miércoles, 31 de agosto de 2011

Homilía de Clausura de la JMJ


MADRID, 21.08.2011; 10:30
Cuatro Vientos

Queridos jóvenes:
Con la celebración de la Eucaristía llegamos al momento culminante de esta Jornada Mundial de la Juventud. Al veros aquí, venidos en gran número de todas partes, mi corazón se llena de gozo pensando en el afecto especial con el que Jesús os mira. Sí, el Señor os quiere y os llama amigos suyos (cf. Jn15,15). Él viene a vuestro encuentro y desea acompañaros en vuestro camino, para abriros las puertas de una vida plena, y haceros partícipes de su relación íntima con el Padre. Nosotros, por nuestra parte, conscientes de la grandeza de su amor, deseamos corresponder con toda generosidad a esta muestra de predilección con el propósito de compartir también con los demás la alegría que hemos recibido.
Ciertamente, son muchos en la actualidad los que se sienten atraídos por la figura de Cristo y desean conocerlo mejor.
Perciben que Él es la respuesta a muchas de sus inquietudes personales. Pero, ¿quién es Él realmente? ¿Cómo es posible que alguien que ha vivido sobre la tierra hace tantos años tenga algo que ver conmigo hoy?
En el evangelio que hemos escuchado (cf. Mt 16, 13-20), vemos representados como dos modos distintos de conocer a Cristo. El primero consistiría en un conocimiento externo, caracterizado por la opinión corriente. A la pregunta de Jesús:
«¿Quién dice la gente que es el Hijo del hombre?», los discípulos responden: «Unos que Juan el Bautista, otros que Elías, otros que Jeremías o uno de los profetas». Es decir, se considera a Cristo como un personaje religioso más de los ya conocidos. Después, dirigiéndose personalmente a los discípulos, Jesús les pregunta: «Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?».
Pedro responde con lo que es la primera confesión de fe: «Tú eres el Mesías, el Hijo del Dios vivo». La fe va más allá de los simples datos empíricos o históricos, y es capaz de captar el misterio de la persona de Cristo en su profundidad.
Pero la fe no es fruto del esfuerzo humano, de su razón, sino que es un don de Dios: «¡Dichoso tú, Simón, hijo de Jonás!, porque eso no te lo ha revelado ni la carne ni la sangre, sino mi Padre que está en los cielos». Tiene su origen en la iniciativa de Dios, que nos desvela su intimidad y nos invita a participar de su misma vida divina. La fe no proporciona solo alguna información sobre la identidad de Cristo, sino que supone una relación personal con Él, la adhesión de toda la persona, con su inteligencia, voluntad y sentimientos, a la manifestación que Dios hace de sí mismo. Así, la pregunta de Jesús: «Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?», en el fondo está impulsando a los discípulos a tomar una decisión personal en relación a Él. Fe y seguimiento de Cristo están estrechamente relacionados. Y, puesto que supone seguir al Maestro, la fe tiene que consolidarse y crecer, hacerse más profunda y madura, a medida que se intensifica y fortalece la relación con Jesús, la intimidad con Él. También Pedro y los demás apóstoles tuvieron que avanzar por este camino, hasta que el encuentro con el Señor resucitado les abrió los ojos a una fe plena. Queridos jóvenes hoy también Cristo se dirige a
vosotros con la misma pregunta que hizo a los apóstoles: «Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?». Respondedle con generosidad y valentía, como corresponde a un corazón joven como el vuestro. Decidle: Jesús, yo sé que Tú eres el Hijo de Dios que has dado tu vida por mí. Quiero seguirte con fidelidad y dejarme guiar por tu palabra. Tú me conoces y me amas. Yo me fío de ti y pongo mi vida entera en tus manos. Quiero que seas la fuerza que me sostenga, la alegría que nunca me abandone.
