando con su acostumbrada indignación: "¡Pero, hombre, esos propósitos nos los hacemos todos sin tantas liturgias!, y además vamos al gimnasio". Yo me alegro por ellos. No les niego que sacrificarse sea algo común y, sobre todo, irremediable. Algunos comodones, sin embargo, necesitamos un empujón sobrenatural para hacer lo más natural del mundo, y la Iglesia se adapta a nuestra condición como un guante. O a los ciclos de la naturaleza, esto es, al hermoso resurgir inesperado de cada primavera. O a los ritos precristianos. Lo que ustedes decidan me parece bien. O regular, pero no diré ni pío. Otro de mis firmes propósitos es no discutir en estos cuarenta días con sus cuarenta noches.
¿Cual es el objetivo que me lleva a publicar un blog? La respuesta es simple, es una voz en el desierto o mejor aún una voz en el mar de voces de internet. No es probable que sea leido por muchas personas, es más, probablemente no sea leido por nadie más que el propio autor, pero aún así vale la pena el intento. Este es un comienzo simple y sin demasiadas vueltas, la idea es entonces un momento de reflexión, un compartir mi lugar en el mundo, mis ideas, mis reflexiones, y para ello no hay mejor que empezr con una frase atribuída a San Agustín:In necessariis unitas, in dubiis libertas,in omnibus carita.