En su respuesta a la confesión de Pedro, Jesús habla de la Iglesia: «Y yo a mi vez te digo que tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia». ¿Qué significa esto? Jesús construye la Iglesia sobre la roca de la fe de Pedro, que confiesa la divinidad de Cristo. Sí, la Iglesia no es una simple institución humana, como otra cualquiera, sino que está estrechamente unida a Dios. El mismo Cristo se refiere a ella como «su» Iglesia. No se puede separar a Cristo de la Iglesia, como no se puede separar la cabeza del cuerpo (cf. 1Co 12,12). La Iglesia no vive de sí misma, sino del Señor. Él está presente en medio de ella, y le da vida, alimento y fortaleza.
Queridos jóvenes, permitidme que, como Sucesor de Pedro, os invite a fortalecer esta fe que se nos ha transmitido desde los Apóstoles, a poner a Cristo, el Hijo de Dios, en el centro de vuestra vida. Pero permitidme también que os recuerde que seguir a Jesús en la fe es caminar con Él en la comunión de la Iglesia. No se puede seguir a Jesús en solitario. Quien cede a la tentación de ir «por su cuenta» o de vivir la fe según la mentalidad individualista, que predomina en la sociedad, corre el riesgo de no encontrar nunca a Jesucristo, o de acabar siguiendo una imagen falsa de Él.
Tener fe es apoyarse en la fe de tus hermanos, y que tu fe sirva igualmente de apoyo para la de otros. Os pido, queridos amigos, que améis a la Iglesia, que os ha engendrado en la fe, que os ha ayudado a conocer mejor a Cristo, que os ha hecho descubrir la belleza de su amor. Para el crecimiento de vuestra amistad con Cristo es fundamental reconocer la importancia de vuestra gozosa inserción en las parroquias, comunidades y movimientos, así como la participación en la Eucaristía de cada domingo, la recepción frecuente del sacramento del perdón, y el cultivo de la oración y meditación de la Palabra de Dios.
De esta amistad con Jesús nacerá también el impulso que lleva a dar testimonio de la fe en los más diversos ambientes, incluso allí donde hay rechazo o indiferencia. No se puede encontrar a Cristo y no darlo a conocer a los demás.
Por tanto, no os guardéis a Cristo para vosotros mismos. Comunicad a los demás la alegría de vuestra fe. El mundo necesita el testimonio de vuestra fe, necesita ciertamente a Dios. Pienso que vuestra presencia aquí, jóvenes venidos de los cinco continentes, es una maravillosa prueba de la fecundidad del mandato de Cristo a la Iglesia: «Id al mundo entero y proclamad el Evangelio a toda la creación» (Mc 16,15). También a vosotros os incumbe la extraordinaria tarea de ser discípulos y misioneros de Cristo en otras tierras y países donde hay multitud de jóvenes que aspiran a cosas más grandes y, vislumbrando en sus corazones la posibilidad de valores más auténticos, no se dejan seducir por las falsas promesas de un estilo de vida sin Dios.
Queridos jóvenes, rezo por vosotros con todo el afecto de mi corazón. Os encomiendo a la Virgen María, para que ella os acompañe siempre con su intercesión maternal y os enseñe la fidelidad a la Palabra de Dios. Os pido también que recéis por el Papa, para que, como Sucesor de Pedro, pueda seguir confirmando a sus hermanos en la fe. Que todos en la Iglesia, pastores y fieles, nos acerquemos cada día más al Señor, para que crezcamos en santidad de vida y demos así un testimonio eficaz de que Jesucristo es verdaderamente el Hijo de Dios, el Salvador de todos los hombres y la fuente viva de su esperanza. Amén.


miércoles, 27 de abril de 2011

Un padre decepcionado


Dibujo de Adam Smith, hecho por J. Jacks y C. Picart.

Adam Smith es considerado el "padre del capitalismo", pero ¿qué pensaría de esta crisis financiera?
En vísperas de la conferencia en la Universidad de Glasgow para marcar el 250º aniversario de la publicación de su libro "La teoría de los sentimientos morales", un renombrado académico alega que Smith se habría desilusionado al ver cómo funciona el capitalismo moderno.
El profesor Christopher Berry es el vicedecano de la facultad de Derecho, Comercio y Ciencias Sociales de la Universidad de Glasgow.


Adam Smith es uno de esos pensadores cuyo trabajo es más conocido que leído; (Sigmund) Freud, (Carlos) Marx y (Charles) Darwin son otros que se me ocurren.
De una manera aparentemente perversa, el actual clima financiero, que ha generado cierto renovado interés en Marx, también está llamando nuevamente la atención al legado de Smith.
El Adam Smith de renombre popular es "el padre del capitalismo", el abogado de las "fuerzas del mercado", el enemigo de la regulación gubernamental y el creyente de algo llamado "la mano invisible" que produce resultados económicos óptimos.
No obstante, si nos ponemos a leer a Smith, esas atribuciones pueden parecer simplificaciones flagrantes.
Si preguntan que habría pensado Smith de los "paquetes de préstamos asegurados" o de las "deudas tóxicas" y lo demás, su respuesta habría sido, seguramente, que estas prácticas iban en contravía con todo lo que trató de enseñar.
Smith era antes que nada un maestro. Era profesor de lógica y luego, un año más tarde, en 1752, fue profesor de filosofía moral en la Universidad de Glasgow, donde había estudiado.
Mantuvo su cargo hasta que cambió su vida académica, en 1764, por la de tutor personal, un arreglo que le ofrecía la seguridad financiera necesaria para convertirse en un experto independiente.
Todo su trabajo está permeado de filosofía moral y es esa inquietud que lo impregna todo la que lo haría criticar la manera en la que se maneja la economía contemporánea.
Si el es "el padre del capitalismo", sería un padre decepcionado.
Escribió dos grandes libros y las semillas de ambos fueron sembradas en sus años de profesor en Glasgow.
Posición moral

Universidad de Glasgow - foto del sitio de la Universidad.
Smith consideró las ideas que plasmó en sus libros en los salones de clase de la Univ. de Glasgow.
La "Teoría de los sentimientos morales" apareció en 1759 y sus conferencias la alimentaron.
Fue revisada seis veces durante su vida y una edición final, que contenía extensivas revisiones, apareció en el año de su muerte (1790).
Lo que el simple hecho de esta cronología nos dice es que el compromiso de Smith con la visión moral se mantuvo durante y después de la publicación de su segundo gran libro, "Una investigación sobre la naturaleza y causas de la riqueza de las naciones" (o simplemente "La riqueza de las naciones"), publicado en 1776.
A pesar de que para esa fecha Smith ya se había ido de Glasgow, sabemos, por las notas que aún existen tomadas por estudiantes, que ya había estado estudiando muchos de los principales temas en los salones de clase de Glasgow.
En los "Sentimientos morales", Smith trata la filosofía moral no como la delineación de unas recetas racionales o divinas sino como la forma de capturar la interacción de los sentimientos, emociones u opiniones humanas en los escenarios reales de la vida.
En muchos sentidos, es un libro de psicología social y moral y de sociología. Eso significa que debemos entender cómo las sociedades y los individuos funcionan no como compartimentos separados sino como parte de un todo complejo.
Ciertamente, uno de los temas clave del libro es la oposición a la visión de que toda la moralidad o virtud se puede reducir al interés personal, como si los individuos operaran aislados preocupados solamente de su propio bienestar.
Su primera frase declara que la experiencia humana cotidiana prueba que eso es falso.
Escribe: "Por más egoísta que se pueda suponer al hombre, existen evidentemente en su naturaleza algunos principios que le hacen interesarse por la suerte de otros, y hacen que la felicidad de estos le resulte necesaria, aunque no derive de ella nada más que el placer de contemplarla".
Nuestra moralidad esta basada en ciertas verdades sobre la naturaleza humana. Todo el mundo es capaz de sentir compasión, o simpatías, y esa habilidad nos permite imaginar lo que sentiríamos si estuviéramos en una u otra situación y, una vez hemos dado ese salto imaginario, podemos juzgar si esos sentimientos son apropiados.
Cuando Smith escribió la "Riqueza de las Naciones" dejó claro que la "riqueza" dependía del bienestar de la población.
"Virtudes mentales"

Dibujo de Adam Smith circa 1780.
Para Smith, la actual crisis demuestra no las fallas intrínsecas del sistema sino lo que pasa cuando su dimensión moral es extraída o descuidada
Eso cubría no sólo su prosperidad material sino también su bienestar moral.
Bajo esos parámetros, pensaba que vivir en la pobreza era tanto estar en una condición miserable como vivir condenado a hacer tareas repetitivas y limitadas (como afilar clavos varios miles de veces al día), algo que perjudicaba nuestras "virtudes mentales" y "morales".
Smith nunca separó lo que llamamos la conducta económica del contexto moral en el que ocurre.
Su vigilancia del marco moral general significa que está lejos de excluir al gobierno de interferir en el "mercado".
Así, esos afiladores de clavos merecen intervención pública (vía la educación) para compensar el daño causado por su empleo.
Y habló mucho sobre los bancos, cuya conducta evaluó no en particular sino en general.
Con asombroso acierto escribió, en "La riqueza de las naciones", que aunque las regulaciones podían limitar la libertad de los banqueros para hacer lo que querían, eran totalmente justificadas, de la misma manera en que la obligación de instalar paredes para evitar que se extienda un incendio limita la libertad de los arquitectos.
Smith, obviamente, no es Marx -él sí piensa que un sistema libre es preferible-, pero la famosa crítica de Marx al capitalismo porque aliena a los empleados de una vida satisfactoria es un eco de la crítica que Smith -el defensor del capitalismo- ya había hecho.
Si la crisis del capitalismo provoca un retorno a Marx como su mejor crítico entonces debe impulsarnos a hacer más que conocer el nombre del pensador más asociado con la celebración del capitalismo.
Para Smith, la actual crisis demuestra no las fallas intrínsecas del sistema sino lo que pasa cuando su dimensión moral es extraída o descuidada.

jueves, 17 de marzo de 2011

San José de Arimatea

San José de Arimatea



Los cuatro evangelistas le mencionan, aunque muy brevemente, y todos coinciden en señalar su intervención en el mismo episodio, el único por el cual este notable de Jerusalén, miembro del Sanedrín, «hombre rico» según Mateo, «ilustre» según Marcos, aparece de un modo fugaz en la historia de Cristo.
José pide permiso a Pilatos para sepultar a Jesús, y una vez concedido, con la ayuda de Nicodemo desclava el cuerpo de la cruz y lo lleva a un nuevo sepulcro excavado en la roca (por eso la tradición cristiana le hace patrón de embalsamadores y sepultureros)
Es cuanto se nos dice de él.   ¿Quién fue este piadoso personaje? «Persona buena y honrada», le describe san Lucas, «que aguardaba el reino de Dios», o sea «que era también discípulo de Jesús» (Mateo), «pero clandestino, por miedo a las autoridades judías» (Juan). Un discípulo vergonzante que ahora, «armándose de valor», precisa Marcos, reclama el cuerpo del Maestro.
Jesús acababa de morir ignominiosamente, Pedro ha renegado de Él por tres veces en público, los apóstoles, acobardados y vencidos por el desaliento, se esconden o se dispersan, y en la prueba el único que da la cara, el único que se arma de valor, es un discípulo secreto que hasta ahora no se atrevía a declarar su condición.    José de Arimatea inspira un gran respeto, y la leyenda (que le hace recoger en el Gólgota, con el santo Grial, la sangre de Cristo) subraya esa dignidad del que sale de la sombra en el peor momento con una valentía que no tuvieron los más fieles.
Él, quizá mal visto por los apóstoles, que podían reprocharle que no se comprometiera, tiene el incontenible arrojo de los tímidos, la impensada serenidad de los nerviosos, la brusca decisión de los titubeantes, y por eso se le venera, por haber hecho valientemente misericordia con el Señor.

jueves, 10 de marzo de 2011

San Francisco en el cantegril


Recordamos un nuevo aniversario del Padre Cacho, el cura de los cantegriles, una palabra típica del Uruguay para designar los asentamientos precarios que se van amontonando en la periferia de Montevideo. Esta nota aparecida recientemente en un diario de la capital hace referencia al proceso de beatificación del Padre Cacho. Miles de firmas se han presentado al obispado pero todavía el proceso no ha sido empezado.

Cuando vi al cura Cacho por primera vez, me lo tuvieron que señalar. Iba sentado en un carrito de hurgadores (moderna denominación para la pobreza más impúdica) junto con otro hombre, que era exactamente igual a él. Los dos vestían la misma ropa, gastada y descolorida; los dos tenían esa flacura de los que pasan hambre; no de los que eventualmente tienen hambre; los dos sumaban una pequeña figura bajo un cielo excesivo. Avanzaban penosamente por la calle Porongos en una tarde helada. Un vaivén de pescante fuera de tiempo y de miradas rutinarias de una Montevideo que se ha acostumbrado a ese ir y venir, cansino, torpe, embrutecido, de tantos compatriotas con peor suerte que la nuestra. Un par de sombras en movimiento hacia el cantegril de Aparicio Saravia. Ese montón de frío, matungo, y carrito, fue el destino elegido por Ruben Isidro Alonso, el Padre Cacho. Como San Francisco de Asís, eligió vivir entre ellos, porque entre ellos, casi milagrosamente, veía a Cristo. Un Cristo crucificado, humillado y en derrota, pero también un Cristo vivo, posible y liberador. Ahora mismo, mientras escribo este artículo, me reencuentro con uno de los pocos textos que Cacho dejó. Tiene la contundencia de la convicción: "Siento la imperiosa necesidad de ir a vivir en un barrio de pobres, y hacerlo como lo hacen ellos. No como táctica de infiltración o demagogia, ni siquiera como gesto profético de nada, sino para encontrarlo de nuevo a Cristo, porque sé que vive allí, que habla su idioma, que se sienta a su mesa, que participa de sus angustias y esperanzas. Tampoco como un "Padre" despachador de Sacramentos, sino como alguien que va a hacer junto a ellos, una vivencia de fe, un camino compartido. Tal vez pueda decirles en su idioma de dolor y frustración, que allí en medio de ellos, está Él, el que puede cambiar la muerte en Vida, y la negación en Esperanza. "
Es asombroso el enfoque que hacía de su misión. Casi parece que fueran los requecheros, los bichicomes, los pobres absolutos, los que pueden hacer más fuerte, la fe en la salvación predicada. Como si entre ellos, en esa oscura caverna suburbana, Cristo tuviera una presencia más real y efectiva. Tan real y efectiva, que el cura dispensador de Sacramentos, recogía de aquella multitud sufriente, un signo vivo de Esperanza, así con mayúsculas, de que el mundo tendría un momento definitivo de justicia, una mirada de compasión para tanto abuso acumulado. Primero se mudó al barrio y vivió en un rancho de lata. Luego aprendió los códigos de convivencia del cantegril, que son lo que la imagen del espejo a la realidad, una simetría engañosa, turbia.
Después organizó a los vecinos y empezó a tratar que ellos mismos se sintieran seres humanos, y no bichos tirados al margen de la ciudad porque tenían mal olor. Y por supuesto, sufrió persecución, fue maltratado, ofendido, humillado. Pero siguió adelante. Los vecinos de la Parroquia de los Sagrados Corazones, escribieron un retrato conmovedor de Cacho: "Tuvimos hambre, y compartió su comida con nosotros; tuvimos sed y compartió su agua; estuvimos enfermos y nos visitó; nos pusieron presos, y se arriesgó por nosotros. Creímos que no éramos nadie, que no podíamos nada, y tuvo confianza en nosotros."
Cuando yo era niño, mi madre me regaló una medallita de plata de la Inmaculada Concepción, la Milagrosa, como la habían bautizado los soldados franceses mientras peleaban la sangrienta batalla del Marne en 1915, con la primera pensión que cobró de su padre, un abuelo al que yo nunca conocí. Cuando el Cura Cacho cayó enfermo, mi esposa se la envió al Hogar Sacerdotal, en donde intentaba reponerse. La medallita permaneció con él hasta su muerte, y ahora está otra vez en mis manos. ¿Qué hace que un objeto tan común se transforme en signo transparente en un mundo plagado de shoppings y tecnología de punta, y marketing ? No es la plata, brillante y engañosa, casi irreal. No es la materia, seguramente, la esencia de ese resplandor que hace que la vista se detenga en ella, una y otra vez. No es lo externo, lo vano, lo que hace a un hombre respetable y digno. Un hombre es tal, en la medida en que reconoce que nunca será verdaderamente feliz, mientras que otros hombres, iguales a él, vivan en las condiciones en que todos sabemos que viven. Cacho hizo lo que San Francisco, fue el último de los últimos.
La causa para su beatificación ya se inició, pero el Cura Cacho es santo, y está vivo en el insomne traqueteo de los carritos sonoros como una matraca, entre los que anduvo y anda todavía, sonriente, pequeño e inmortal.
Alvaro Ojeda
(extractado de "El Observador" 11.07.2000)
Ruben Isidro Alonso, nació en Montevideo, el 15 de mayo de 1929, en las cercanías de la Parroq ia de San Ignacio de Loyola, en el Barrio de Villa Dolores. Era el tercero de seis hermanos. Ingresa a los 12 años al Seminario del Manga (de la congregación de los Padres Salesianos) y cursa estudios superiores en la Argentina. En 1959 es ordenado sacerdote, y se desempeña en Montevideo, Paysandú y Rivera. En 1977 decide vivir en el cantegril. A fines del mismo año, es recibido por los vecinos del Barrio Plácido Ellauri y comienza su tarea social y pastoral, empeñada en obtener vida y vivienda digna, así como trabajo estable para los clasificadores de desechos. Murió el 4 de setiembre de 1992 y sus restos fueron transportados por un carrito de hurgadores hasta el Cementerio del Norte.

21 prácticos consejos


Si  tienes que lidiar con el estrés diario y sientes que las preocupaciones te impiden disfrutar de tu vida lee estos 21 prácticos consejos que te ayudarán a sentirte mejor, consejos que combinan sabiduría moderna y milenaria. Aquí los tienes:
1. Acepta la realidad. No te estreses, ni te desgastes queriendo que las cosas sean diferentes de lo que ya son. Ningún pensamiento puede cambiar lo que ya ha sucedido.
2. Enfócate en tus asuntos. Según Byron Katie, hay 3 tipos de asuntos. Los míos, los tuyos y los de Dios y nos dice “Ocuparme mentalmente de tus asuntos me impide estar presente en los míos. Me separo de mí misma y me pregunto por qué razón mi vida no funciona” Cuando sientas estrés o soledad, pregúntate ¿en los asuntos de quién estás? Y vuelve a los tuyos.
3. Reinterpreta lo que vives. “Si te afliges por alguna causa externa, no es ella lo que te importuna, sino el juicio que tú haces de ella. Y borrar este juicio, de ti depende” Marco Aurelio. Por ello busca lo bueno en todo lo que vives. Si tienes que escoger entre una interpretación negativa o una positiva, ¿por qué escoger la negativa?.
4. Suelta las expectativas. Haz lo mejor que puedes y suelta los resultados ya que no están bajo tu control. Cuando no tienes apego al resultado de las situaciones que vives o de las acciones que realizas entonces eres libre.
5. Vive el presente. “Soy yo, no los acontecimientos, los que tienen el poder de hacerme feliz o infeliz hoy. Puedo elegir cuál será. El ayer está muerto, el mañana no ha llegado aún. Tengo solo un día, hoy, y seré feliz en él” (Groucho Marx).
6. Si crees que tienes muchas cosas por hacer. Recuerda que en realidad solo puedes hacer una a la vez, así que concéntrate en la tarea que tienes delante y olvídate de la lista. Repetirte mentalmente todo lo que tienes que hacer no te ayudará a avanzar más y te hará sentir agobiado.
7. Disfruta de tu propia compañía. Porque es la única compañía con la que siempre contarás.
8. Deja de buscar la aprobación de los demás. Ya que eso te lleva a vivir en función a las expectativas ajenas, transformándote como un camaleón y aceptando cosas que no deseas, y esto no se siente bien.
9. Deja de querer controlar la vida y el futuro porque no están bajo tu control. Como bien decía John Lennon “La vida es lo que sucede mientras estamos demasiado ocupados haciendo planes”.
10. Confía en la vida y en que lo que sucede siempre es lo mejor para ti. “Todo ocurre para mí en lugar de ocurrirme a mí” Byron Katie.
11. Acepta tus emociones, piérdeles el miedo, siéntelas. Es simplemente energía que recorre tu cuerpo. Cuando sientas una emoción, obsérvala ¿donde la sientes? ¿en el estómago, en la garganta, en el pecho? ¿es fría, caliente? ¿es como un nudo, como una contracción? Cuando le prestas atención y dejas de luchar en contra de ellas verás como esa sensación corporal se disipa y te sientes mejor.
12. Haz hoy algo amable por otra persona sin que nadie lo note. Pruébalo y verás que te hace sentir bien.
13. Deja de juzgar y criticar a otros. “Si juzgas a la gente, no tienes tiempo para amarla” Madre Teresa de Calcuta. Y amarla te hará sentir mejor…
14. Perdona, hazlo por ti… “Perdonar es liberar a un prisionero y descubrir que el prisionero eras tú” Lewis B. Smedes.
15. Acepta la muerte como parte de la vida. La muerte es uno de nuestros grandes temores y vivimos con miedo, queriendo controlarla y evitarla a toda costa y esta preocupación nos impide disfrutar la vida que tenemos ahora.  “Recibid la muerte con alegría, como una de las cosas que quiere la naturaleza” Marco Aurelio.
16. Se tú mismo. No te compares con los demás. Ni para sobreestimarte porque te separa de la gente ni para subestimarte porque te harás sentir mal. Ninguna persona tiene más valor que otra.
17. Date las cosas y atenciones que esperas que las otras personas te den a ti. Así, ¡te asegurarás de recibirlas!.
18. Deja de buscar seguridad en lo externo ya que es una fuente segura de estrés. Lo externo cambia constantemente y escapa de nuestro control. Busca tu paz dentro de ti ya que no puedes controlar lo que pasa a tu alrededor pero sí como te sientes al respecto. “La verdadera felicidad es siempre independiente de las condiciones externas” Epícteto.
19. Suelta los resentimientos. Creemos que los demás se merecen nuestro malestar y enojo pero, ¿cómo te hace sentir a ti estar molesto o resentido? ¿a quién castigas realmente con esto? ¡A ti! Como dice Larry Crane “Es como tomarse un veneno y esperar que la otra persona muera”.
20.  Ama sin condiciones, aunque no seas retribuido. Porque el único amor que puedes sentir es el que está dentro de ti no el que sienten los demás… Así que deja de enfocarte en ser querido y enfócate en simplemente querer.
21. Aprecia y agradece lo que tienes ahora en lugar de fijarte en lo que “crees” que te falta. “Un hombre sabio es aquel que no se lamenta por las cosas que no tiene, sino que se regocija por las que sí” Epícteto.




LA CRISIS SEGUN ALBERT EINSTEIN


LA CRISIS SEGUN ALBERT EINSTEIN



NO PRETENDAMOS QUE LAS COSAS CAMBIEN, SI SIEMPRE HACEMOS LO MISMO. LA CRISIS ES LA MEJOR BENDICION QUE PUEDE SUCEDERLE A PERSONAS Y PAISES, PORQUE LA CRISIS TRAE PROGRESOS. LA CREATIVIDAD NACE DE LA ANGUSTIA, COMO EL DIA NACE DE LA NOCHEOSCURA. ES EN LA CRISIS QUE NACE LA INVENTIVA, LOS DESCUBRIMIENTOS Y LAS GRNADES ESTRATEGIAS. QUIEN SUPERA LA CRISIS, SE SUPERA A SI MISMO SIN QUEDAR SUPERADO.
QUIEN ATRIBUYE A LA CRISIS SUS FRACASOS Y PENURIAS, VIOLENTA SU PROPIO TALENTO Y RESPETA MAS A LOS PROBLEMAS QUE A LAS SOLUCIONES. LA VERDADERA CRISIS, ES LA CRISIS DE LA INCOMPETENCIA. EL INCONVENIENTE DE LAS PERSONAS Y LOS PAISIS ES LA PEREZA PARA ENCONTRAR LAS SALIDAS Y SOLUCIONES. SIN CRISIS NO HAY DESAFIOS, SIN DESAFIOS LA VIDA ES UNA RUTINA, UNA LENTA AGONIA. SIN CRISIS NO HAY MERITOS. ES EN LA CRISIS DONDE AFLORA LO MEJOR DE CADA UNO, PORQUE SIN CRISIS TODO VIENTO ES CARICIA. HABLAR DE CRISIS ES PROMOVERLA, Y CALLAR EN LA CRISIS ES EXALTAR EL CONFORMISMO. EN VEZ DE ESTO, TRABAJEMOS DURO. ACABEMOS DE UNA VEZ CON LA UNICA CRISIS AMENAZADORA, QUE ES LA TRAGEDIA DE NO QUERER LUCHAR POR SUPERARLA

ALBERT EINSTEIN.

miércoles, 9 de marzo de 2011

LA ORACION

La Oración


"La oración nos da el coraje para ir adelante y portar la antorcha que precede el nuevo amanecer de la Tierra. Nos hace ver que aproximarnos al cielo es, sobre todo, acercar ese amanecer a nuestros semejantes."
 Trigueirinho

Propositos cenicientos

Propósitos cenicientos

Enrique / García-Máiquez | Actualizado 09.03.2011 - 01:00
SOY un especialista en buenos propósitos. Por tanto, el Miércoles de Ceniza es uno de los días estrella de mi calendario. Lo veo venir de lejos -lo anuncian los pitos del Carnaval-, y doy un hondo suspiro de alivio. Lleva uno meses y meses cuesta abajo, vertiginosamente, y más abajo, abandonándose, hasta que llega la Cuaresma para que, por fin, uno toque fondo y muerda bien el polvo (eres) y dé, de golpe, con su cabeza en la ceniza. Menos mal.

Inauguramos un período de penitencias y mortificaciones que falta nos hace, o me hace, no quisiera generalizar. Los cuarenta días de ayuno me los pide el cuerpo -no hay más que verlo- a gritos. Ojalá el tiempo litúrgico me metiese en cintura. Además de los grandes beneficios morales del ayuno, contrastados por milenios de experiencia vetero y neotestamentaria, están los dietéticos. Y, de postre, los gastronómicos: la mejor salsa del mundo, um, es el hambre. En mi biblioteca y en mi agenda un poco de esforzado orden tampoco me vendría mal: a ver si me disciplino. Dejaré también de mirar incesantemente el contador de visitas de mi blog. Ganaré bastante tiempo y algo de humildad y, de paso, mi vanidad no sufrirá como hasta ahora, que nunca me visitan, nunca, lo que yo deseo. Volveré a escuchar, he decidido en un rapto de heroísmo, las declaraciones del Gobierno. Últimamente sólo escribo artículos literarios y costumbristas, aburrido como me tienen nuestros líderes. Aprovecharemos la Cuaresma, ustedes y yo, para echarles un poco de cuenta y ganar en reciedumbre y santa paciencia. También haré algo de deporte (esto es un propósito, eh, no una promesa). Sonreiré más al prójimo. Seré más puntual, si llego. Más servicial. Más de todo. Etcétera.

Si alguno de esos atentos ateos o agnósticos seguros de sí mismos o laicos del montón que -misterios de la Providencia- me leen ha llegado hasta este párrafo (Dios se lo pague), me dará un buen golpe de pecho, exclamando con su acostumbrada indignación: "¡Pero, hombre, esos propósitos nos los hacemos todos sin tantas liturgias!, y además vamos al gimnasio". Yo me alegro por ellos. No les niego que sacrificarse sea algo común y, sobre todo, irremediable. Algunos comodones, sin embargo, necesitamos un empujón sobrenatural para hacer lo más natural del mundo, y la Iglesia se adapta a nuestra condición como un guante. O a los ciclos de la naturaleza, esto es, al hermoso resurgir inesperado de cada primavera. O a los ritos precristianos. Lo que ustedes decidan me parece bien. O regular, pero no diré ni pío. Otro de mis firmes propósitos es no discutir en estos cuarenta días con sus cuarenta noches.

"En lo esencial unidad, en lo dudoso libertad, en todo caridad".









¿Cual es el objetivo que me lleva a publicar un blog?
La respuesta es simple, es una voz en el desierto o mejor aún una voz en el mar de voces de internet.
No es probable que sea leido por muchas personas, es más, probablemente no sea leido por nadie más que el propio autor, pero aún así vale la pena el intento.
 Este es un comienzo simple y sin demasiadas vueltas, la idea es entonces un momento de reflexión, un compartir mi lugar en el mundo, mis ideas, mis reflexiones, y para ello no hay mejor que empezr con una frase atribuída a San Agustín:In necessariis unitas, in dubiis libertas,in omnibus carita.